Destino o Muerte.

Capítulo 8.

 Me quedé helada.

¿El asesino de animales iba a ser mi entrenador?

No fui capaz de hablar, sólo me quedé quieta observándolo.

Él rodó los ojos.

—Vamos a comenzar el entrenamiento en unos minutos—dijo. Su voz profunda me causó escalofríos—. Voy a cambiarme, regreso en un momento.

Se apartó de la puerta y lo vi alejarse a su habitación. Yo seguía quieta en el mismo sitio, lo único que moví fueron mis párpados.

No pasaron ni dos minutos cuando él regresó, vestido con una remera negra y un pantalón deportivo de color gris. Me miró con mala cara al ver que seguía estando ahí. Sin embargo, no dijo nada. Solo se limitó a continuar con su camino.

Traté de espabilar y luego salí de la habitación para seguirlo a lo lejos.

Caminaba demasiado rápido por las escaleras y así que tuve que bajar lo más rápido que pude. Y eso casi me dejó sin aliento.

Salimos al patio y nos dirigimos hacia el fondo. Él saludó con la mano a los hombres y ellos le devolvieron el saludo asintiendo con la cabeza. Al parecer sólo sabían saludar de esa forma.

Caminamos en dirección al bosque pero no hacia el sendero que dirigía al sitio donde lo había visto en la mañana, sino a otro que llegaba a una especie de terreno bastante amplio, sin vegetación.

Se detuvo justo en el inicio del terreno y volteó bruscamente a verme. Sus ojos celestes me observaron fijamente.

—¿No sabes hablar?—preguntó con un gesto de impaciencia.

—Tú mataste a un animalito—murmuré.

—¿Qué?—frunció el ceño.

—Te vi—dije—cuando disparaste. Escuché el quejido de un animalito.

—Yo no maté a ningún animal—replicó—. Disparé a una rama pero una ardilla se atravesó y la bala lo alcanzó.

—¿Murió?—pregunté con pesar.

—No. Y ni siquiera entiendo por qué saliste corriendo cuando disparé.

—Pensé que ibas a matarme...—admití en un susurro.

Rodó los ojos, otra vez.

—Dietrich me ha dicho que no acostumbras a hacer ejercicio—habló, ignorando de nuevo mis palabras—. Así que vamos a empezar con lo básico. Vas a trotar alrededor—señaló el terreno—por 15 minutos.

Lo miré boquiabierta. Eso tenía que ser una broma.

—Voy a morir de infarto si troto 15 minutos en ese espacio tan grande—me quejé.

—Tarde o temprano vas a morir de todos modos, así que ve a trotar o...—su oración quedó a mitad de camino cuando su mirada recayó en mi cuerpo—¿Piensas trotar con vestido?

—¿Qué tiene de malo?—cuestioné.

—El viento puedo levantarlo, y créeme, no quiero ver tus bragas.

¿En serio acababa de decir eso?

—Es la primera vez que escucho decir a un hombre que no quiere ver las bragas de una mujer—dije con burla.

—Yo no dije que no quiero ver las bragas de una mujer. Yo dije que no quiero ver las tuyas.

Esta vez fui yo quien rodó los ojos.

Corrí de regreso a la mansión para cambiarme de ropa. Cuando entré a la habitación busqué con prisa alguna ropa decente para poder hacer ejercicio. No tenía ningún leggins ni pantalón deportivo así que tuve que ponerme un short ciclista de color negro con una remera rosa. Sabía que trotar con sandalias iba a ser doloroso así que me puse los únicos tenis que había traído.

Cuando regresé de nuevo al bosque, Blake estaba parado con los brazos cruzados y con una cara de muy pocos amigos.

—Tardaste casi media hora—recriminó.

—El trayecto es largo—me justifiqué.

—Da igual—separó sus brazos y observó el reloj que tenía por la muñeca—. Empieza a trotar.

Observé el terreno, luego observé el sol. De seguro ya eran casi las 4 de la tarde, el sol estaba en lo más alto y hacía calor. ¿Cómo esperaba que trotara así?

—Hay mucho sol.

Levantó la vista de su reloj y me miró.

—Si prefieres podemos sentarnos a tomar una limonada hasta que se esconda el sol—habló con sarcasmo.

Le dediqué una mirada de reproche antes de suspirar y comenzar a trotar.  Ni siquiera en el instituto deseaba hacerlo y ahora debía trotar bajo la atenta mirada de un tipo que tenía serios problemas de mal humor y que no sentía una pizca de piedad por mi persona.

Para cuando di una vuelta ya sentía que mis músculos suplicaban descanso y las palabras del profesor de educación física resonaron en mi mente.

"Algún día te lamentarás por odiar mis clases y por no tener estado físico"

Ahora me lamentaba y quería llorar.

Sentí la piel de mi rostro ardiendo, así como cada parte de mi ser. Me dolía todo.

—Faltan 10 minutos—vociferó Blake desde su posición.

¿Recién pasaron 5 minutos?

Intenté hacer una vuelta más pero me detuve. Coloqué mis manos sobre mis rodillas y respiré con dificultad.

—No te detengas.

Levanté la vista y miré con odio a Blake.

—¡Ya no puedo!—grité.

Escuché el revoloteo de las alas de los pájaros que se habían disperso al escuchar mi grito.

—Si puedes.

Negué con la cabeza.

—Me duele el pecho—manifesté bajando la cabeza.

Un minuto después sentí su presencia a mi lado.

—Vamos a trotar despacio.

Con toda la fuerza de voluntad que tenía escondido en mi ser, asentí y nos pusimos en movimiento.

—Cuándo vas a trotar siempre tienes que comenzar caminando—explicó mientras caminábamos. Yo escuché atentamente sus palabras al mismo tiempo que observaba mis pies—. Cuando ya tomaste un poco de calor, comienzas a trotar despacio, y no como si estuvieras huyendo del diablo, como acabas de hacer.

Levanté la cabeza para mirarlo. Él no me observaba, tenía la vista puesta al frente con la expresión seria.

—Ahora.

Empezó a trotar y seguí su ritmo. Dimos una vuelta trotando despacio y a la segunda, aceleró. Demasiado rápido.

Hice mi mayor esfuerzo para tratar de seguirlo pero cuando informó que ya "solo" faltaban 5 minutos mis piernas no lo soportaron más.

Dejé de trotar y me senté en el suelo.

—Ya no doy—volví a decir.

—Bien, djaremos el trote para mañana. Ahora levántate, haremos ejercicios.



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En el texto hay: armas, amor, mafia romance y misterio

Editado: 24.06.2020

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