«2003»
Noah.
—¡¿Lily?! —susurro ansioso mientras termino de subir las escaleras.
Estaba llorando. Otra vez. Lo sé porque la conozco, viene aquí a desahogarse, además, la escucho desde aquí.
Al llegar arriba observo el sitio como de costumbre. Varios recuerdos golpean la puerta de mi mente que sin lugar a dudas les recibo. Risas a su lado, llantos derramados y eso sin mencionar todas las confesiones que estas cuatro paredes ocultan como secreto.
Observo su sitio habitual, donde se abre tal y como es ella, donde suele confiarme sus palabras y sus momentos; y no me equivoco porque justamente allí estaba ella. Frustrada, deprimida y sin una pizca de su alegría habitual.
—¿Te golpeó otra vez, no es así? —pregunté mientras me sentaba a su lado.
Asintió sin dudarlo.
Era claro, evidente y certero. Tenía marcas rojas en sus pequeños brazos que con los días se volverían moratones. Sus pequeñas manos estaban escondidas en lo que podría llamársele una chaqueta. Quería llorar con ella, por todo lo que le sucedía, quería por un segundo ser ella y evitar que todo eso le pasase. Su dolor también era el mío.
—¿Quieres hablar de eso? —pregunto, pero lo niega sin pensarlo.
Sus lágrimas corrían tan deprisa que mi corazón se comprimió. Esta no era la niña que hace unos años yo conocía, no era la niña de ocho años que jugaba conmigo normalmente. Pero estaba pasando momentos duros, comenzaba a notarlo. Sus lágrimas no eran las mismas de hace semanas, sus crisis no eran todas las noches y lo peor es que yo no sabía cómo manejar la situación.
Me senté junto a ella y la acerqué a mí, coloqué su cabeza en mi pecho y la rodee con mis manos. Si nadie podía protegerla al menos yo iba a brindarle unos minutos de seguridad. Ese era mi papel y iba asumirlo.
Mi acto le causó más lágrimas y a mí más dolor.
—Tengo miedo... —susurró entre lágrimas—. Algún día... algún día la matará a ella... y luego... luego...
«¡No! No podía permitir que dijera eso. Iba a protegerla con mi vida, no sabía cómo, pero lo haría. Prometía hacerlo.»
—Shhhh... —le corté.
No quería torturarme oyendo eso. No soportaba verla así y menos oírla hablar de esa manera.
—Ya no puedo más... Noah. —confesó.
—No digas eso. —«Me lastimas. Nos lastimas a ambos con esas palabras.»
No soportaba la idea de que algo le pasara. Ella sacaba las sonrisas más profundas que yo escondía, sus estúpidas ideas eran maravillosas y sus sonrisas reflejaban ese tipo de felicidad que no cualquier niña es capaz de representar. Pero ella era ella, diferente en todo el sentido de la palabra y única, así la quería yo y por eso no podía imaginarme la vida sin ella.
—Necesito que me prometas algo ¿de acuerdo? —tomé sus mejillas con ambas manos y la obligué a mirarme; pero sus ojos me destrozaron el alma, quizás hasta lo más profundo de ella. Retiró sus ojos y se escondió entre mis manos—. Por favor, Lilian. Mírame.
Mi voz estaba a un tono de resquebrajarse. Pero tenía que ser fuerte para ella.
—No puedo prometer algo que no cumpliré. —confesó en voz muy baja—. Y tú no puedes confiar en alguien que no cumple sus promesas.
Esas palabras... lo fueron todo y al mismo tiempo significaron nada. Definitivamente ella estaba destrozada.
—No, Lilian. Confiaré en ti como siempre lo he hecho. —le forcé—. Y tú debes prometerme que pase lo pase me confiarás todo. Debes hacerlo por mí... pero principalmente por ti ¿de acuerdo?
No prometió nada.
—¿De acuerdo?
Pero el silencio protagonizó la escena e hizo que mi dolor por toda la situación empeorara. Ella podía ser capaz de todo y perderla era lo único que podía matarme.
—Perfecto, entonces. —ironicé—. Si no puedes prometerme nada como mi mejor amiga, significa que no somos nada. Así que... puedes irte.
Fue duro pronunciar cada palabra, pero la conocía de un tanto que si eso iba a convencerla pues no me pesaría decirlo.
Me dirigí a la pequeña puerta de la casa y la abrí. Estaba literalmente echándole, como si ella no significara nada para mí, pero al contrario, significaba todo lo que nunca había tenido.
No quería voltear a mirar su rostro, iba a ver una destrucción devastadora. Iba a observar como algo importante para mi se derrumbaba en ira, lágrimas y depresión.
Lo que observé a continuación fue increíble. Se levantó de su acostumbrado sitio y caminó hacia la salida.
«Esta vez no iba a prometerme nada.»
Pero cuando llegó a la pequeña puerta se giró y me miró a los ojos. No sabía descifrar si esto significaba lo último o quizás un todo.
Mi corazón se aceleró al instante...