OLIVER GRANT
NEW YORK. 10 MESES Y 20 DÍAS DESPUÉS DE NAVIDAD, 20 DÍAS DESPUÉS DE LA RUPTURA
—¡¿Qué hiciste qué?! —pregunta mi madre algo alterada.
Hace un par de horas llegué de ese maldito y largo viaje a Londres y para agregarle algo más a la desesperación y el enojo que últimamente tengo hacia Emma por no contestar mis llamadas, se le suman ellos; mi padre, mi madre y Will.
Si, el hombre de 67 años cubierto por las cañas, con unos cuantos pliegues en su rostro por el pasar de los años y que es prácticamente idéntico a Will, es mi padre, Banjamin Grant. Por otro lado, se encuentra, Abigail, es aquella mujer de cabello castaño con muchos destellos grises, de 62 años y de mediana estatura que, en estos momentos se encuentra pellizcándome y cruzándome las costillas; además, de ya culparme más de lo que ya lo hago por mi ruptura con Emma, es mi madre.
—¡Mamá, por favor! —pido y siento un pequeño, pero aún así fuerte golpe en la cabeza que no proviene de Will, sino de mi padre— ¡Papá! ¡Basta! —pierdo un poco la cordura y me alejo de ambos— Aléjate —Le exijo a Will que se acerca en medio de sus risas.
Odio esto. Odio estar lejos de ella, me irrita y me desconcentra el no verla, pero peor me pone el hecho de que no conteste mis llamadas y haya cambiado ya en varias ocasiones su número telefónico. He tenido que amenazar a Will en diferentes momentos solo para conseguirlo y obtener; la voz de Audrey o el maldito y desesperante buzón de voz.
No me contesta y no puedo culparla, pero aún así, esperaba tan siquiera que me dejara explicar lo que sucedió o que se interesara por saber de que debía hablar con Lorena, pero no. Pero no, no le interesa nada y lo único que ha hecho es evitarme, poner guardias en su oficina y en su casa es algo extremo y hace que ese sentimiento en mi pecho y esa amargura aumente día tras día.
—¡Demonios! —libero un grito esperando que eso pueda aliviarme un poco, pero no lo consigo, lo único que logro es que mi voz se pierda entre el maldito bullicio de la ciudad.
—Ven acá —siento los brazos de mamá rodearme y dejo que mi cabeza caiga hacia adelante.
—No sé que debo hacer —Esas palabras y la desesperación contenida en las mismas, provocan que mi cuerpo se estremezca.
Me aleja del barandal y me regresa a la sala, toma asiento en unos de los sillones antes de acercarme a este y obligarme a depositar mi cabeza sobre sus piernas como cuando era un niño.
—Encontraremos algo que hacer —asegura y me escondo aún más entre sus piernas—. Pero mi amor, déjame decirte que fuiste algo torpe —confiesa mamá logrando hacerme reír un poco. Escucho a Will y a papá burlarse un poco de mi situación actual.
Estoy consciente de que no se burlan de mi mala suerte, lo hacen por la forma que mamá acaba de usar para llamarme idiota y por lo mimado que luzco al estar en medio de sus piernas buscando algo de consuelo como solía hacerlo cuando me daba algún golpe, cuando peleaba con Will o cuando discutía con las chichas con las que salía en la escuela y la universidad.
—Si, si que lo fui —Le doy la razón.
No debí pedirle que empezara mientras yo hablaba con mi ex, ¡sí, mi ex!, soy un estúpido. No entendí que estaba haciendo un gran esfuerzo al tomarse el tiempo para desayunar a mi lado y prácticamente le demostré que no lo valoraba, que prefería a mi ex en lugar de ella. Fui un completo idiota, pero nunca fue mi intención.
Por otro lado, y hablando de la causante de todo este embrollo, no puedo deshacerme de ella aunque lo quiera. Cuando decidí irme del lado de mis padres y empezar por mi mismo mis negocios y continuar estudiando en el extranjero, lo hice con Lorena, ambos invertimos, pero fui yo el socio mayoritario y a medida que el tiempo pasaba le compré parte de las acciones y ella vendió algunas, pero aún así, aún conserva parte de las mismas.
Lorena es inteligente, perspicaz, astuta y no se da fácilmente por vencida y, eso es lo que está utilizando para no marcharse. Le ofrecí comprarlas por un valor mayor al que verdaderamente representan y ni así cedió. Ahora debo soportarla en cada junta y viajar con ella, pero le he dejado claro que nada sucederá entre nosotros y que por más que lo intente, no lo conseguirá. Estoy seguro de que me hará la vida imposible.
(…)
NEW YORK, 11 MESES DESPUÉS DE NAVIDAD Y POCOS DÍAS PARA UN AÑO DE CONOCERNOS
La he llamado en diferentes ocasiones y solo me ha ignorado, pero hoy no lo hará, por eso me encuentro nuevamente hoy aquí esperando que los guardias en su entrada no se encuentren y afortunadamente para mi, ninguno se encuentra.
Tomo la llave que aún conservo y trato de abrir la puerta y por suerte para mi, no la cambió. Abro la puerta y lo que encuentro alguna vez paso y por mi mente, pero ni en mis mas locos sueños creí que lo vería, mi reina, tiene a Lorena arrodillada enfrente de ella.
—Oliver… —Me observa sorprendida y extrañada.
—¿Qué haces? —pregunto observando algo preocupado la situación de Lorena, pero no puedo evitar divertirme porque se lo advertí y no lo hice una sola vez.
—¿Qué haces tú aquí? —pregunta.
—¡Oliver! —escucho el quejido de Lorena, pero en estos momentos pienso ignorarla para que sufra un poco lo que he sufrido en estos días.