Destino Inquebrantable

Capítulo 12

Vera

 

Cerré la puerta tras su partida y me recosté sobre ella, consciente de la necesidad de idear una estrategia efectiva. Si no lo hacía, me encontraría muy pronto celebrando el pacto, algo que quería evitar a toda costa. No recordaba que él fuera de esta manera; siempre se había mostrado bastante mesurado. Aunque no tan controlado como mi hermano Anour, ciertamente no era así.

 

Mi cuerpo estaba lleno de una revolución de deseo después de su partida. ¿Cómo podría bajar ahora? La idea de darme un baño cruzó mi mente, así que tomé mi bata y me dirigí al baño de las mujeres. Afortunadamente, estaba vacío, ya que la mayoría debía estar de camino a la cena. Me desvestí y me sumergí en el agua, buscando apaciguar los reclamos de mi cuerpo.

 

En cuestión de minutos, logré relajarme y me sentí lista para poner mi mente en marcha. ¿Cuál sería mi siguiente paso? En primer lugar, decidí bajar a la fiesta, aunque evitaría el banquete, ya que los nervios no me permitían tener apetito. Más tarde, me presentaría allí. Sería lo que él deseaba: un vestido hermoso, una sonrisa en el rostro y... ¿Tal vez lanzarle algo por la cabeza? No, no, sería más astuta que eso. Optaría por comportarme como la reina que él anhelaba; después de todo, para eso me habían educado.

 

Salí del agua, reflexionando sobre la ropa que elegiría. Después de ponerme la bata, me encaminé hacia mi habitación. Al llegar, me encontré con Zenit, quien se dirigía a visitarme.

 

— ¿Otra vez no bajarás? — Preguntó.

 

Ella se encontraba lista para la velada, con un vestido precioso y un peinado muy a la moda.

 

— Bajaré a la fiesta más tarde — respondí cruzando la puerta de mi recámara.

 

— ¿Deseas que te ayude? — Zenit siempre estaba dispuesta a colaborar conmigo, pero yo no quería aguarle la velada, ella seguramente estaba deseosa de bajar a la fiesta.

 

— No, muchas gracias — respondí. — ¿No deberías ya bajar?

 

Comencé a buscar el vestido que me quería poner.

 

— Aún falta un rato.

 

— Mejor háblame de tus cosas, he estado tan enfrascada en lo mío que estos días ni nos vimos.

 

— Nos vimos, pero estabas muy enojada como para hablar. ¿Qué ha cambiado?

 

— Zenit, no quiero hablar de mis problemas, todo es lo mismo que la última vez. Cuéntame tú.

 

— Pues nada, el amor de mi vida sigue ignorándome y yo sigo mi vida como si nada.

 

Observé los ojos de Zenit, unos iris grandes y azules que reflejaban tristeza. Siempre llamaba a alguien "el amor de su vida", pero nunca revelaba quién era. En alguna ocasión sospeché que podría ser Lail, pero ella lo negó.

 

— ¿Y cuándo me dirás quién es? — Inquirí con curiosidad, ella y yo éramos amigas de tanto tiempo, nunca comprendí por qué me ocultaba esto.

 

— Pues, ahora que te casarás con Etsian creo que puedo decirlo.

 

— ¿Qué tiene que ver? — me volví a mirarla mientras me peinaba.

 

— Es Lail y tiene que ver mucho, porque era una de tus opciones — declaró como si fuera algo muy obvio.

 

— Zenit, Lail es mi amigo, nunca fue una opción — expliqué.

 

— Él no pensaba lo mismo.

 

Zenit caminó hacia la ventana y observó el patio, hacía esto siempre que se ponía nerviosa.

 

— Claro que sí, incluso lo hablamos ayer... o la última noche que bajé a la recepción.

 

— Pero si le gustas, siempre ha sido así.

 

— Sí, pero Zen, les gusto a todos, es porque soy bella al igual que mi madre, pero eso no significa que esté enamorado de mí.

 

Ella hizo un gesto con los ojos, como si yo dijera una tontería.

 

— Deberías intentar acercarte a él — la alenté.

 

— Pero, si ni me ve.

 

— Tampoco lo intentas, además eso es mentira, muchas veces hemos estado juntos y él se ha mostrado amable contigo.

 

Terminé de peinarme y me senté en la cama junto a ella.

 

— Es amable por consideración a ti que me arrastras contigo a todos lados, pero no porque se interese de ninguna manera por mí, ni siquiera amistosa. Además… No creo que pueda hacerlo...

 

— Al menos inténtalo o yo misma le diré de tus sentimientos.

 

— No te atreverías.

 

— Pruébame.

 

— No te atrevas a hacer nada, Vera. O perderás mi amistad para siempre.

 

— De acuerdo suspiré, pero quiero verte intentarlo.

 

Ella se fue y yo me quedé sumida en mis pensamientos, evaluando mi situación con detenimiento. A pesar de querer despejarme, me resultaba imposible escapar de mis propios problemas. Seguramente, mis seres cercanos, e incluso Etsian, pensarían que estaba perdiendo la razón. Explicar lo que realmente sentía era una tarea ardua; mis emociones eran un laberinto del cual apenas podía encontrar una salida.

 

Era verdad que Etsian me atraía, y sentía por él algo que se me asemejaba mucho al amor. Pero este era un sentimiento nacido de la nada, de tan solo verlo de niños, yo me sentía así. Me parecía algo sin sentido, porque realmente como adultos no habíamos compartido nada, nos conocíamos muy poco. A pesar de que poseía todas las cualidades deseables para un matrimonio, sentía en lo más profundo de mi ser la necesidad de enamorarme genuinamente, de ser amada por quien soy, como me había aconsejado mi amigo Lail. No estaba dispuesta a conformarme con menos.

 

Con cada pensamiento, sentía crecer la urgencia de encontrar una solución a este conflicto interno, de hallar la manera de conciliar mis deseos con las expectativas de aquellos que me rodeaban. Mi resistencia hacia la idea de unirme a Etsian iba más allá de un simple resentimiento infantil. Necesitaba encontrar la manera de transmitirle esta convicción, de hacerle entender que lo que anhelaba trascendía las apariencias y las expectativas sociales.




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