Jongin se encontraba en su casa. Tendido sobre su cama todavía podía oler en el colchón el perfume de Kyungsoo. Herido y abatido, había perdido tanta sangre que apenas tenía fuerzas para caminar, pero el aroma de él lo mantenía todavía despierto.
Chanyeol y Leo estaban muy preocupados por él. Si Jongin no lograba recuperar a Kyungsoo, él no podría sanar ni usar sus poderes. Una vez se había bebido de él cáraid ya no se podía volver a beber de nadie más por riesgo a acabar perdiendo el alma. Sólo de él se podía. El cáraid lo mantendría con vida hasta la eternidad, igual que el vanirrio a él. Su sangre se convertiría en el mejor manjar, en el origen de su poder. Sin este, poco a poco, el vanirio perecería. Y si bebiera más de una vez de otro que no fuera su cáraid perdería su alma y se convertiría en un nosferátum.
Chanyeol atendió las heridas. Las limpió y le puso una pomada cicatrizante que poco haría en aquellos cortes profundos y en aquella carne quemada y lacerada. Le había costado extraer los trozos de cristales que se habían quedado clavados en su espalda y alrededor de la columna.
Jongin recordaba la cara de Kyungsoo cuando vio a Meokmul. Lo que él no sabía es que él había encargado a Chanyeol que se llevara al perro con ellos el mismo día que lo sacaron de Busan.
Entonces no entendió muy bien por qué iba a tener ese detalle con él, teniendo en cuenta que lo odiaba. Pero tal como habían ido las cosas luego no podía más que agradecer aquel instinto, aquella intuición. Aquel gesto podría hacer que ganase puntos con respecto a él.
Había sonreído por aquella sorpresa. Él lo había hecho sonreír, y quería volver a hacerlo. Estaba tan arrebatador con aquella sonrisa blanca que le llegaba a los ojos. ¿Y sus dientes? Sus colmillos eran pequeños, delicados y sexys. Estando como estaba, manteniéndose con las fuerzas que tenía en la recámara, sintió como se despertaba su virilidad. Ni medio inconsciente podía apagar el fuego que avivaba Kyungsoo en su interior.
Iba a ser su fin. Kyungsoo no podría perdonarlo. Kyungsoo no se entregaría a él. Pero había intentado protegerlo de los latigazos y además había oído cómo insultaba al prepotente de SeungHyun por haberle pegado.
Y luego todavía no sabía si el contacto de su mano en la cara y los ojos tristes y llenos de dolor de su cáraid eran resultado de su abatimiento o realmente había pasado.Lo necesitaba. Necesitaba tocarlo y sentirlo. Y todo, todo lo que le pasaba ahora, lo merecía. Ley de causa y efecto.
Gruñó y hundió la cara en la colcha.
De nada servía lamentarse. Sus fuerzas irían menguando, volvería su mortalidad y con un cuerpo humano esas heridas le producirían fiebres, infecciones e incluso la muerte. Y si no eran esas heridas cualquier enfrentamiento con un lobezno, un nosferátum o un humano con un arma podría matarlo. Y si no, finalmente, lo mataría la sed que sentía por él. Ahora era vulnerable. Sin la alimentación de su cáraid, su cuerpo perdía todo el poder. Una debilidad que había sido capricho de los dioses. Los maldecía con toda su furia.
Pero no se iba a rendir. Aquel guapo hombre de ojos lila y pelo azabache estaba muy equivocado si creía que él lo iba a dejar en paz. Lucharía por él hasta que su magullado cuerpo aguantara.
El dolor le advertía de que no aguantaría mucho, pero mientras tanto tenía que ir al aeropuerto en unas horas a recoger un regalo para Kyungsoo.
Se encontraba en su nueva habitación. En la mansión de su abuelo MinJoon. Había que admitir que su abuelo tenía un gusto exquisito para la decoración. En menos de doce horas, realizando unas cuantas llamadas y desplazando a todo un equipo de decoradores hasta su mansión, había preparado toda un ala sólo para el uso de Kyungsoo. Una zona sólo de su uso exclusivo, con todas las comodidades que una persona de su edad podía necesitar. La habitación había sido pintada en tonos ciruela y la habían transformado en una suite de lujo, muy informal y joven. Ordenador, pantalla de televisión extraplana, equipo de música... El baño lo habían redecorado colocando una bañera hidromasaje de casi tres metros de diámetro. Y al lado, en una habitación contigua, habían montado un vestidor en tonos violeta pálidos que no tenía nada que envidiar al de nadie.
Sí señor. Su abuelo tenía clase y a un montón de gente dispuesta a trabajar para él. Pero nada de eso lo había hecho olvidar lo vivido.
Sentado sobre la cama, apoyado sobre los grandes cojines de plumas, pensaba sobre lo dicho por Sehun.
«... Intenta escucharlo. Habla con él. Perdónalo.» Miró por la ventana. Eran las cinco de la tarde y pronto oscurecería. Estaba decidido a escuchar. Decidido a entender, si podía, el comportamiento de Jongin. No había dormido en toda la noche. Se sentía pesado y aturdido por lo que había visto. El cuerpo de Jongin magullado. Abierto. Sangrante.
Se cogió las rodillas y hundió la cara contra ellas. Tenía un nudo en el estómago y unas ganas de llorar y gritar que no acababa de comprender.
Dolía. El sufrimiento de ese hombre le dolía como si fuera suyo y las ganas de calmarlo lo corroían hasta el punto de volverlo loco. Sentía como si alguien le estuviera estrujando el corazón como una bayeta.
Esa noche, agarrado a las sábanas, había sentido como el frío y la soledad venían a por él.
Sofocado, había caminado por la habitación frotándose los brazos y pensando en él. En sus ojos, en su boca, en su pelo, en su cuerpo. Todo él exhalaba peligro por todos sus poros, pero después del castigo lo había visto doblegado y a Kyungsoo le había preocupado su bienestar. Después de lo que él le había hecho ahora resulta que Kyungsoo se sentía mal por su dolor. Jongin podía asustar, pero él ya no sentía miedo. Ni de Jongin ni de él mismo. ¿Por qué? ¿Qué le estaba pasando con ese hombre?
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Editado: 12.05.2023