Destino Inquebrantable

Capítulo 9

Vera

 

¿Qué acababa de hacer? No podía casarme; no estaba dispuesta a aceptar ese destino, especialmente con Etsian, quien no merecía nada de mí. Aprovechando la velocidad que mi condición de diurna me otorgaba, avancé rápidamente e intercepté a Etsian al llegar a la puerta de salida del invernadero.

 

— No me casaré contigo — declaré colocándome frente a él.

 

— Acabas de aceptar — manifestó, al mismo tiempo, que se borraba la sonrisa que había en su rostro.

 

— Me arrepentí, solo quería que te marcharas — le dije y, una vez aclarado el punto, quise regresar a mi actividad, pero él me detuvo, tomándome por la muñeca.

 

— No te permito cambiar de opinión, Vera. Serás mi esposa, y en dos días te irás conmigo a Annun — decretó como si pudiese darme órdenes.

 

— Claro que no — refuté observándolo con incredulidad.

 

— Sí, lo harás — insistió.

 

— No, buscaré a alguien con quien realmente quiera casarme, alguien mejor que tú.

 

— ¿En serio? Pues entérate de que de todos los reyes que hay aquí, los únicos solteros somos tu hermano y yo.

 

— No me refiero a tu estúpido título — me zafé de su agarre bruscamente. — ¿Acaso crees que soy tan superficial como para casarme con alguien por su condición social? Es evidente que no me conoces para nada.

 

— No me provoques, Vera — hizo un ademán con su mano abierta, acentuando sus palabras, para luego mesarse el cabello, con exasperación.

 

— Deja de fastidiarme, Etsian. No veo la hora de que te largues de una vez a tu reino de bárbaros.

 

— ¿Qué pasa aquí? — Sonó la voz de mi mamá, haciéndome lamentar mis palabras, pues aquel era también el reino en el que ella había nacido.

 

Al girar a la derecha, nos encontramos con mis padres avanzando hacia nosotros, tomados de la mano. Etsian, astutamente, no desaprovechó la oportunidad de expresar su descontento ante mi decisión, consciente de que ellos probablemente abogarían a su favor. Esta situación me generó una sensación de injusticia terrible.

 

— Pasa que Vera piensa que puede jugar conmigo, acaba de aceptar casarse conmigo para luego de unos minutos querer retractarse.

 

Mis progenitores se miraron entre sí y luego me observaron con decepción.

 

— ¿Has aceptado, Vera? — Preguntó papá.

 

Sentía la garganta con un nudo, al borde del colapso debido a la tensión. Sabía que si decía que sí, él me obligaría a cumplir mi palabra, pero al mismo tiempo, era consciente de que no podía mentirle a mis padres. Miré a Etsian con resentimiento, y sus ojos me desafiaban, retándome a contradecir sus palabras.

 

— Sí — admití. — Pero...

 

— Entonces no hay nada más que decir — me interrumpió papá.

 

Preferí guardar silencio, sintiendo la impotencia crecer en mí hasta el punto de pensar que podría llorar allí mismo.

 

Me alejé de la escena, regresando al castillo mientras dejaba a mis padres atrás; Etsian me siguió. Aunque podía imaginar la estúpida sonrisa de satisfacción en su rostro, estaba decidida a demostrarle cuánto se equivocaba.

 

— Bien — me detuve a mitad de camino y lo enfrenté. — Me casaré, pero necesito tiempo para adaptarme a la nueva situación.

 

— Adaptarte a qué, Vera. Siempre has sabido que serías mi mujer, incluso antes de que yo lo supiera — replicó con expresión de hastío.

 

— Tengo que acostumbrarme a dejar atrás mi vida actual, aunque lo que digas puede ser cierto, yo había planificado otra cosa.

 

— Puedo entenderlo.

 

— Bien, podemos acordar... acordar un tiempo prudencial... tal vez un año o dos...

 

— ¿Un año o dos de qué?

 

Etsian me miró como si dijera algo absolutamente ridículo.

 

— Hasta que nos casemos, claro — expliqué.

 

— ¿Qué?

 

— Así yo... podré aceptarlo y... tener mi cabeza en orden... — Yo hablaba buscando la forma de que él entendiera.

 

— Después de que celebremos el pacto, tienes todo un año para hacer lo que pides.

 

— ¡No! Yo no quiero celebrar el pacto ahora...

 

Él comenzó a caminar hacia el castillo, adelantándome.

 

— Tienes dos días para prepararte y te marcharás de aquí conmigo.

 

— Etsian, escucha... ¡Por favor! — Supliqué siguiéndolo. — Tan solo un año — él no me respondía. — Al menos seis meses... ¡Etsian! — Se detuvo cuando llegábamos a la puerta. — Por favor, aunque tan solo sean dos meses.

 

— Te daré un par de meses — aceptó volviéndose a mirarme. — Pero en Annun.

 

Él tenía los brazos cruzados sobre su pecho, en clara señal de intransigencia.

 

— Hace un momento dijiste que me darías todo el tiempo que quisiera — le recordé.

 

— Fue cuando no habías hecho todo este… espectáculo — ahora sería mi culpa todo. — Solo dos meses, Vera.

 

Retomamos el camino hacia el interior del castillo.

 

— De acuerdo, pero no puedo viajar ya mismo — tenía que encontrar alguna forma de poner distancia entre nosotros. — Tengo que preparar mis cosas.

 

— Pues ponle prisa, porque tienes dos días.

 

— Te odio, Etsian.

 

— Mientes — afirmó deteniéndose, pero sin mirarme.

 

— Haré que te arrepientas de esto — afirmé con convicción.

 

Él se volvió.

 

— Si haces algo para malograr nuestra... incipiente… relación, esos dos meses se reducirán semanalmente, Vera.

 

Él se encaminó hacia el salón, mientras yo me dirigía a mi recámara. No podía creer que en un momento de estupidez hubiera malgastado todo por lo que había luchado durante toda mi vida. Mi libertad, en un abrir y cerrar de ojos, quedó completamente sepultada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.