Al entrar al apartamento, me encontré con Lana y Oscar, muy cariñosos para mi gusto.
Me dejé caer en uno de los sillones azules mientras ellos ocupaban el rosa, tan metidos en los suyo que ni si quiera se dieron cuenta de mi presencia.
─Está muy buena la película, ¿no? ─murmuré sarcásticamente, tratando de llamar su atención, pero ellos seguían ignorando mi presencia─. ¡Ugh! ─hice una mueca─ En serio, chicos ─desvíe la mirada, horrorizada─. ¡Consíganse una habitación! ─levanté la voz al ver que las cosas ya se estaban pasando de tono.
Ellos se incorporaron inmediatamente, y sus mejillas estaban tan rojas como tomates por la vergüenza.
─ ¡Barbara, estás aquí! ─dijo Oscar nervioso─. Nosotros, eh... ─vaciló, tratando de pensar en qué decir─. Nosotros no te esperábamos tan temprano ─dijo finalmente, y comenzó a peinar sus risos y deslizarse más lejos de Lana, como si yo no lo hubiese visto sobre ella hace unos segundos.
─Sí, uhm... ¡Barbie, qué te pasó! ─Lana se interrumpió así misma, alarmada, al ver el corte en mi cara.
─Tranquila ─la tranquilicé─. Trataron de asaltarme, pero estoy bien.
─No te ves bien, quizás debamos llevarte al hospital ─dijo Oscar, lanzándome una mirada divertida.
─ ¡Sí! ─dijo Lana─. Yo iré por mi bolso, y tú llévala al carro.
Oscar echó una carcajada mientras yo ponía los ojos en blanco.
─ ¿Qué? ─dijo, mirando nuestras expresiones.
─Solo estaba bromeando, bebé, estoy seguro de que ella está bien ─la rodeó con su brazo─. Ahora debo irme. Te veo mañana, ¿sí? ─le dio un beso en la parte superior de su cabeza─. Adiós, Barbara.
─Adiós ─me despedí.
─ ¿Y bien? ─Lana me interceptó, cuando finalmente Oscar salió por la puerta─. ¿Me vas a decir que pasó?
Suspiré.
─Trataron de asaltarme, pero un chico interfirió y...
Ella me interrumpió.
─ ¿Un chico te salvó? ─parecía perpleja.
─No, solo estaba por ahí y le dijo que parara, no es la gran cosa ─dije indiferentemente.
─ ¿¡Qué no es la gran cosa!? ─exclamó sobresaltada─. ¿Qué chica no quisiera ser salvada por un...? ─se detuvo─. ¿Era guapo?
Me sorprendí ante su pregunta.
─No lo sé ─mentí─. Compruébalo tú misma ─le entregué su identificación.
Ella abrió sus ojos de par en par al verlo.
─ ¿Qué? ─pregunté.
─Vaya.
─ ¿Vaya? ─repetí.
─Es muy atractivo.
─Pff, no exageres ─le quité la identificación y fui a la cocina.
─ ¿¡Qué no exagere!? ─gritó, viniendo detrás de mí─. Ya quisiera yo que un chico así me salvara ─se dio aire con las manos.
─Claro, y luego le reclamas a Oscar cuando alguna chica tiene su atención.
─Bueno, él es mío y... ¡Espera! No estamos hablando de Oscar, estamos hablando de tu chico ─me dijo, algo apurada por desviar la atención de ella.
─Él no es mi chico ─la corregí inmediatamente.
─Entonces, ¿tienes su billetera, por qué? ─me sondeó con una ceja levantada.
─Se le cayó y yo la tomé.
─Ajá... ─dijo sin creerme─. ¿Y no crees que la necesita? ─su ceja se levantó más, si es que eso era posible.
─No es mi culpa. ¿Quién lo manda a ser tan despistado y dejarla tirada? ─me encogí de hombros.
─ ¿Sabes qué pienso?
─No quiero saberlo ─dije, sirviéndome un vaso con agua.
Ella ignoró mi comentario.
─Pienso que deberías llamarlo para decirle que tienes su billetera ─me animó.
─Lo siento, pero no tengo su número ─me bebí el agua.
─Es una lástima ─se encogió de hombros─. Si yo fuera tú, haría lo que sea por volver a verlo.
Puse los ojos en blanco sin dudarlo ni un poco.
─Mejor vayamos a dormir, mañana tenemos que levantarnos temprano.
─Está bien ─dijo desanimada─. Buenas noches, Barbie.