Kyungsook intentaba salir del trance en el que se hallaba. Su sueño tan profundo no le permitía abrir los ojos, pero luchaba para ello. Algo no iba bien. Sentía que lo estaban observando. Que alguien lo llamaba, que lo incitaba a que saliera de la cama.
Jongin intentaba despertarlo con su mente. Intentaba meterse en su sueño y sacarlo de allí.
Debía convencerlo, atraerlo hasta él, pero no era fácil entrar en su cabeza.
Kyungsook sintió una amenaza, una punzada en el corazón. Debía despertarse. ¿Por qué no podía hacerlo?
Sacó fuerzas de la flaqueza e intentó levantar los párpados. Imágenes borrosas de su habitación aparecían ante el como sombras fantasmales. Empezó a ser consciente del sonido de la lluvia, del viento que acariciaba su rostro. ¿Viento? Intentó abrir más los ojos y dirigió su mirada a la ventana. Estaba abierta.
Intentó aclarar su vista y un sudor frío se concentró en sus manos. ¿Qué hacía la ventana abierta? Antes de dormirse estaba cerrada. Se sentía aturdido.
Hacía años que no se despertaba en la noche. Su sueño duraba desde que se acostaba hasta que sonaba el despertador. Nunca se había desvelado.
Se incorporó y tocó el parqué de la habitación con los pies. Lo palpó buscando sus pantuflas miró su reloj y le dio al botón de alumbrar para ver la hora. No hacía más de veinte minutos que había caído rendido en la cama. Abrió los ojos, despierto del todo finalmente.
Se levantó y entonces vio algo que lo dejó petrificado. Había un hombre oculto en las sombras de la habitación. Un hombre con las piernas y los brazos abiertos vigilaba como un animal que va en busca de su presa. Y a sus pies, Meokmul, su amado perro, estaba tumbado de espaldas con las patas para arriba, durmiendo plácidamente. Estaba durmiendo, ¿no? Asustado volvió a mirar al hombre. Ese tipo chorreaba de pies a cabeza. El corazón de Kyungsook palpitaba alocadamente en su pecho y su respiración se descompasó.
El hombre dio un paso hasta que la luz que se colaba por la ventana lo alumbró. Aquel hombre, vestido completamente de negro, que se había colado en su habitación estaba rodeado por el aura más poderosa que había sentido en su vida.
¿Qué hacía el hablando de auras? ¿Qué sabía el de eso? Sacudió ligeramente la cabeza, esperando que la imagen viril desapareciese de enfrente de el, esperando en vano que fuese un sueño. Sin embargo, hacía años que no soñaba, desde su diabetes.
Más nervioso todavía, comprobó que él se le acercaba.
Era enorme, ese cuerpo lo ocupaba todo, comía su espacio vital de un modo escandaloso. Lo miró a la cara. Por el amor de Dios, er
a lo más hermoso que había visto en su vida. Tenía el pelo largo, del color del azabache, ligeramente ondulado y le caía sobre su rostro. Los mechones goteaban agua y resbalaban por su cara, siguiendo cada uno de sus estilizados rasgos.
Su cara... Jesús. Esa cara era pura sensualidad. Una promesa que escondía una dulce virilidad en su expresión, aunque nunca imaginó que los adjetivos dulce y viril pudiesen conjuntar. Los ojos miel más increíbles del mundo, la nariz perfecta, los labios gruesos, un hoyuelo en la barbilla.
Como Kyungsook. El de él mucho más pronunciado.Un calor inesperado empezó a recorrer su estómago.
Tragó saliva. Jongin lo miró de arriba abajo. Había respondido a él. A su llamado. Lo tenía enfrente, con su tez palida,su fleco de caía sobre su frente. Su pecho se alzaba agitadamente como si hubiese corrido un maratón. Su delicioso pecho, . Mmm... Qué ganas tenía de morderlo y succionarlo. Lo miró fijamente a los ojos.
Era dulce y aunque le doliera admitirlo, precioso. Con excitación miró su boca.
Kyungsook se humedeció los labios sabiendo que él estaba mirándole la boca. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué no salía corriendo de la habitación y gritaba para que lo ayudaran? Había alguien, un dios pagano de la belleza. Estaba a solas con Kyungsook en su dormitorio... ¿Por qué no podía moverse?Intentó dar órdenes a sus extremidades, pero éstas no la obedecían. ¿Cómo había entrado y burlado todos los sistemas de seguridad que el paranoico de su padre había puesto en torno a la casa?
Jongin siguió su lengua y rugió por dentro. Era dulce, sí. Y atrevido también.
—Ven —le dijo Jongin con la mirada fija en su boca.
Kyungsook se quedó estático en su lugar. ¿Qué pasaría si se movía? Tenía la sensación de que ese extraño de atractivo demoledor, podría hacer lo que quisiera con el. Bueno, con el y con quien le diera la gana.
Jongin volvió a darle un empujón mental. ¿Por qué no respondía Kyungsook? Seguramente había sido Seo Joon.Seo Joon le había enseñado a protegerse de ellos. Lo había instruido a erigir barreras mentales para que las ondas no pudieran llegar a el. Mientras pensaba eso, un músculo se tensó en su barbilla.
Kyungsook logró dar un paso atrás. Empezaba a temblar.
—Ven —repitió él.
Su voz era melosa y cautivadora. Pero no podía ir. Esa persona era un extraño, y aunque era capaz de ver la excitación en sus increíbles ojos, excitación por el, había algo vengativo en su mirada y aquello lo asustó, aunque el era consciente también de su propia excitación. Qué descabellado era sentirse excitado por un hombre que no conocía y que además parecía no tener buenas intenciones. Qué diablos... Es que además se había colado en su casa.
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Editado: 12.05.2023