Después de Media Noche

8. Concierto

Melissa Rojas, una joven de veinte años, esperaba en el salón principal del palacio del Nuevo Sol. Se removió en su asiento un par de veces y se limpió el sudor de las manos en la falda de su vestido. Pensó que si su madre estuviera ahí, le diría que eso no era apropiado para una señorita. Pero no podía controlar sus nervios por el momento. Un hombre de mediana edad salió detrás de unas enormes puertas, llevaba un traje bastante elegante. Su nombre era Nestor Lozano y era el representante de Melissa.
—¡Melissa!, ¡qué gusto verte! —se acercó a ella y la saludó con alegría— ¡Pero qué preciosa te ves!  —Su representante lo decía en serio y no solo por cortesía. Melissa tenía un sedoso cabello rojizo que caía sobre su espalda y enmarcaba su redonda cara. 
Sus mejillas siempre se teñían de rojo cuando le hacían comentarios de ese estilo, resaltando un poco más por el color de su piel de porcelana. Se apartó el flequillo que cubría sus ojos castaños. 
—¿Estás lista? —le preguntó y ella asintió con la cabeza en silencio. Caminaron hasta las puertas de dónde había salido Nestor, antes. 
“Está bien Melissa, tranquilízate. Ya lo has hecho un montón de veces” se repitió para sus adentros, una y otra vez. Y sí, ya había deleitado un par de veces al público en las calles. Pero una cosa era tocar para aldeanos y otra para los nobles. Sería el primer gran concierto de toda su vida y al fin podría comunicar sus emociones a través de la música. Porque todo era más sencillo para ella cuando tocaba. 
—Por cierto, hubo un par de cambios en tu presentación —dijo Nestor mientras la guiaba por un amplio pasillo hasta toparse con otra puerta al fondo— Espero que te agraden. 
Cuando Nestor le abrió, Melissa se dirigió hacia el escenario. La cortina roja terciopelo era lo único que la dividía del público ahora. Un violonchelo descansaba en una silla. No era el de ella, éste se veía un poco más extravagante y tenía una notita pegada. 
“Serás una estrella, ya lo verás” decía. Melissa se giró a ver a su representante a su representante quién tan solo le sonrió de nuevo. 
—Empiezas en un momento—le avisó y le guiñó un ojo antes de desaparecer por la puerta. 
Melissa movió el violonchelo, haciéndolo a un lado para sentarse en la silla y lo situó entre sus piernas. Tomó una bocanada de aire cuando los telones se alzaron. Las luces del auditorio se apagaron, dejando un solo reflector dirigido hacia ella. No podía ver muy bien a las personas en sus asientos por culpa de la luz brillante. Pero así estaba mejor, así sería más fácil concentrarse en la música. Los murmullos se apagaron poco a poco hasta quedar completo silencio. Tomó el arco con una mano y lo deslizó contra las cuerdas. La vibración de los tonos graves provocó que toda la tensión se esfumara. Se fue perdiendo en la melodía, ya no estaba tan nerviosa como antes. Tan solo era la música y ella. 
Hasta que un ajetreo rompió su concentración. Melissa se percató que provenía de todo a su alrededor. El auditorio estaba temblando bajo sus pies. Cuando quiso levantarse de su lugar, no pudo hacerlo. Sus manos no paraban de tocar el instrumento, mientras que la gente tropezaba unos con otros tratando de llegar a las salidas de emergencia. El candelabro se meneó en el techo hasta que cayó entre los asientos, encima de un grupo de personas que trataban de huir. Un foco se estrelló en el suelo, a un lado suyo. Melissa se sobresaltó y trató de soltar el violonchelo de nuevo. Levantó sus dedos de las cuerdas pero estos se deslizaron a la siguiente nota, como si tuvieran imanes. 
Entonces el gran reflector que se encontraba encima de ella, iluminando con luz cenital se desprendió del techo. Melissa cerró los ojos por inercia. El golpe no llegó.
Una voz llamó su nombre un par de veces y sintió que le tocaron su hombro. 
—¿Melissa?, ¿estás bien? —La chica abrió los ojos de nuevo. Nestor se encontraba a un lado suyo. Los telones estaban cerrados, la destrucción que vió hace unos momentos no estaba ahí. 
—¿Qué sucedió? —susurró— Hubo un terremoto. El auditorio se nos iba a caer encima. 
Nestor soltó una risita que la confundió. 
—Tienes un poco de pánico escénico, eso es todo. No hay nada de qué preocuparse. —le aseguró con una sonrisa— Serás una estrella, ya lo verás. 
Melissa sintió un deja-vú y se puso de pie de inmediato. Pero los telones se abrieron otra vez y los aplausos llegaron a sus oídos. Se sentó de nuevo en la silla, poniendo el instrumento entre sus piernas. Pensó que quizás Nestor tenía razón, solo era pánico escénico y aquel desastre, tan solo fue parte de su imaginación. 
El reflector la iluminó y Melissa tomó una bocanada de aire antes de tocar las primeras notas otra vez. 
 



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En el texto hay: fantasmas, misterios, intrusos

Editado: 26.08.2021

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