El viejo reloj del mural seguía emitiendo el mismo tic tac de siempre, todo en aquella casa se mantenía igual que hace cinco años, incluso yo parecía haberme quedado ahí durante todo ese tiempo. Aún no podía comprender cómo es que un 22 de diciembre a dos días de noche buena, el que creí que era el amor de mi vida había dado fin a nuestra relación.
Con los ojos llorosos me puse de pie, no tenía intención de arreglar nada, el dolor seguía latente durante esos cinco años. Tomé entre mis manos la invitación de bodas de una de mis amigas de la universidad y solo pude sentir envidia, me preguntaba una y otra vez qué es lo que había ocurrido, por qué nada funcionó, cuándo fue que todo se estropeó.
Ordené algunos papeles que tenía sobre la mesa antes de ponerme en marcha. Las carreteras estaban empapadas de lágrimas del cielo, en días lluviosos como estos, pensaba que el cielo me acompañaba en mi pesar. Mis días parecían acortarse, tenía todo mi horario completo de cosas que hacer en la empresa, en mi hogar y en mis sufrimientos.
No quería asistir a aquella boda, Ashley era una persona bastante gentil, pero siempre me sacaba en cara toda mi desdicha.
Al llegar al trabajo todos estaban colocando los adornos navideños, siempre sonreían y eso me hacía sentir mejor, a veces quería olvidar aquel sentimiento, sin embargo había algo en mí que quería mantener aquel sentir. Lo ultimo que supe de él fue que estaba comprometido con una rubia teñida y que se había convertido en socio de una empresa muy famosa en el ámbito arquitectónico.
Yo trabajaba en una editorial de libros sobre el clima, la naturaleza, las anécdotas en el Amazonas, todos los temas posibles que no tengan que ver con el romance. Ericka siempre me recordaba lo exagerada que era, que debía olvidar la ruptura y tal vez así otros amores surgirían, pero a mí eso no me importaba.
—Lleva estos adornos adentro, son para el árbol —mencionó Guss tendiéndome una caja sellada.
Con pesar tomé aquella caja y me preparé mentalmente para el ajetreado día. Por la tarde asistiría a aquella boda y eso no me emocionaba para nada. Además de Ashley, odiaba también los vestidos y los tacones, ambas cosas estaban resaltadas en la invitación.
«Nos vemos a las 3» leí un mensaje de Ericka.
El reloj marcaba las 2:45 pm, antes de ir al local donde se realizaría aquella boda iríamos primero por los vestidos que había escogido Ericka, dijo que serían únicos y que nos quedarían espectaculares. Yo no tenía esperanzas de ello.
—¡Oye! Cambia un poco de humor —dijo Ericka ingresando a la librería.
—También estoy bien —respondí guardando mis llaves.
—Apresúrate, debemos llegar a tiempo —advirtió con bien humor.
—Ya voy...
—Adiós, señor Guss, fue un gusto verlo —dijo despidiéndose de mi jefe.
—Lo mismo para ti —respondió Guss con una sonrisa.
—Nos vemos mañana Guss —me despedí con una sonrisa cordial.
Al salir de la librería un viento frío nos golpeó la cara, Ericka río a carcajadas y no pude evitar seguirle el juego. Caminamos hacia su auto y nos pusimos en marcha hacia la tienda de vestidos.
—No entiendo, cómo es que tú le puedes llamar simplemente Guss —cuestionó de repente.
—Llevó mucho tiempo trabajando con él y a veces soy la que prepara las sopas instantáneas, así que no me sorprendería tener ese derecho —justifiqué.
—El señor Guss es bastante cordial —finalizó Ericka.
Asentí con mi cabeza y nos mantuvimos en silencio hasta llegar a la tienda de vestidos. Al ingresar observamos diversas prendas hermosísimas, coloradas, aperleadas y llenas de brillitos. Oculté mis manos en mis bolsillos para tratar de no tocar absolutamente nada, era muy torpe en los peores momentos y no quería estropear nada de aquella tienda.
—Señorita Ericka —saludó una chica desde el interior de una puerta —, aquí están los vestidos que ordenó —dijo saliendo con dos vestidos enormes.
Un lindo vestido celeste se desprendía de los brazos de la chica, me acerqué emocionada a recibir mi preciado vestido, aún no era consciente de dónde sería que lo utilizaría. Ericka sostuvo un vestido melón con perlitas y ambas sonreímos al sentir la misma emoción. Corrí hacía el vestidor para probarme aquel vestido, acomodé mi cabello rizado en un pequeño moño y salí del vestidor.
Tenía un inmenso espejo frente a mí y me quedé muda al verme tan bien, parecía que me hubiesen sacado de alguna fábula. Ericka salió luego y me miró con felicidad, a ella el vestido le quedaba muy bien y ambas saltamos de emoción.
Ericka era la única amiga que podía sacarme de mi transe depresivo y me sentía feliz a su lado, podía reír, cantar y sentirme libre de aquel sentimiento, fue la única que estuvo conmigo luego de la ruptura con Owen y no era de extrañarse lo buena que era conmigo.
Nota de autora:
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Editado: 11.12.2023