Todos planeamos nuestro futuro, tenemos grandes sueños y metas que con el tiempo batallamos para conseguirlos, la vida se trata de luchar por lo que te hace feliz, vivir por ello y ser quien quieres ser, eso hacia yo hasta aquel día en donde todo cambio, en el que me di cuenta que toda mi vida ya estaba planeada y mi decisión u opinión no contaban para nada. Antes de nacer, mi vida estaba escrita, mi cuerpo y alma le pertenecían, pero mi ser, junto con esa parte rebelde que todos tenemos se rehusaba a ello, era alguien libre y no dejaría de serlo, lucharía aunque me enfrentara a un campo de guerra donde no tenía ni la mínima ventaja para salir victoriosa.
Pero...cuando lo vi y nuestras miradas se encontraron, una corriente me recorrió. Todo lo que llegue a pensar de ese hombre se esfumó, mi idea de declararle la guerra y hacer hasta lo imposible para que me dejara libre, quedo en segundo plano cuando sentía que podía atravesarme con aquella mirada que poseía.
Me veía como si fuera lo más hermoso que jamás vio, nunca antes nadie me había visto de tal manera. Por otro lado, cada segundo que pasaba, me perdía en esos pares de ojos grises, llegándome a preguntar, ¿si no fueran por estas circunstancias, me gustaría este hombre?, se veía un hombre imponente y fuerte, su altura no pasaría de los 1.85, debía admitir que era guapo, y nunca había visto alguien como él.
—Mi luna —di un pequeño brinco al escuchar una voz gruesa y dura en mi mente, quede un poco desconcertada cuando de nuevo se hizo presente—. No te asustes, soy yo.
Es donde caí en la realidad, es un ser sobrenatural, hablar en mi mente debe de ser una de sus tantas cualidades, solo esperaba que no pudiera escuchar mis pensamientos.
Un atisbo de sonrisa quiso salir, pero apretó sus labios para evitarlo.
—Sabes que te amo como a nada en este mundo, eres la luz de mi vida cariño — habló mi padre, que hasta ahora se había mantenido en silencio. Me llevó un poco lejos para hablar.
— ¿Qué clase de amor es? —pregunté. Cuando iba a responder, lo interrumpí—. Me prometiste que siempre estaríamos juntos cuando madre murió, ahora me entregas a un hombre que nunca en mi vida había visto hasta ahora. No entiendo tu concepto de amor —exclamé con voz rota.
Esto me dolía, ¿Cómo era posible que me entregara a ese hombre? Yo no era ningún objeto al que se podía adquirir, por dios, era como si me estuviera vendiendo.
—Tu destino siempre ha sido estar junto con él, para que atrasar lo inevitable. Eres mi princesa y me duele esto, no sabes cuánto lo hace, pero no puedo hacer nada hija.
Observe como sus ojos se volvían vidriosos a causa de las lágrimas que retenía. Mi padre siempre ha sido un hombre fuerte, nunca lo había visto llorar, ni en la muerte de mi madre...el amor de su vida y que esté a punto de hacerlo ahora, hacía que también lo quiera hacer, pero me prometí ser fuerte.
—Yo formo mi propio destino —declaré con convicción, mientras fruncía mi entrecejo.
—Siempre estaré para ti, no dudes en llamarme si pasa algo.
Rápidamente me cubrió con sus fuertes brazos, dándome ese abrazo que tanto necesitaba y que solo él podía hacerlo, en él me decía que todo estaría bien, pero ahora nada lo estaría, me iría lejos a un lugar desconocido para mí y la única persona que amaba y me quedaba en este mundo, no me acompañaría.
—Te amo —susurré con voz quebrada aferrándome a él. Aspire fuerte dejándome inundar por ese aroma tan característico a mi padre. Sentía que no lo volvería a ver en un largo tiempo, así que debía disfrutar al máximo este pequeño momento.
—Yo te amo más mi pequeña girasol —una traicionera lagrima recorrió mi mejilla. Siempre me llamaba de esa forma cuando era niña—. No olvides guardar muy bien lo que te entregue —susurró tan bajo, que me costó un poco entenderle. Asentí de igual forma—. Más adelante entenderás que es lo mejor para ti, eres única, y lo único siempre es tentativo y peligroso.
—Ya es hora de irnos —su fuerte voz se hizo presente.
Poco a poco me separe de mi padre, teniendo unas terribles ganas de sentirme entre sus brazos nuevamente. Ya lo extrañaba y aun no me iba.
—Cuídala Gabriel —advirtió, con un tono intimidante, casi nunca la utiliza.
—Sabes que lo haré —su voz fue aún más intimidante que la de mi padre.
Su mano buscó la mía para agarrarla, y tirar suavemente de mí para llegar al automóvil. No pasé en alto lo grande que es, la manera en que encajan, y la sensación de hormigueo que me recorrió.
Ya en el auto, volteé a ver por última vez aquel hombre fuerte y amoroso que admiro tanto, me sonrió, y le correspondí con una pequeña mueca. Poco a poco nos alejábamos, mientras era asaltada por pequeños momentos malos y buenos los cuales pase en aquella casa durante 19 años de mi vida.
—No sabes cuánto espere por este momento —su voz me sacó de mis pensamientos—. Sé que me debes de estar odiando, solo espero que con el tiempo ese sentimiento se convierta en amor y llegues a sentir siquiera la mitad de lo que yo siento por ti.
—No podría odiarte, aunque quisiera no podría —suspiré cansada. No conocía ese sentimiento tan fuerte como es el de odiar a una persona, y aunque me estaba llevando en contra mi voluntad, no lo hacía. Por más que lo quisiera odiar, algo no me dejaba—. ¿Cómo se ama a una persona que te aleja de tu único ser querido?, ¿Qué te arrebata todos tus sueños?, ¿Qué te tendrá prisionera a él durante toda tu vida?
—Eres mi mate, tu lugar esta donde yo este —afirmó con voz fuerte, mientras sus ojos grises transmitían... ¿cariño?—. Si hubiera querido te hubiera quitado de los brazos de tu madre cuando apenas eras una bebé Emma, pero no lo hice.
— ¿Gracias? —dije con ironía.
El solo me miro por última vez antes de que su celular sonara, y pasar lo que queda de camino hablando en otro idioma que creo que es alemán.