Una vez que me encontraba en la cocina y gracias a la ayuda que recibí de la señora Meredith momentos antes, teniendo todo lo necesario a mano la magia ocurrió.
Preparar la masa, la mermelada y todo lo que conlleva hornear, fue relativamente fácil una vez estuve en la cocina, claro está, pues tal receta fue parte de mi repertorio a practicar durante muchos años pues según la abuela no había nada que se podría saltar.
Ojo claro está, todo dependerá de lo que busques lograr pues sí realmente se quería una perfecta preparación del pie de arándanos hay que seguir sin dudas los pasos al pie de la letra por lo cual esta receta se convirtió en unas de las cuales más lleve a cabo.
Ahora bien, una vez que aquel ya se encontraba en el horno el olor que de tal se desprendía era inigualablemente deleitable pues con el solo hecho de sentirle, la humedad dominaba el paladar de quien se encontrase cerca.
— He de admitir que te mueves con una gracia como ningún otro chef Emma.
Comentó Meredith al verme ir de aquí para allá envuelta en el constante movimiento que implica llevar a cabo aquella tarea, aunque he de decir que para nada es estresante, aunque si es extenso y laborioso el proceso.
Tras escucharle no pude evitar sentir un poco de pena y vergüenza al ver su rostro embobado al verme danzar como si me encontrase en sus aguas de aquí para ya.
Aquel aroma parecía pasar todo menos que desapercibido pues no muy bien le saque del horno tras su segunda ronda de cocción que tanto el tío Martín, Lina y Silea aparecieron en escena.
— Espero que como huela sepa porque sin dudas me ha abierto el apetito — comentó Lina una vez entró en la cocina.
— Pues tendrás que esperar, no comas ansias querida — exclame sin tardar al notar como los ojos de aquella chica se iluminaban mientras le observaba.
Ya los platillos que yo había preparado casi todos por no decir nada más, la mayoría de ellos para aquel momento yacían sobre una rejilla en la cual les había colocado especialmente y de forma estratégica para que se enfriasen, cosa que era necesario antes de desmoldarlos para que no se estropeasen.
Aun así, el tío al ver el pie sobre la parrilla no se pudo contener y con emoción recalco una frase en la cual se podía percibir por completo su emoción.
— Durante todos estos años no pensé que esta imagen se podría llegar a repetir ante mis ojos una vez más, así que con solo sentir su aroma puedo llegar a decir que Emma, realmente has hecho un excelente trabajo.
— No es nada tío de verdad, más allá de ser un evidente detalle no tiene más valor, solo espero que de verdad la tía se sienta feliz con tal regalo, aunque no es mucho para dar le he hecho con todo el afecto que tengo hacia ustedes.
El tío sin dudas había sentido una evidente nostalgia pues lo pude llegar a distinguir en sus ojos un tanto húmedos y sumamente expresivos, sentimiento que le llevó a acercarse a mí para estrecharme en un cálido abrazo.
A partir de aquí los preparativos para el recibimiento se volvieron fundamentales y extenuantes, pues, por un lado, yo buscaba dar los últimos detalles a cada uno de los platillos creados por mis manos, mientras que por el otro el alboroto entre las empleadas, el tío y Lina no se hizo esperar.
El ir y venir entre una u otra tarea nos colocó en tiempo límite, así que ya era solo cuestión de minutos hasta que el auto en el cual se desplazaba la tía Susan apareciese en aquella entrada.
Los últimos detalles los llevamos a cabo con gran rapidez pues ante todo la gran bienvenida no se llevaría a cabo dentro de la residencia, sino que todo se haría al completo aire libre en una especie de picnic sobre una colina en un estrecho del bosque a un costado de la casa.
Dicha colina se encuentra próxima a una vena de un manantial que se extiende por allí a todo lo largo dentro de la residencia, vena que según el tío surge de una montaña cercana.
Allí todo se organizó ante la vista majestuosa que la naturaleza nos regalaba, pues la paz que en tal ambiente se nos suministraba era única y perfecta para aquel día y porqué no también para aquel momento.
Tal sensación la pude sin dudas hacer mía una vez que Meredith me dejo sola allí para que vigilara por un momento el espacio que ya había sido habilitado, debido a que los demás hacía algunos segundos habían regresado a la residencia en busca de algunas cosas que hacían falta.
La tarde ya estaba cayendo, el cielo se encontraba despejado e incluso había cambiado su semblante por uno más romántico y sereno marcando con énfasis el reloj poco más de las cinco y treinta minutos de la tarde.
Allí y ya viendo que la esterilla se encontraba debidamente acomodada sobre una fina capa de hierba me acerque a ella, me retiré los zapatos para acomodarme en su superficie y me deje caer.
Desde allí me dediqué a contemplar la serenidad que aquel lugar emanaba aún más al tener en frente a aquel manantial de agua fresca y cristalina que se abre paso a todo lo largo en su recorrido bañando con todo esplendor aquel sublime espacio lleno de vida y color.
Ante todo, me negaba de forma evidente a apartar la vista de aquel lugar pues sin dudas estaba disfrutando de aquel momento en su máxima expresión.
— En qué piensas Emma — musitó una voz ronca y persistente que se encontraba en dirección a mi espalda.
Tras escucharle ante la sorpresa no pude evitar girarme pues se suponía que para aquel momento me encontraba sola allí.
— Dominieck pero, cómo… ¿Qué haces aquí?
Allí aquel hombre se encontraba de pie con sus manos levemente introducidas en los bolsillos frontales de su pantalón mientras mantenía una expresión seria y confiada.
— Martín me invitó.
— ¡El tío! estás seguro que fue él quien lo hizo o no será alguna tetra tuya.
— Sí completamente, es más me lo informo de manera especial hace algunos días mientras nos encontrábamos entablando algunos negocios en mi oficina.