El mirador el cual no es más que la parte alta de una antigua cascada que desciende en caída libre fluyendo desde el centro de la montaña en los períodos donde mayor concentración de lluvia hay es el sitio justo y perfecto para ir a disfrutar en una noche como esta.
De igual forma y ojo también, es un lugar donde lo humano y lo natural congenian en secreto por igual, haciendo de Belcier aún más sorprendente.
La naturaleza alrededor, se alza con especial aire de grandeza dominando la mayor parte del espacio.
En tanto a un costado sobre la superficie rocosa reluce una larga carretera que va desde el nacimiento hasta lo alto del mirador un tanto estrecha, aunque perfectamente pueden transitar sin preocupación dos vehículos en los carriles circundantes.
Al final una vez estás en lo alto tal vía se encuentra unida a un estacionamiento que limita por algunos cuantos metros de la simulación de almacén por donde se ingresa al bar que, aunque su apariencia diminuta es singularmente enorme en su interior.
El bar, como se es llamada a aquella estructura subterránea ha dado vida a las fiestas más estrepitosas y alucinantes y por demás decir extrañas.
Aunque a sinceridad todos saben de su existencia en la ciudad poco se habla de ella pues justo en sus dimensiones la locura dominada por la música, el alcohol y la diversión toma vida durante las noches.
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Podrás pensar que en verdad la locura posiblemente me ha tomado y que probablemente no me encuentro perfectamente equilibrada en mis cinco sentidos.
Pero estoy completamente segura de que a pesar de que no soy consciente de lo que pueda estar ocurriendo alrededor nuestro puedo percibir aquella inusual sensación de hormigueo que se produce en nuestra piel tras que alguien se encuentra fijamente observándonos en la distancia.
No es de broma lo que digo más sinceridad promulgó en mis palabras, pues en verdad podía percibir el peso de aquellos ojos sobre mí cuerpo quienes se mantenían clavados con fervor, aunque no era capaz de detectar su entera procedencia.
Por obra de tal acción completamente quieta allí me quede intentando descifrar que era lo que yo iba a hacer en dado caso el peor de los escenarios tomara vida pues soy consciente de que poco puedo hacer para defendernos a ambas.
La verdad poco tiempo había transcurrido tras aquel taxi marcharse cuando Lina se acercó a mi desconcertada por mi forma tan extraña de actuar tras percatarse que yo a fin de cuentas no le seguía.
— ¿Emma qué ocurre?
Lina preocupada por lo que pudiera sucederme buscaba la manera de insistir y por ende conocer las razones por la que desde hace ya un buen rato vengo actuando fuera de lo normal, pero lamentablemente esta termina tal y como empezó sin recibir ni una sola respuesta.
Lina intentaba de todas las formas posibles el sacudirme para hacerme volver en sí e insistía una y otra vez sin éxito alguno, pero no fue hasta que la voz de un hombre curiosamente localizado a espaldas nuestras replicó...
— Jovencitas es bien sabido que aquí solas no pueden permanecer — que recobre por completo nuevamente la compostura.
Por alguna razón mi cabeza me jugó una mala pasada, de forma descarada me hizo imaginar que quien allí se encontraba no era más que uno de aquellos lobos con los que hacía poco tiempo me había topado obra claro está de mis nervios por lo que la angustia rápidamente me domino y así sin pensarlo dos veces me giré hasta el lugar de donde procedía aquella voz.
Lo más curioso de todo era que desde nuestra llegada no se había visto ni una sola alma rondar próxima al bar entonces ¿De dónde había salido este hombre? me cuestionaba ante la duda.
La verdad no pude evitar quedarme anonadada al ver a tal dichoso varón que allí se encontraba tras contemplarlo en silencio una vez me di la vuelta, pues ante mí yacía cual caballero de elegante porte quien rondaba algunos casi dos metros de estatura
Aquel era de tez blanca, pelo rojizo y ojos color ámbar, tenía una barba no demasiado abundante, pero se encontraba bien marcada, portaba un traje elegante con la parte delantera un tanto abierta en la que parecía hacía pocos minutos quizás le había retirado alguna corbata y quien con una expresión sutil y serena allí se encontraba.
Lina tras verle no tardó en emitir un saludo de sorpresa tras reconocer a tal individuo por lo que dibujando una sonrisa en sus labios dijo...
— ¡Oh! Hola Señor Lyall es usted ¿Qué gusto verle?
— El gusto es mío Lina.
Con una amable sonrisa aquel dirigió su mano hasta Lina siendo igualmente correspondido por esta y con cuál saludo de antaño agacho su cabeza dirigiendo su boca hasta la parte alta de su mano donde tras propinar un beso se alejó de ella.
No muy bien aquel se encontraba erguido con una mirada un tanto osada fijó sus ojos en mí como si intentara desnudar lo profundo de mi alma rebuscando mis más recónditos secretos.
— ¿Qué le trae a usted por estos lados? — le cuestiona Lina abiertamente.
— Resolvía algunos asuntos de trabajo, temas los cuales no podía dejar para luego.
Sin más una pausa se instaló, una en la que podía distinguir como, aunque no de forma abierta aquel hombre clavaba de vez en cuando sus enormes ojos en mí y prosiguió diciendo.
— Ahora bien ¿Quién es tu hermosa amiga, Lina?
— Cierto, aun no los he presentado que descortés ha sido de mi parte; señor Lyall ella es mi amiga Emma es nueva en la ciudad.
Y al igual que hizo con ella aquel hombre no tardó en extender su mano hacia mí.
Valla cuestión se presentó pues yo no quería devolver aquel saludo por la desconfianza que sentía ante mi desconocimiento respecto a aquel hombre, ahora bien, si no lo hacía sabía que probablemente terminaría pasando como una mal educada y altanera chica ante sus ojos cosa que no suponía de mi entero agrado.