Amor, amor, amor,
Esa palabra es la única que escuché en mi cabeza por el resto de la mañana en clase. No podía concentrarme, y mucho menos con una mariposa sobrevolando a Emrby y a mí.
Estoy sumamente confundida y muy mareada.
Estoy soñando, ¿verdad?
—¿Estás bien, Liesse? —Embry me sacó de mi pequeño trance.
—S-sí, e-estoy muy bien
—La clase ha terminado, ¿qué harás ahora mismo?
—Debo recoger bayas en el bosque Woodstock.
—¿Bayas? ¿Por qué quieres bayas?
—Las utilizo para hacer algunos ungüentos. Receta de mi madre. Sigo enviándoles algunos medicamentos a los guerreros para que puedan llevarlos y usarlos cuando lo necesiten.
—¿Puedo acompañarte?
—Claro, espero no te aburras conmigo recogiendo bayas.
—¿Cómo podría aburrirme? Mira, llevábamos dos minutos de conocernos y hemos creado una mariposa —señaló a la criaturita que se posaba en un mechón de mi cabello.
Sonreí estúpidamente ante su comentario. ¿Cómo es posible que este chico provoque una marea de sentimientos en tan poco tiempo? ¿Será algo de magia?
Caminamos hasta el bosque Woodstock que se encontraba a unas cuantas cuadras de la Academia. Embry es un chico muy inteligente y gracioso. He descubierto que le gustan los sandwiches tostados con queso derretido y un toque de mermelada, también que ha jugado fútbol desde que tenía seis años y que mi madre le arregló un hueso roto producto de una pequeña batalla en la que tuvo que asistir hace unos cinco años.
Me ha venido muy bien la compañía con Embry, hacía mucho que no conocía a gente nueva y a un chico lindo.
—¿Cómo sabes qué baya elegir?
—Las puedo usar todas, incluso las venenosas, esas son muy efectivas en ungüentos anestésicos.
— Y para qué sirven esos ungüentos? —Era un chico muy curioso.
—¿Alguna vez te han herido con flechas de trueno?
—¡Es la flecha más dolorosa! Luego de quitarla queda un dolor punzante por semanas.
—Ahí es donde el ungüento de bayas venenosas funciona. Cuando la quitas, lo pones, con la herida limpia, claro, y el anestésico te quita el dolor del polvo del trueno.
—Odio cuando los trolls utilizan esas flechas. Mi padre me ha dado un frasco con ese ungüento. No sabía que tú los fabricabas.
—Junto con mi hermana menor, mis primas y algunas otras amigas. La receta es de mi madre, nosotros hemos seguido con su iniciativa.
—La extrañas mucho, ¿verdad?
—A diario.
—¿Puedo hacerte una pregunta imprudente?
—Claro
—¿Por qué nadie de ustedes pudo salvarla?
—La batalla de Zeide fue una de las más espantosas en Zimmerbell, todas las hadas sanadoras estábamos ocupadas, curando heridas y reviviendo guerreros. Mi madre estaba encargada de cuidar a Storco. Los troles venían tras él, por lo que la estrategia era cuidarlo primero. El ambiente se tornó hostil y acorralaron el campo de batalla con nosotras dentro, no podíamos salir hasta la zona donde Storco, mi madre y demás guerreros estaban, no había otra hada sanadora con ella. —Suspiré y sentí como las lágrimas amenazaban con salir.
—No tienes por qué terminar la historia si no quieres. Perdona que…
—No te preocupes, —continué—, Un brujo lanzó a mi madre un hechizo paralizador, un troll hirió terriblemente a Storco, provocando su muerte casi inmediata y alcanzó a mi madre. Los guerreros se lanzaron a ellos en un fatal intento por evitar que la tragedia continuara. Un hada blanca logró escapar de nuestro espacio y eliminó el hechizo paralizador de mi madre. Estaba malherida, había botado mucha sangre, aun así se arrastró hacia Storco y lo revivió. Ganamos la batalla, pero ninguna de nosotras pudo alcanzar a mi madre para traerla de vuelta.
—Lo siento mucho, Liesse. —Embry se había acercado y me abrazó fuertemente.
Otra chispa de magia, esta vez más grande, brotó de aquel abrazo y la mariposa que habíamos creado en clase, revoloteó hasta que creció del tamaño de una sandía.
¿Qué es esta magia?
¿Por qué nosotros entre tanta gente?
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Editado: 13.08.2023