Terminé de alistarme y de comer mi desayuno, hasta que Robert me mandó un mensaje con todos los datos correspondientes a la misión y supe que sería pan comido.
Metí el cuchillo dentro de una de mis botas y fui en busca de mi objetivo, que se encontraba solo a unas cuantas cuadras de distancia. Y en cuanto la vi, sonreí maliciosamente.
Iba a disfrutar cada segundo de esto.
─Hola Louise ─la chica rubia pegó un brinco, cuando escuchó mi voz inesperadamente mientras trataba de abrir la puerta de su apartamento.
Estaba usando la misma ropa de ayer, por lo que deduje que pasó la noche fuera.
─Ah, eres tú ─hizo un gesto de desprecio al reconocerme─. Si vienes a reclamar a Aidan, no me importa, puedes tenerlo. Total, no durarán mucho tiempo.
Apreté la mandíbula.
─En primer lugar, Aidan no es un objeto para que lo puedan ofrecer o reclamar. Y en segundo, no estoy aquí por eso.
─Entonces, ¿qué haces aquí? ─no disimulaba en lo más mínimo que esta conversación estaba comenzando a aburrirla.
Estamos iguales, cariño.
─ ¿Te suena el apellido Harris?
Ella palideció, abriendo los ojos de par en par.
─No ─su voz tembló llena de miedo mientras negaba con la cabeza─. ¿Quién eres?
─Desgraciadamente soy hija de Robert Harris ─saqué el cuchillo─, y trabajo para él.
─ ¿P-por qué llevas eso contigo? ─ella fue retrocediendo, hasta chocar de espaldas contra la puerta.
─Estoy aquí para matarte ─mi tono era preciso y mecánico.
─ ¡No, por favor! ─me rogó, cerrando los ojos ante el roce del metal en su mejilla─. Dije todo lo que tenía que decir y-y sé que fallé, pero puedo volver a intentarlo, puedo hacerlo ─dijo desesperadamente.
─Lo siento, pero a mí solo me dan órdenes y yo debo obedecerlas sin cuestionarlas ─me encogí de hombros─. Sea lo que sea de lo que estés hablando, lo único que puedo hacer por ti es darte unos segundos de ventaja para correr.
Di un paso lejos.
─ ¿Qué?
─ ¡Corre! ─le ordené.
Rápidamente reaccionó y se perdió entre la oscuridad de un callejón.
Suspiré y bajé la mirada hacia mis uñas, las cuales necesitaban un manicure urgente. Si Lana estuviese aquí, ya me habría dado todo un sermón sobre lo poco femenino que se veía que una chica no tenga las uñas bien cuidadas.
Puse los ojos en blanco y sonreí.
Demonios que la extrañaba, pero no podía pensar en eso ahora, tenía que ir tras una rubia oxigenada.
─Louise ─la llamé, alargando su nombre al final, mientras caminaba─. Tengo tanta sed de sangre, y ansío tanto oírte gritar y suplicar, hasta tu último aliento ─vi una sombra temblorosa detrás de un contenedor de basura y me eché a reír por lo tonta que era─. No puedes librarte de mí, hagámoslo fácil para los dos y terminemos esto de una vez
Silencio.
Bien, podíamos hacer esto aún más divertido.
Pasé frente a ella, fingiendo no haberla visto y para cuando pudo respirar tranquila, agarré sus pies y tiré de ella hacia mí.
─Te lo dije ─arqueé una ceja, divertida.
─No lo hagas ─suplicó, haciéndome sonreír.
─Déjame pensarlo ─presioné el cuchillo sobre su corazón─. No lo creo
─ ¡Nooooooooooo! ─gritó de dolor cuando finalmente lo clavé.
─Se acabó ─suspiré y me levanté con una sonrisa.
─Aidan ─susurró Louise.
─Oh, por favor, no eres digna de decir su nombre mientras mueres ─puse mi pie sobre el mango, enterrándolo aún más.
Ella gimió de dolor.
─ ¡Para! ─gritaron detrás de mí y yo conocía esa voz─. ¿Louise? ─él pestañeó y su rostro se volvió pálido mientras veía la escena.
Dejé escapar una maldición.
─ ¿Qué estás haciendo aquí? ─le pregunté amargamente.
Aidan me ignoró por completo, yendo directamente a su lado.
─Lou ─la agarró entre sus brazos, tirando la navaja lejos.