Vera
Tras reflexionar un momento, opté por atender las palabras sabias de mamá; después de todo, la opinión de alguien con experiencia seguramente abriría mi mente. Me vestí y me encaminé hacia la habitación de la sacerdotisa.
— ¿Madre Diani? — Llamé tímidamente, luego de dar dos toques en su puerta.
— Pasa — habló con voz cristalina.
— No quisiera molestarla — dije acongojada, me introduje lentamente en la habitación. — Es que yo...
— Espera — me interrumpió. Ella se acercó y su mano izquierda envolvió con suavidad y calidez mi garganta. Fue casi un alivio instantáneo, pues no me daba cuenta de la angustia que pesaba sobre mí. — Ahora habla.
— Siento mucha confusión, entre mis sentimientos y mis pensamientos. Y no sé lo que quiero.
— Entre mi rey y tú hay lazos de muchas vidas, que los unen y los atraen inexorablemente.
— Lo sé, es solo que... una parte de mí se rebela ante ello.
— Los lazos pasados se pueden romper, pero debes desear realmente hacerlo.
Las palabras de la sacerdotisa me sorprendieron y, al mismo tiempo, me brindaron una luz de esperanza. La idea de cortar los pactos anteriores sugería la posibilidad de que todos los intensos sentimientos que nos embargaban pudieran desvanecerse. Tal vez así podríamos tomar decisiones más racionales y elegir con la cabeza fría.
— ¿Y qué tendría que hacer?
— En primer lugar, retrasar el pacto hasta la próxima luna roja.
— ¿Y eso cuándo será?
— En cuatro lunaciones.
— Eso es mucho, él me ha dado solo dos — declaré con pesar.
— Puedes hablar con él y convencerlo de que es lo mejor.
— Él no me escuchará.
— Si eres astuta, encontrarás la forma. Además, te sugiero que aproveches a conocer a Etsian en estos meses, quizá cambies de opinión.
Estuve a punto de negarme, pero ella tenía razón.
— Lo haré. Gracias.
De vuelta en mi habitación, llevaba una perspectiva renovada en mente. Si hubiera conocido esta información antes, quizás habría evitado derramar tantas lágrimas, pero me reconfortaba saberla ahora. Me recosté para descansar, sintiéndome mucho más tranquila y enfocada en algo distinto que no fuera la injusticia de la vida que parecía cernirse sobre mí.
Al día siguiente, con las palabras de la Sacerdotisa Diani resonando en mi mente, llegué a la conclusión de que no tenía sentido unirme a los convites. Después de todo, ya no podía elegir a nadie. Pasé la primera noche en calma en mi habitación, evitando la cena porque me sentía desganada. Sin embargo, en la tarde del segundo día, Etsian hizo acto de presencia.
Abrí la puerta y, quedándome allí, no lo dejé ingresar.
— ¿Qué quieres? — Inquirí fingiendo indignación.
— Que bajes a la velada conmigo — dijo directamente.
— ¿Contigo? ¿Para qué?
— Anour anunciará nuestro compromiso.
Sentí que el calor de la ira poblaba mi rostro.
— ¿Te atreviste a pedirle … eso … a mi hermano? — Lo acusé casi sin poder pronunciar las palabras.
— No, no le pedí "eso", como lo llamas. Simplemente, le informé de nuestro acuerdo y él propuso hacerlo público.
— Pues le dirás...
— No, no le diré nada — interrumpió. — Te pondrás un bonito vestido y bajarás junto a mí.
— No quiero hacerlo, es suficiente que he accedido a irme contigo, yo no quiero pasar semejante vergüenza.
— ¿Te avergüenzas de ser la próxima reina de Annun?
— Todos saben que te odio, con qué cara me presentaré ante todos como tu …p...
— Mi prometida.
— Lo que sea, no quiero hacerlo.
— Eres una malcriada, caprichosa, Vera. Pero te aguantas tus tonterías y bajas, porque si no lo haces, ya sabes lo que pasará con tus estúpidos dos meses.
— Qué… insufrible…
No pude terminar porque se abalanzó sobre mí para besarme, quedé atrapada contra el marco de la puerta y su beso hizo que mis rodillas temblaran, sus labios eran firmes y decididos, aunque sabía que debía resistir, no pude. Deslicé mis manos por su pecho hacia su cuello y respondí. Mi boca se abrió y su lengua comenzó a explorarme, enroscándose con la mía en una danza loca y pasional.
Etsian me levantó levemente y entramos en el cuarto, yo me sentía en extremo deseosa, esto era lo que había querido siempre. El placer y la satisfacción que me provocaban rendirme ante él era supremo, pero no podía dejarme llevar de esta manera por los instintos, yo necesitaba saber verdaderamente qué era lo que sentía, sin los condicionamientos de los matrimonios realizados en otras vidas.
Estas cosas tenía en mi mente, ahora debía hacer que mi cuerpo lo comprendiera, pues no solo continuaba prendida de aquel beso apasionado, sino que mis piernas se habían levantado encaramándome sobre él y solo caí en conciencia cuando el poste de la cama tocó mi espalda.
— Espera... —Hablé separando mi rostro.
— Vera…
Una de sus manos se había escabullido entre mis piernas y de repente sus dedos invadieron mi intimidad robándome un gemido.
— Etsian, por favor... — supliqué empujando su hombro con mi mano para hacer que comprendiera.
— Tu me amas, Vera — afirmó, aunque había detenido sus movimientos, mantuvo su postura.
— Necesito estar segura — insistí, algo jadeante.
Él también respiraba de forma agitada y parecía estar haciendo un esfuerzo por contenerse. Entonces, quitó su mano de mi intimidad y se llevó los dedos a la boca para saborear mis fluidos. Yo no podía creer que él había hecho eso, me sentí arder de repente.