Destierro

16 - Reproches de Vida

Eran las tres de la tarde en el Domo Terrestre y el ambiente helado les daba la bienvenida a los nuevos refugiados. Los cincuenta portales del piso subterráneo de la Central de Comunicaciones funcionaban a toda potencia, el lugar estaba hecho un caos: civiles de todas las nacionalidades se movían a empujones, entremezclando sus equipajes y gritando para llamar a sus familiares. A pesar de que varios Guardianes intentaban ordenarlos, muchos se salían de las filas ocasionando un desesperante desorden. Otros, mucho menos afortunados, salían con rostros pálidos y lágrimas en los ojos.

A la entrada del sótano, sobre la plataforma que subía a la calle superior, algunos recién llegados esperaban a que aparecieran sus seres queridos de un momento a otro; en muchos casos, esperaban horas, tanto tiempo que la desesperación se asomaba por sus rostros como sombras de desesperanza. No tardaban en correr lágrimas por sus mejillas, en algunos casos, se aproximaban a los Soldados de Tierra y les preguntaban a qué hora llegarían los civiles de su país natal. Era tanta su insistencia, que debían sacarlos a empujones.

Muchos de ellos, ya resignados, eran llevados a enormes galpones donde recibirían atención médica, comida y demás atenciones antes de partir al Planeta Delta. Había varias edificaciones subterráneas repartidas por la ciudad para cumplir dicho objetivo, tenían literas, baños compartidos y comedores comunitarios. Ningún refugiado podía quedarse más de dos días en el Domo, de lo contrario, los galpones se hacinarían.

Entre tanto tumulto, el novio de Ira, Clay Mura, esperaba nervioso sobre la plataforma junto a civiles que todavía tenían la esperanza de encontrar a sus seres queridos.

—¿Y John? —Escuchó a su lado, a una señora de unos cincuenta años que tenía un gracioso acento colombiano—. ¿Y este chino por qué no llega? ¿Habrá subido a los portales?

—Yo le dije que lo esperáramos —se quejó un señor que iba a su lado.

—¿No le contesta? —intervino la mujer.

—Suena fuera de área.

Clay respiró hondo y trató de ignorarlos. No quería entrometerse en el dolor ajeno. Hacía ya cinco días que lo habían transferido al Centro de Investigaciones militares del Domo Terrestre. Por lo regular, cumplía su trabajo sin interrupción alguna, pero a diferencia de su frialdad de siempre, en esos momentos, dejó de lado sus obligaciones para esperar a Ira. Había visto los videos captados por las brigadas militares, no tuvo tiempo de despedirse ni decirle que se cuidara, su novia ya estaba en Estrasburgo cuando él se enteró.

Estaba angustiado, no quería perderla bajo ninguna circunstancia. Su Juramento Guardián lo había hecho hacia ella, incluso llenó una solicitud para el General Scott, pidiéndole que la alejara de las ciudades en que el ataque hubiera sido más terrible. Sin embargo, no podía esperar que alguien le diera curso a semejante petición, Ira era la Mejor Guardiana Estelar en esos momentos, seguramente la enviarían a los lugares más peligrosos. Encima de todo y conociéndola, habría hecho algo impulsivo, como atacar a algún Oficial Teurus o tirarse a algún vacío para salvar a alguien.

Se apretó las mejillas con las manos en un acto de ansiedad, debía aceptarlo, la única persona que le importaba era ella, el resto de gente podía morir y él no se inmutaría. Ni siquiera por su entrenamiento como Guardián Estelar, esas ideologías nunca se le habían quedado tan constreñidas como a los demás.

De un momento a otro, el bullicio aumentó, los refugiados se apartaron solo un par de pasos. Clay alcanzó a reconocer a un cansado, herido y sucio Dan entre el tumulto. El joven corría sosteniendo una camilla junto con Mike; sobre ella, yacía el cuerpo de Ira. Los muchachos se abrieron paso con empujones que aprovecharon Siny y Lizbeth, quienes llevaban a Susan. El corazón de Clay se hundió ante el ensangrentado cuerpo de su novia, asustado, se acercó a toda velocidad.

—¡Dan, Siny!

Llamó mientras el grupo se dirigía a los aerodeslizadores del hospital-

—¿Qué diablos pasó?

—Un raso le arrancó el brazo, fue terrible —explicó Siny, angustiada.

—¿Qué? ¡¿Otra vez?! —El joven alzó la voz, horrorizado. Posó ambos dedos en el cuello de la inconsciente muchacha para revisar su pulso. Estaba muy rápido, demasiado—. ¿Cómo pasó esto?

—Solo cumplía su deber —negó Dan con la cabeza. Salieron del piso subterráneo hacia la calle, Clay los seguía de cerca—. Intentaba proteger a una civil, en eso un raso le mordió y le arrancó el brazo.

—¿Le mordió? —musitó Clay, asustado.

***

Sus ojos se abrieron con lentitud, su vista borrosa viajó rápidamente de un lado a otro en la amplia habitación del Hospital Militar. El frenético sonido de la máquina marcadora de pulso llegó a sus oídos, jadeó cada vez más rápido al tiempo en que sentía cómo su corazón golpeaba su pecho. ¿Taquicardia? ¿Qué le ocurría? El dolor del brazo recién perdido se sintió como un desesperante hormigueo y sus extremidades temblaron descontroladas. Movió la cabeza de aquí allá, soltando gemidos desesperados. Sus ojos palpitaban y tenían una constante sensación de quemazón.

—¡Ira, tranquila!

Escuchó la conocida voz de su querido Clay, pero su imagen se distorsionaba y podía oír sus pasos con demasiada claridad. Su rostro se mostró frente a ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.