Destinos entrelazados: El Alfa y la Omega

Bienvenida seas tía Susan

La satisfacción que había sentido luego de haberle dejado en ridículo a Dominieck, no tenía precio por lo cual puedo decir que sin dudas si tuviera la oportunidad nuevamente de vivir todo esto que me ha tocado, lo repetiría de modo tal que atravesaría por las mismas circunstancias una y otra vez hasta llegar a tales momentos.

Sí... lo admito, sé que estuvo mal haberle hecho pasar tal vergüenza, pero nadie iba a poder imaginar que aquel reaccionaria de esa manera con tal y semejante quejido, lo que dio un toque perfecto a la situación, además de que lo hizo sin dudas un momento inolvidable.

Tomada por la risa que para aquel momento yo intentaba disimular mientras avanzaba siguiendo aquel camino termine de subir la colina completamente sola, guardando por sobre todo la prudencia; relajada una vez me tranquilice me acerque hasta los tíos, Lyall y Lina quienes, riendo, aunque también conversando aguardaban por nosotros.

— Los veo y no lo puedo creer, ambos son el vivo ejemplo de la relación que tienen tus abuelos, Emma — comentó la tía Susan una vez que me encontraba lo suficientemente cerca.

— Como dijo — cuestione una vez la escuche.

— Que Dominieck y tu son el vivo ejemplo de la relación tan bonita, pero difícil de entender que Eliot y Linsey tienen.

— Tía Susan, de verdad me reconoces o el tío Lombardi te convenció para que me hablaras con tanta familiaridad como para que no me quedara duda de que realmente sabes de mí — musité aquello al verme tomada por la sorpresa al notar lo rápido que aquella me había reconocido sin siquiera yo haberme presentado ante ella.

— Emma... no, porque dices eso, mírame soy yo, y nunca te olvidaría lo sabes bien, aunque los años transcurrieron y nuestra apariencia llegara a cambiar no lo haría, por lo que sería capaz de reconocerte por encima de cielo y tierra.

Comentó aquella en una primera instancia mientras su rostro se desfiguraba un poco por la tristeza tras escucharme, entre tanto continuaba diciendo.

— Yo sin dudas no podría hacerlo, me niego a ello, me niego a olvidar como jugabas en la gran casa Robinson allá en Venecia mientras que nosotros simulando ser niños te seguíamos, recuerdo como reías y brincabas por doquier llena de alegría llena de luz; eras una traviesa consentida a la que nosotros entregamos sin dudas todo nuestro amor.

La tía replicó aquella sin tardar y continuó antes de siquiera permitirme decir alguna palabra más.

— Pero sé que con unas simples palabras como estas no podrías llegar a convencerte y te entiendo completamente, aunque yo soy consciente que recuerdo todo de ti y de nuestras vidas en aquella gran ciudad.

Dominieck para aquel momento se terminó de acercar y se colocó justo a mi lado derecho, listo para escuchar lo que a continuación iba a ser dicho cosa que me imagino que mermaría un poco su curiosidad respecto a mí.

La tía inmediatamente al notar que tenía nuestra entera atención, llevo su mano derecha hasta su brazo izquierdo e intentó apartar las mangas de su vestido, buscando así descubrir la zona desde el hombro hasta el antebrazo, elemento que le dificultaba un poco hacer aquel movimiento por el largo de estas.

Tal elemento que aquella llevaba puesto el vestido era maravilloso, por lo tanto, relucía ante sus detalles, aunque aún así no era capaz de opacar la pieza principal la tía.

Aquel vestido era entallado en la parte superior desde el pecho, el cual permitía revelar un poco el escote hasta la cintura que aquel ciñese su figura a la perfección.

En la espalda constaba con la presciencia de unas simples tiras de tela anudadas en forma de un moño con las que se ajustaba aquel a la zona de la espalda baja dejando esta visiblemente descubierta en toda la parte superior, mientras que las mangas contaban con algunos volantes sueltos bastante sueltos que le daban a tal elemento un toque de frescura y porque no de una evidente comodidad.

Por otra parte, la falda tenía un largo promedio no más allá del alto de las rodillas un tanto ajustado en las caderas, pero aun así en la parte final de la falda mantenía un poco el estilo de las mangas y tanto este como los atuendos de todos allí los presentes eran característicos por relucir sobre todo el color blanco en casi toda su extensión.

Una vez logró descubrir aquella zona de su brazo, la tía musito — nunca podría olvidar esos ojos, pues como mismo me observas ahora con tristeza y con miedo, lo hiciste el día en que ocurrió el accidente por lo que hoy llevo esta cicatriz, recuerdo aquel momento como si hubiera sido ayer.

Indico aquella mujer antes de iniciar con tal narración, ante los ojos ajenos y desconocedores de mí, pues, aunque era consciente de que esto podría ser un riesgo para mi viendo que todo había tomado un rumbo claro y preciso el cual sin dudas se dirigía a revelar algo de mi historia preferí esperar por ende así notar que era ante todo lo que tal mujer iba a revelar sin intervenir.

En su hombro descubierto a la vista de todos se podían observar tres cicatrices visiblemente profundas, que sin dudas habían sido hechas por las garras de algún animal que indudablemente la atacó, así una vez se percató de que todos habíamos visto tal imagen aquella recalcó.

— Hacía menos de una semana que ustedes Eliot, Linsey y tu Emma habían llegado a Venecia, tu aun para aquel momento te mantenía ajena a Martín y a mí por lo que te negabas a acercarte por el miedo, la indiferencia y la desconfianza que sentías en contra de nosotros — comentó mientras su voz se sentía quebrar ante tal recuerdo.

— Lo recuerdas Emma, la verdad espero que sí — respiro profundamente mientras intentaba retener sus emociones antes de continuar hablando — aquel sin dudas había sido un día largo y tu pequeña, habías estado tenido varios episodios de fiebre cosa que Linsey explicó que se debía a que tu parte lobuna intentaba madurar a la fuerza, al ya no sentirse retenida...




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