108 años atrás.
En medio de la primera guerra mundial ya se había generado una gran preocupación por el decaimiento de la economía, la mano de obra y la comida. Las fuerzas armadas incrementaron con la introducción de alistamientos forzosos, produciendo una mayor uniformidad social.
-Mi socio me ha informado del buen manejo de la biblioteca Shin -cruzó sus manos -en medio de una guerra es algo, dudoso, que esto funcione y produzca una buena economía.
-Manejamos una editorial
-Entiendo -susurro -y creo que así mismo entiende la economía del país.
-¿Cuál es su punto?
-¿Que mantiene viva su economía?
Kilian tragó saliva con dureza, sin dejar de mirar el rostro del hombre viejo y delgado, acercó el vaso con agua a sus labios y le dio un sorbo.
-No creo que sea así, solo la mantengo estable. Como dije, también somos una editorial.
-Manejo la importación y la exportación. Sé que ustedes son una gran editorial, y creo que podemos empezar a exportar periódicos a otros países, en realidad ya tengo unos en mente con los que podemos empezar.
-En realidad, no estoy…
-¡Oh, vamos! Seamos sinceros, en un santiamén, tu biblioteca quebrara -Kilian soltó un suspiro, y entreabrió sus labios para articular palabra, pero él lo interrumpió -Hay algo más, quisiera que esto no fuera temporal, quiero que creas en mi palabra como hombre. ¡Pasa! –exclamo enseguida.
La puerta se abrió dejando entrar una de las criadas de la casa y tras de ella, una hermosa mujer de estatura promedio, que usaba un elegante vestido, ceñido a su delgado cuerpo. Su cara era alargada, de ojos grandes de orbes azules, de pestañas largas y abundantes, cejas rectas, nariz fina, labios delgados y piel blanquecina. Su cabello rubio y ondulado lo llevaba recogido en un moño, y su cabeza estaba cubierta por un sombrero ancho de paño.
-Siéntate –apunto al mueble que estaba al frente de Kilian, ella acató la orden -Señorito Kilian, ella es mi hija mayor, Paula.
-Un gusto señorito Kilian -hizo una leve reverencia que fue correspondida por el contrario.
-Señor Martínez, no entiendo su punto -Kilian no era ningún tonto, en realidad sabía muy bien lo que quería aquel hombre rico.
-Matrimonio -sonrió.
-¿Matrimonio? -alzó una de sus cejas mientras trago saliva con dureza.
-Mi padre sabe escoger muy bien mis gustos -sonrió con dulzura -he estado algunas veces en su biblioteca, me parece maravillosa. Además que el socio de mi padre ha comprobado el excelente manejo y economía del lugar, y la gran inversión que ofrece mi padre pueden beneficiar a las dos partes.
-Entiendo. Pero no busco un compromiso en este momento.
-Por favor, señorito Kilian, usted es un hombre joven y bastante comprometido -se acomodó en su asiento -si es necesario, me reuniré con sus padres para concretar un compromiso.
-Pero…
-¡Eso es! -exclamó feliz -nos más pero, quiero a reunirse con sus padres mañana mismo.
-Excelente, padre -sonrió ella.
-¡No es necesario! -los presentes quedaron anonadados -Solo pienso que debería relacionarme con la señorita Paula antes de concretar un compromiso formal.
-¡Delo por hecho!
Las cafeterías y algún que otro restaurante elegante, eran lo que habían visitado esa última semana. Kilian aún no sabía cómo terminar con ello y cada día que pasaba, estaba más claro que sería más difícil terminar con aquella farsa. El concepto “Matrimonio” para Kilian era algo que provenía de un compromiso de amor, de dos personas que se aman, que construyen sus proyectos uno al lado del otro y se apoyan mutuamente.
Una tarde de invierno, Elián llegó junto con los gemelos de su escuela. Elián, quien estaba al tanto de Kilian y Paula sobre la organización de la comida para hacer formal su compromiso y lo cual supuestamente formaría una buena situación económica de la biblioteca, lo tenía algo decepcionado, pero tampoco se opondría a nada. Pero los gemelos no tenían conocimiento de lo que ocurría, ni de quien era aquella mujer que estaba con su padre todo el tiempo, y eso los colocaba un poco celosos, en especial a Jano.
-¡Papá! –Grito Jano, emocionado, al entrar por la puerta de la biblioteca -¡Estamos en casa!
Kilian y Paula se giraron hacia dónde provenía la voz infantil, esta última con el ceño fruncido -¿Qué ha dicho? –susurro.
-Buenas tardes, señorita –saludó amablemente Jano, haciendo una reverencia, acompañado de su hermano que estaba junto a Elián.
-Buenas tardes a los dos –saludo Elián, para luego llevar a los niños a su residencia –vamos niños –dijo tomando a Jano de la mano antes de que este se lanzara a abrazar a Kilian, como era típico de él después de que llegara de algún lugar de afuera.