Salí de la ducha limpia y fresca con uno de mis vestidos puesto.
Me acerqué a la cama y me senté al borde del colchón para comer el mixto que había dejado en la bandeja. Lastimosamente ya estaba frío, pero a mi estómago hambriento no le importó en lo absoluto aquello, de hecho, lo comí con ganas.
Pero cuando lo terminé quedé con más hambre que antes.
Debía ir pronto a la cocina para comer algo más porque sino acabaría por convertirme en caníbal y terminaría comiendo al responsable de que me encuentre tan hambrienta.
Pero antes, debía llamar a Made.
Busqué mi antiguo teléfono y lo encendí para agendar el número de Made en el otro. Cuando memoricé el número volví a dejar el celular en su lugar y caminé hasta la cama agarrar el nuevo, que por suerte todavía tenía buena batería. Me fijé en que no hubieran llamadas perdidas, por si mi madre hubiese llamado, pero nada, no había ninguna sola notificación.
Mientras anotaba el número me coloqué mis sandalias y salí de la habitación. No quería quedarme más tiempo ahí encerrada, por más de que en mi antigua casa adoraba estar en mi habitación sin que nadie molestara, escuchando música a todo volumen recostada en mi cama. Aquí ni siquiera podía escuchar música, y prefería pasear por el patio.
Mi nueva casa... Repetí mentalmente esas palabras.
No sentía que realmente fuera mi casa, mi hogar. Me sentía una extraña aquí, como una pieza que no encajaba en un rompecabezas, como una intrusa que había entrado claramente sin permiso. Pero en vista a lo que estaba sucediendo, no me quedaba de otra que intentar adaptarme. Intentar hacerme a la idea de que ya no escucharía los gritos de mis hermanitos jugando, o las quejas de mi madre desde la cocina, ni siquiera volvería a ver a mi padre cuando llegaba del trabajo. Ya no tendría ese calor de familia, esa sensación de estar cómoda en un lugar con gente que te quiere.
Aquí solo era una persona más. Una pizca de rosa entre tanta negrura.
Pero sabía que pronto, yo también dejaría de ser ese único punto diferente. Pronto me convertiría en una más de ellos.
Fui a la cocina para agarrar algún aperitivo y cuando llegué al patio trasero note un espacio vacío donde antes estaban estacionados los autos. Al parecer, todos los hombres se habían ido a alguna parte. Me pregunté si Dietrich seguía en su estudio o si también había ido con ellos, pero no me quedé a averiguarlo. Caminé hasta el bosque y me dirigí justo en donde había visto a Blake por primera vez.
No sabía con exactitud la hora, pero sus puse que eran aproximadamente las 10 de la mañana. El sol estaba en lo más alto y hacía bastante calor, pero en el espacio donde estaba, habían lugares donde daba sombra.
Divisé un tronco bajo un árbol y me senté alli para observar un momento a mi alrededor antes de llamar a Made. Era extraño que la señal abarcara por completo en este celular, cuando en el que tenía antes no tenía una pizca, ni siquiera en lo más alto de la mansión.
Suspiré y esperé a que Made se dignara en contestar. Tal vez estaba en el instituto, pero por la hora era probable que ahora estuvieran en receso así que el motivo por el que no contestaba era probablemente porque la llamaba de un número desconocido. Y ella no contestaba cuando no sabía quién la llamaba.
Quise darle un madrazo.
Tuve que llamarla unas 5 veces hasta que por fin atendió.
—¿Hola?—preguntó dudosa.
Se escuchaba barullo a su alrededor y comprobé con eso que estaba en el instituto.
—Hola Made—la saludé.
—¿Quién habla?—se puso a la defensiva.
Rodé los ojos. ¿No reconocía mi voz?
—Soy Alessa, babosa. ¿No reconoces la voz de tu mejor amiga? ¡Qué falta de respeto!
—¿Alessa?—se quedó en silencio un momento—¡Alessa! ¡Por Dios bendito del cielo y todo el mundo! ¿DÓNDE DIABLOS ESTÁS?
Reí. Me resultó gracioso que mencionara a Dios y al Diablo al mismo tiempo.
—Calma, Bestia—le dije con gracia—. Estoy bastante lejos, pero estoy bien.
—¿Lejos? Alessa necesito que me expliques donde carajos estás, porque desde el lunes estuve tratando de comunicarme contigo y tu bendito celular me daba apagado. Fui a tu casa y tú madre me dijo "se la llevaron". ¡Me dijo solo eso!. Y ahora tú me llamas para decirme que estás lejos.
—¿Estás en el instituto?
—No, estoy en un antro a las 10 de la mañana—contestó con sarcasmo—. Obviamente estoy en el instituto.
—Que dramática eres—me quejé—. Tengo demasiadas cosas que explicarte pero no puedo decirte nada por llamada. La conversación será larga. La más larga de tu vida.
—¿Más larga que la vez que nos quedamos hablando de la serie Lucifer?
—Mucho más.
—Joder... ¿En qué líos te metiste?
—No tienes ni idea.
—¿Y cómo se supone que vas a contarme entonces? Yo no tengo idea de dónde estás. ¿O vendrás a casa?
—No, no puedo ir a tu casa—negué con rapidez—. Mira, trataré de hacer te traigan a donde estoy ¿de acuerdo?
—Espera—murmuró—¿Como que "te traigan"? ¿Quiénes van a llevarme? ¿Y dónde demonios estás?
—Sabrás dónde estoy cuando vengas—respondí con tranquilidad—. Y sobre lo otro, pues es difícil de explicar, solo ten en cuenta que si te aviso que puedes venir, habrá un auto negro esperándote frente a tu casa en la tarde.
—Alessa, en serio me estás dando miedo.
—Deja de hacer drama—la reprendi—y solo hazme caso. Te llamaré cuando salgas del instituto. Intenta conseguir permiso con tu madre y dile que regresarás al anochecer.
—¿Y qué le digo? "Mami, voy a ir en un auto negro junto a Alessa que ni siquiera sé dónde está"—por el tono en que dijo aquello, pude jurar que estaba rodando los ojos.
—Made—pronuncié su nombre con incredulidad—. Me estás diciendo eso como si tú no fueras experta en inventar excusas para tener permiso.
Y era cierto. Ella sabía perfectamente cómo hacer para que su madre la dejara ir a dónde sea. Nunca la había mentido, realmente sólo le decía a dónde iría, modificando un poquito la historia cuando le convenía. Pero al final no terminaba siendo una mentira.