Destinos Custodiados

PROLOGO

Sonrío...

Todos aplauden mi triunfo y festejan haberme encontrado dispuesto a todo, se marca en sus rostros esa felicidad que los hace únicos, las miradas se confunden de quienes la envidia los carga, pero ni así les dan la importancia que quieren, soy el centro de la fiesta, los flashes esta noche me iluminaran mientras me dejo llevar por lo inevitable...

—¡Demonios!— Grito, todo huele a perfume, las paredes están bien terminadas con colores elegantes, todo está amoblado con lujos, ventanas que muestran un verdadero paisaje, un piso tan brillante que puedo hasta peinarme en él, solo una cosa no está bien; El dolor de cabeza que  recuerda que no fue un sueño, la noche estuvo tan intensa que olvide gran parte de ella y ahora me encuentro en un lugar que no es mi casa, por suerte creo que solo, ¿o no?

Busco el baño y quedo sorprendido al ver por primera vez un jacuzzi en persona, ¡que idiota soy! hasta me le presente, es que no había visto uno en mi vida y aunque todo podría ser raro, me gusta estar aquí.

Me ducho y salgo de ese cuarto tratando de recordar que alteró mi estado de conciencia para olvidarlo todo, definitivamente fue el trago que bebí toda la noche con esos locos que ahora me ven como una estrella de Hollywood.

Bajo lentamente por las escaleras, mientras mi mirada se pierde en esos cuadros de arte que cuelgan en la pared, esculturas de gran valor, finas lámparas de cristal que iluminan toda la casa y ese piso de mármol que desciendo escalón tras escalón hasta llegar a la salida.

Veo por ultima vez lo que fue una maravilla antes de tomar la manija y abrir la puerta...

—Josué— Una voz femenina me detiene tan desprevenido que siento el corazón latir a mil por hora, <<la embarre>> pienso, mientras busco argumentos para responderle a la chica.

Al girarme descubro que aquella voz proviene de una señora de avanzada edad quien me recuerda a mi madre que se encuentra postrada en una cama, con ansias de seguir viviendo.

—Hijo, no te vayas sin antes comer algo— Me dice de una manera tan dulce que logra conmover mi frío corazón.

—No te conozco ni sé como llegue aquí, pero si quiero pedirte un favor— Digo mientras limpio una lagrima que se desliza  por mi mejilla.

—Claro hijo, dime. ¿Qué necesitas?—Salió de su dulce voz mientras me dedico una sonrisa.

—Quiero llevar el desayuno que me ofreces a mi madre y mi hermano, también quiero molestarla pidiéndole que me preste lo del bus para regresar a casa, pues hoy es domingo y necesito llevar algo de comer—Suelto con voz avergonzado por tener que rebajarme a pedir.

—No seas tontito, si todo lo que hay en esta casa es tuyo— Afirma mientras me entrega una carta bien sellada con una estampilla de una compañía de autos.

—Y además no te preocupes por el transporte que tus escoltas te están esperando afuera para llevarte donde quiera— Asintió mientras mi cabeza daba vueltas buscando un horizonte.

¿Mis escoltas? pero qué locura es esta... Me convierto en el hombre más importante sin ninguna razón para merecerlo, ¿o acaso que hice? Despierto siendo el dueño de una lujosa mansión y una empleada tan tierna que me atiende como un hijo y qué decir de la seguridad, en mis 25 años de vida que llevo pisando este mundo jamás soñé con llegar tan lejos.

Ahora recuerdo que dejé el celular en mi lugar de trabajo,  solo quiero regresar a casa y ver a mi madre, la pobre debe de estar preocupada llamándome.

Voy a la cocina y quedo sorprendido al ver qué amplia es, tiene la mejor iluminación, una grifería hecha toda de plata, pareciera estar de compras en un súper al ver la galería de electrodomésticos que se esparcen por todo el lugar, las sillas y el decorado me dejan fascinado, a tal punto que por un momento olvido quien soy.

Tomo de una nevera, que pareciera más una habitación, todo lo necesario; frutas, verduras, carnes y aprovecho para sacar de un botiquín algunas medicinas necesarias para mi mamá.

Camino hacia la puerta y en el recorrido llama mi atención una fotografía de una chica rubia que se encuentra sobre una mesita de cristal ¿Quién será? Me pregunto, pero no le doy más importancia y me dispongo a salir.

Bueno y... ¿Qué es esto? ¿No se supone que los escoltas me estarían esperando?... Solo veo un par de chicas que me observan de arriba a bajo como si fuera un bicho raro.

—Buenos días señor, ¿A dónde nos dirigimos?—Saluda una de las chicas que por un momento pensé que era la de la fotografía por el color del cabello.

—¿Perdón?— exclamo intentando despejar dudas.

—Disculpa señor creo nos equivocamos de cliente, somos nuevas y el jefe nos envió para prestar seguridad a un chico llamado Josué— Asintió sonrojándose un poco ante mi mirada.

Sé de hombres que dan la vida por su protegido, pero nunca imagine a una chica arriesgando su integridad para salvar a un engreído millonario que lo único que le interesa es su dinero.

—No se preocupen, ese chico guapo que buscan soy yo— Afirmo con un poco de humor para sacarles una sonrisa que por cierto logre.

—a ok... Por cierto mi nombre es Keila— se presenta la chica de cabello rubio.

—¿Y cual es tu nombre?— Pregunto a la otra chica de cabello negro quien hace unas señas que no entendí... Mientras es interrumpida por Keila.

—Ella no te va a responder... Se que le parecerá extraño lo que voy a decir, es muda pero tiene muy buen oído lo cual la hace única. Su nombre es Clío— Expuso con un tono serio haciéndole un gesto para que aliviara su tención.

—Bueno chicas entonces llévenme a mi casa— Les ordeno al instante que noto asombro en sus rostros.

—¿A mi casa? No entiendo señor, esta es su casa— Replicó Keila un poco confundida.

—ay mujeres... es una larga historia, pero creo ya tendré tiempo de explicarles, por ahora solo llévenme a donde les diga— Exclamo mientras miro el reloj.




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