Aidan abrió la puerta del apartamento y luego pasó un brazo alrededor de mi cintura para estabilizarme y ayudarme a entrar.
─Entonces... ─me zafé de su agarre y lo enfrenté, una vez que estuvimos dentro y la puerta había sido cerrada─. Aquí estamos ─lo empujé contra la pared y puse mis labios contra su cuello.
─Barbie ─soltó en un tono de advertencia, cuando deslizaba su chaqueta fuera.
─ ¿Qué? ─dije mientras seguía con lo mío.
─Es mejor que vayamos a la cama.
Me detuve y regresé a mirarlo con una sonrisa.
─No de esa manera ─me regañó─. Cada uno en la cama que le corresponde.
─Bien ─suspiré y me quedé en medio de la sala, mirándolo.
─ ¿Ahora qué?
─Yo... no recuerdo cual es mi habitación ─una risita escapó de mis labios.
─ ¿En serio? ─preguntó y su cara era tan graciosa.
Asentí y me eche a reír una vez más porque sabía que una parte de él no había caído ante la absurda excusa que utilicé solo para tenerlo allí conmigo.
─Bueno ─dijo─, si es así, me aseguraré de que llegues a salvo ─él comenzó a caminar, esperando que lo siguiese.
─Aidan ─hice que se detuviera─. ¿Puedes cargarme? No sé si pueda seguir un segundo más en pie.
Alzó sus cejas ante mi petición, pero se acercó a mí con una sonrisa y me levantó en sus brazos como a una novia en el día de su boda.
Y podía asegurar que estaba disfrutando esto tanto como yo.
─Gracias ─envolví mis brazos en su cuello.
Luego apoyé mi cabeza sobre su hombro y cerré los ojos, inhalando fuertemente, percibiendo una fragancia entre toques de madera y la mezcla de bergamota con tabaco.
─ ¿Qué perfume usas? ─pregunté aún sin abrir los ojos.
─Gucci de Gucci ─contestó, abriendo la puerta de mi habitación, casi cayendo en la oscuridad al tropezar con todo lo que estaba esparcido por el suelo.
─Lo siento, no tuve tiempo de ordenar ─me disculpé.
─Está bien ─hizo a un lado las cosas con su pie.
─Por cierto ─le dije─, me encanta como hueles.
─Bueno, si te gusta la combinación de mi perfume con sudor y humo de cigarrillo, podría ser tu perdición ─su tono era divertido, pero tenía razón. Era mi perdición.
Abrí los ojos y me encontré con su muy comestible mandíbula.
─Me gusta tu mandíbula ─dije descaradamente─. Es muy masculina ─añadí, dándole un mordisco y su rostro se tornó de un tono carmesí, haciéndolo lucir aún mejor.
─Eres todo un peligro, Barbie ─me dejó suavemente sobre mi cama y se alejó.
─No has visto nada ─me acomodé en la cama y reprimí un gran bostezo, que terminó saliendo como un quejido.
─ ¿Te sientes bien? ─él se volvió a encontrar parado en el borde de la cama, con sus manos metidas en los bolsillos delanteros de sus jeans.
Sonreí y gateé, hasta estar a su misma altura.
─Eres tan lindo cuando te preocupas ─tomé su rostro y lo besé.
Él correspondió el beso y segundos después, sin separarme de sus labios, comencé a deslizar mi chaqueta fuera y a subir mi blusa, pero él me detuvo.
─No lo creo ─negó con la cabeza─. La última vez, eso me metió en problemas. Si despiertas y te das cuenta que te vi en ropa interior, no creo que tengas piedad ni para dejarme decir mis últimas palabras ─sus labios formaron una sonrisa torcida.
─Pero tú quieres estar conmigo ─solté irritada.
─Sí ─afirmó─, pero no quiero que sea así; que pienses que abusé de ti ─volvió a poner mi blusa en su lugar─. Quiero que estés cien por ciento consciente de lo que haces y que no quieras matarme a la mañana siguiente.
Sus labios formaron una sonrisa torcida que yo imité.
─Ven ─le hice un espacio en la cama─. Al menos duerme conmigo.
─No creo que sea una buena idea ─dudó antes de tomar mi mano y presionarla sobre su mejilla.
─Bueno, ambos sabemos que mañana seré una perra ─me reí─, pero ahora mismo solo quiero dormir con tus brazos rodeándome.
─Está bien ─Aidan se sacó los zapatos y se acostó a mi lado─. No es como si hubiese querido irme de todos modos ─agregó con una sonrisa.