Después de Media Noche

7. Utopía

—El doctor la atenderá en un momento —dijo la recepcionista a la chica que estaba sentada en la sala de espera. Sostenía un panfleto en su mano, el cual mostrando a un muchacho feliz en la portada. Aunque su sonrisa parecía estar demasiado forzada. Las cosas mejorarán.
Se repitió un par de veces, así como se lo había repetido todo el camino hacia la clínica. Allí la ayudarían o al menos eso le dijo uno de sus colegas del trabajo.
—Tiene buenos resultados, Daniela. Te ayudará mucho —fueron exactamente esas palabras. Daniela tomó un poco de aire, los nervios le invadieron, provocándole un dolor de estómago.
La recepcionista encendió un difusor de olores y la lavanda que se desprendió de este hizo que se relajara un poco. Un hombre de bata blanca y barba canosa se asomó con una tableta digital en sus manos.
—¿Daniela Villa? —Daniela se sintió tonta al voltear a su alrededor, ya que era la única paciente esperando y la única con ese apellido. Se puso de pie— Pase, por favor —le indicó el doctor sin voltearla a ver.
El pasillo que guía a los consultorios estaba lleno de posters con frases motivacionales y cuadros de personas felices, sus sonrisas también le causaron incomodidad. El doctor se detuvo en una puerta y la dejó pasar primero. Los nervios aumentaron, el olor de lavanda se desvaneció
y ahora apestaba a una mezcla de alcohol y algún detergente de baños.
Esta fue una mala idea. Se repitió en la cabeza, pero el doctor ya había cerrado la puerta detrás de ambos, e indicó que se sentara en la única camilla que se encontraba en medio del consultorio.
Recuerda, el paquete 2. Pensó. «Idealización», se llamaba dicho paquete. Y decía: «Felicidad asegurada desde adentro, aunque el mundo esté ardiendo en llamas, no verá ni sentirá todo aquel dolor. Real o no». Era demasiado bueno para ser verdad, pero entonces varios recuerdos le llenaron la cabeza. Recuerdos de soledad, de rechazo.
—Pues no más —le dijo el doctor, y por un momento Daniela creyó que le estaba leyendo la mente, pero tan solo la atrapó viendo el panfleto— Si ese es el que quiere, debo advertirle que tendrá que venir cada dos años a renovar el tratamiento cuando se desgaste. Tenemos una garantía de tres meses, si el efecto se rompe antes de que se cumpla ese periodo, su renovación será gratuita. ¿Está segura de que quiere continuar?
La chica asintió con la cabeza y el doctor hizo que se recostara sobre la camilla. Una luz iluminó su rostro, provocando que cerrara los ojos. Sus pensamientos comenzaron a nublarse. Pasó el tiempo y Daniela fue feliz.
Ya no notaba los gestos que le hacían dudar, ya no se cuestionaba si la otra persona estaba disfrutando de su compañía. Ya no tenía esa paranoia de si sus amigos se han olvidado de ella o de si sus compañeros de trabajo la están evitando a propósito. De preguntarse si su padre no estará decepcionado de su incompetencia. Porque ya no le importaba si lo era o no. Ya no le importaba si su madre hacía un comentario inofensivo sobre como alguna hija de sus amigas tenía su vida realizada. Ya no le afectaba. Ya no tenía miedo de mostrar ese auténtico ser.
Esa realidad, a veces inventada por su cabeza, se había esfumado.
Hasta que un día, un mal día, lo arruina todo. Y comienza a verlo todo tal y cómo es. Como si se quebrara el espejo detrás de la sala de interrogación. Y otra vez llegaron las dudas, los miedos, la paranoia. No tenía ni idea de lo que estaba pasando. Se fue hecha un mar de lágrimas a contarle a su mejor amigo su sentir. El suspiró pesado, viéndole con lástima.
—Ya lo sé —le respondió. Ella frunció el ceño. Su amigo se limitó a darle un panfleto y una tarjeta. —También tengo indicaciones de que renueves tu tratamiento una vez que se rompa el efecto.
 "Clínica emocional", leyó en este. ¿Qué demonios era una clínica emocional? Qué importaba, si era la solución a sus problemas entonces iría. Un nudo se le formó en la garganta pero accedió a ir. Y al llegar experimentó un deja-vú. La recepcionista la observó por unos momentos, le ofreció un té de manzanilla cuando se da cuenta que lo desconcertada que estaba la chica. Pero Daniela no se alcanzó a tomar el té, ya que el doctor se asomó desde el consultorio.
—Ah, señorita Villa. Pase y tome asiento, por favor. Aún confundida, ella se sentó en la camilla. El doctor se puso un par de guantes de látex. Ante eso, su corazón latió con fuerza y él notó el horror en su rostro. Suspiró pesado, dándole la misma mirada que su mejor amigo hace rato.
—¿Leyó el panfleto, verdad? —Daniela asintió con la cabeza— Sé que es difícil de asimilar a veces —dijo mientras preparaba una inyección— Por cierto, antes que nada... no olvide decirle a la recepcionista que selle su membresía.
—¿Membresía?, ¿de qué está hablando?
—Verá, una membresía es para aquellos clientes fieles y frecuentes, con beneficios y
ventajas que-
—¿Cliente frecuente?, ¡pero si es la primera vez que vengo!
El doctor suspiró pesado, dejando la inyección a un lado. Daniela le miró con horror de nuevo.
—Es la primera vez que vengo, ¿cierto?
—Me temo que no tengo permitido compartir esa información con los pacientes. Podría causar shocks innecesarios y dificultará más el proceso. Solo debo recordarle... —sacó su tableta, acomodándose los lentes— Que usted tomó la decisión desde un principio y estuvo de acuerdo con ello. Yo solo hago el procedimiento.
Al mostrarle aquel documento, Daniela pudo ver su firma. Había un montón de cláusulas confusas: Pérdida de memoria, felicidad infinita, efectos secundarios de confusión entre la realidad y la ficción. Tenía razón.
¿Cuántas veces tomó aquel tratamiento?, ¿Cuántas veces decidió reiniciarse una y otra vez?, ¿Cuántas veces experimentó ese dolor por primera vez?
—No voy a decirle que hacer, pero le aseguro que ésta vez le puedo reforzar el tratamiento al doble para que no tenga que preocuparse de nada por un buen tiempo. Para que no tenga que oír esas cosas horribles que su cabeza le dice, para que no tenga que enfrentarlas.
Y una vez más Daniela aceptó y se recostó en la camilla del consultorio. Cerró sus ojos cuando el doctor encendió una luz sobre su rostro. Las cosas mejorarán.
Todo se acabaría pronto, otra vez. 



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En el texto hay: fantasmas, misterios, intrusos

Editado: 26.08.2021

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