¿destino o casualidad?

5. Sin que les importe nada que suceda alrededor.

Al día siguiente Evan se encontraba en el escritorio de su oficina, sonriendo como idiota al recordar a la ya no tan misteriosa chica. Por lo menos sabía su nombre.

Diane.

—Evan, Evan, ¡Evaaannnn!

La voz de su amigo lo saca de sus pensamientos y sin borrar su sonrisa le mira a los ojos.

—¿Por qué estás tan sonriente? —pregunta Erick con cautela.

Era muy raro verlo feliz, desde hace dos semanas que, incluso, había que obligarlo a comer y sacarlo a la fuerza de su habitación. No era que no estuviese aliviado, sólo era... raro.

—¿Yo? No estoy sonriendo —responde sin borrar su sonrisa.

Erick empieza a dudar de la cordura de su amigo, aunque no parece loco solo entusiasta. ¿A qué se deberá? ¿Sería posible que haya vuelto con su exprometida?

—No me mires así —reclama un ofendido Evan—, sé lo que estás pensando y la respuesta es NO.

Vaya, eso lo dejaba en intrigado ¿qué cosa podría hacer feliz a su amigo?

Evan mira con diversión al rubio, seguro se encuentra armando teorías para explicar su alegría. Pensaba dejarlo con la duda pero no puede seguir ocultando la emoción que siente desde que bailó con la castaña. Algo que nunca había sentido en los cinco años que llevaba de relación con su ex. Encontrarla en ese parque fue la casualidad más perfecta que le haya pasado en su vida.

—Conocí a alguien.

Su amigo sorprendido abre la boca y la vuelve a cerrar, no sabe que decir. Se preguntaba cómo pudo olvidar tan rápido lo que sucedió, la decepción por la que paso es complicada. No lo juzgaba, simplemente no comprendía.

—Se llama Diane —continúa Evan al ver que su amigo entró en una especie de shock—. La salvé de ser atropellada aunque ella no lo sabe, de hecho me atacó con unos tacones por haberla tirado al suelo.

Ahora Erick si creía que su amigo se había vuelto loco.

—¿Dices que te atacó? ¿eso te tiene tan feliz? De haberlo sabido hace días estarías con esa sonrisa de estúpido.

Evan le mira con cara de pocos amigos pero enseguida vuelve a sonreír al recordar a la chica con el rímel corrido y haciendo ademanes como loca, mientras le amenazaba con un tacón.

—Por una hermosa casualidad ayer la vi de nuevo y bailamos en un parque. Creo que me gusta.

—¿Crees? —pregunta con precaución el rubio.

—No —niega Evan con gesto decidido—. Estoy seguro.

*****
 


Diane siempre había sido fiel creyente de que las casualidades no existen. Si algo pasa es porque está tejido en ese hermoso telar llamado destino; y si el destino le había hecho topar dos veces con el tal Evan... algo debía significar.

Recordando el momento en el que recostó su cabeza en el pecho del chico y como los latidos rítmicos de su corazón le arrullaron hasta relajarse como nunca lo había hecho, olvida que debería prestar atención a la plática de su mejor amiga quien gesticula dramáticamente, narrando algún percance menor que ella insiste en engrandecer porque, según ella, la vida le odia.

—Diane, ¿me estás escuchando? —pregunta la pelirroja con un mohín que, contrario a lo que quiere lograr, la hace ver adorable.

Diane suspira y se cubre el rostro con las manos.

—Lo siento, Alexa, no te escuchaba.

Su amiga le observa con perspicacia y de pronto la mirada se le ilumina como si acabara de resolver un misterio y una sonrisa empieza a dibujarse en sus labios pintados de un carmesí obscuro.

—¿Cuál es su nombre?

Sus cejas suben y bajan de forma insinuante y Diane siente sus mejillas arder.

—¿Q-qué? n-no yo no sé de que hablas —balbucea en respuesta.

Alexa pega un grito que provoca las miradas de todas las personas del restaurante.

—Dime, dime, dime, dime.

Diane se rinde y le cuenta a su amiga todo lo que había pasado con Evan, trata de no darle mucha importancia al baile pero su amiga que no se deja engañar la obliga a dar todos los detalles. Y es que siendo sincera con ella misma, lo que sintió en sus brazos jamás lo llegó a sentir con su exnovio, y habían sido pareja tres largos años. Mientras le narra los sucesos a la pelirroja, se da cuenta que desde el momento en que Evan la tiro al suelo no ha pensado ni un solo segundo en el patán que la terminó, y eso que cuando caminaba debajo de la lluvia él era quien ocupaba sus pensamientos.

—¿Tus tacones? ¿en serio? —cuestiona Alexa perpleja por lo que escucha.

Ella solo ríe al ver la cara de Alexa que no deja que boquear. Diane siente una mirada en ella y cuando levanta la vista se topa con unos ojos verdes sorprendidos.

Una corriente le recorre el cuerpo cuando visualiza a la castaña que lo tiene sonriendo todo el día. Jamás en su vida había sido tan feliz por obligarse a salir de su oficina para ir a comer. Como ayer por la noche, sus pies parecen pensar por ellos mismos y empiezan a caminar hacia ella, ignorando a su amigo quien le llama.

Ella ve como empieza a acercarse a su mesa y como si de un instinto se tratara, se levanta de su lugar para encontrase con él sin notar la mano de su amiga que intenta detenerla.

Por un momento, ambos sienten que son solo ellos; los murmullos, las miradas y todo queda en silencio para que los latidos frenéticos de sus corazones sean el único sonido del lugar.

Cuando están frente a frente se sonríen como si les hubieran susurrado el mayor secreto del mundo. Se miran a los ojos y cediendo a sus impulsos se funden en un abrazo desesperado.

Ignoran todo, solo se abrazan tan fuerte como si tuvieran miedo de desaparecer al soltarse. Se abrazan sin que les importe nada que suceda alrededor.



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En el texto hay: destino, amor, casualidad

Editado: 11.10.2021

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