─ ¿Qué es lo que se susurran ustedes dos?
Aidan y yo nos alejamos el uno del otro cuando Lana se percató en nosotros.
─Es solo que... ─empecé yo.
─Tenemos que irnos ─concluyó Aidan.
─ ¿Por qué? ─preguntó curiosa─. Ni si quiera hemos ordenado algo para comer.
─Lo sé, pero después de tanto tiempo, esta chica de aquí ─me señaló, sonriendo─, aceptó tener una cita conmigo.
─ ¿Qué? ─le susurré.
─Solo sígueme la corriente ─susurró de regreso.
Oscar y Lana me miraron interesados.
─Oh, sí ─dije con una sonrisa─. Ha insistido tanto que finalmente acepté por compasión.
─ ¡Eso es maravilloso! ─Lana chilló de felicidad y tuve que obligarme a no poner los ojos en blanco cuando Aidan me dio una mirada de "te lo dije", incluso con el sarcasmo que me eché.
─ ¿Qué tienes planeado? ─le preguntó Oscar entusiasmado.
─Oh, es un secreto ─Aidan le lanzó un guiño─. Quiero sorprenderla.
─Estoy segura de que lo harás ─sonreí, queriendo realmente pegarle.
─Entonces, ¡qué están esperando! ─nos alentó Lana─. Vayan y tengan la mejor noche de su vida.
─Sí, gracias ─respondimos ambos, incómodos.
Cuando me acerqué para despedirme, Lana se acercó a mi oído y me susurró:
─Al menos hoy sabré por qué llegarás tarde a casa o incluso por qué no llegas.
Hice una mueca e inmediatamente arrastré a Aidan fuera de allí.
─Oye ─me dijo mientras caminábamos hacia su carro─, ¿podrías sostener esto por mí un segundo? ─me dio su mano.
─ ¿Qué estás haciendo? ─le dije, recelosa.
─Nos están espiando por la ventana, tenemos que hacerlos creer que estamos en una cita real.
─Grandioso ─rodé los ojos y entrelacé mis dedos con los suyos.
Una vez llegamos a su carro, él se apresuró para abrirme la puerta y luego fue a sentarse en su asiento.
─ ¿A dónde iremos?
─Sabes que no tienes que ir conmigo ─mencioné.
─Quiero hacerlo.
─Puede ser peligroso ─le advertí.
─Lo sé.
Suspiré.
─Como quieras. Tenemos que ir a la oficina electoral de Irlanda del norte.
─ ¿Allí estará a quien tienes que matar? ─inquirió.
─Sí.
─ ¿Puedo preguntar quién es?
─Su nombre es Sean Law.
─ ¿Lo conoces?
─No.
Frunció el ceño.
─ ¿Y qué fue lo que hizo?
─No lo sé ─me encogí de hombros.
Él se desató la bufanda con una mano y la arrojó al asiento de atrás.
─Así que no lo conoces, ni sabes que hizo; pero de todas maneras vas a matarlo.
─Exactamente. Ya te lo dije, eso es lo que Robert me dice que haga y yo simplemente cumplo sus órdenes sin hacer preguntas.
─ ¿Robert? ─sus brazos se tensaron en el volante.
Oh, mierda.
─Mi jefe ─respondí indiferente, rogando internamente que no me pregunte más.
─Uhm ─dijo al final.
─Uhm ─repetí.
─ ¿Dónde crees que debería ser conveniente dejar el carro? ─preguntó varios segundos después.
─En North St.
Él asintió y se dirigió allí.
─Sabes... ─dijo cuando íbamos por la Royal Avenue─. Realmente no nos estaban espiando.
─ ¿Qué? ─pregunté perdida.
─Oscar y Lana ─declaró─. Olana, como tú les dices ─sonrió─. Bueno... ellos no estaban espiándonos por la ventana, lo inventé.
─ ¿Hablas en serio? ─pregunté sin poder creerlo.
─Ajá ─se encogió de hombros y yo gruñí.
─A veces quisiera realmente matarte.