Diego no era muy amado entre aquellos quiénes tenían o habían tenido alguna vez traspiés con la justicia. A sabiendas de que ganaba enemigos con facilidad, procuraba mantener en secreto la existencia de su único familiar en condición humana, queriéndo evitar que se volviera blanco de represalias en contra suya.
Pero aquella noche fría bajo la rejilla de una sucia alcantarilla en un callejón de Inglaterra, Ider Reikbes esperaba ansioso y resentido. Hacía muy poco que Gakba, su hija, había sido ejecutada a manos del carnicero por alta traición... y muy a propósito de traiciones, un vampiro misterioso se acercaba a él.
A paso tranquilo y con ropas corrientes, el incógnito se adentraba en el pasaje. Al pisar la alcantarilla, se inclinó por un breve instante sobre esta como quién ata sus zapatos, pero en lugar de anudar su cordel, sacó de su bolsillo un sobre menudo que dejó caer justo en las manos de Ider.
Una información importante se guardaba allí: La dirección en que Diego ocultaba a su hermana.
–¿Seguro que es la correcta?– Exigió saber.
–Está todo– contestó el mensajero, incorporándose y volviendo a andar cual si nada hubiera pasado.
–Llegó la hora– dijo Ider a Velsur, su acompañante, quién se ocultaba entre las sombras.
Medio instante más tarde ambos se deslizaban como ratas por el drenaje. Siguiendo el camino que el papel les indicaba, llegaron en pocos minutos a la casa que había visto a Damara crecer. Debajo de su calle y aún en el subterráneo, repasaron nuevamente su plan.
–No lo olvides. Ella no debe morir.
–¿El está en la ciudad, cierto?
–Sí. Eso es una ventaja. Es por eso que ese es el momento.
–Entonces ¿Le darás de nuestra sangre a la chica?
–Sólo para eso hemos venido. Ésta noche será el fin. Para mañana estaremos muertos, pero valdrá la pena.
Ider alzó su mano e hizo un pequeño corte en su índice con la uña del pulgar, dejando manar una fina línea de sangre.
–Lo único que resiento es no estar ahí para verlo, pero sucederá y será perfecto. Todos se pudrirán en el infierno.
Con los objetivos claros, subieron a la calzada. Aún sin entrar a casa, pudieron saber que sólo había un vampiro dentro: Athir. Tristemente, la esclava estaba sola.
–¿Pero vive aquí o no?– preguntó confundido el más joven. Inexperto.
–Por supuesto que sí– respondió Ider entre dientes, rabioso y frustrado –La casa entera huele a ella, el único efluvio humano que puede sentirse.
Intentando dejar de lado su exasperación, se concentró cerrando los ojos, olfateando como un zorro. Ladeando la cabeza en la dirección que lo sentía, hizo una seña al novato para que lo siguiese.
El débil aroma los guió hasta una tienda de cosméticos en la ciudad, donde lo poco que se sentía acabó de evaporarse.
–Debe haber subido a un coche– concluyó.
–¿Eso crees?
–Estoy seguro– caminó hacia la cera en la que Damara había estado sentada –Estuvo aquí...– extendió sus manos hacia el suelo, como tocando una guía invisible. En esa misma posición, volvió de regreso –Hasta aquí llega puro. Se mezcla con aceite y gasolina, un rastro que se extiende hacia allá– señaló –Vamos.
Mientras seguían la pista tuvieron dudas, no podían tener certeza de que su blanco hubiera estado a bordo hasta el final o si a mitad de camino habían dejado de seguir al coche correcto. Sin embargo al llegar a la casa donde el olor se estacionaba, sintieron de nuevo aquel que habían descubierto en la tienda de cosméticos y que pertenecía a Savannah. Segundos más tarde, la nariz de Ider identificó un suave efluvio de vampiro, uno que se mezclaba con el olor propio de la piel humana que lo llevaba, la habían encontrado.
Desde la calle, ambos acechaban el sitio. Podían escuchar los sonidos de un alboroto dentro. Con sobrada paciencia esperaron que la noche trajera consigo el cansancio a los cuerpos humanos.
En plena madrugada Ider y Velsur decidieron actuar. Bordearon la residencia por el jardín, y desde la gran ventana observaron a una chica levantarse de su colcha. El olor a vampiro que antes habían sentido se desprendía tenuemente de su piel, era a ella quién buscaban.
–Vayamos ya– invitó el primero –No lo olvides, la necesitamos viva.
–¿Y los otros?
–A matar.
Diciendo esto Ider continuó por el jardín, siguiendo los pasos de Damara desde afuera, mientras su compañero trepaba casa arriba, aferrándose al concreto con sus garras para finalmente escabullirse en la habitación más alta.
El cabecilla se detuvo bajo la ventana del baño en que su blanco se encontraba y sacudió a propósito un arbusto para llamar su atención. Par de segundos más tarde, el novato dejaba caer pesadamente el cuerpo muerto de la madre de Savannah.
Suspicaz, Damara salió pasillo afuera queriendo descubrir lo que pasaba, entretanto su perseguidor terminaba de entrar por fin a la casa desde el último nivel, a fin de tomar la primera víctima que se le antojase.
Hanny.
La rubia estaba mucho más cerca de él que cualquiera de los demás, por lo que moviéndose con la rapidez que solo un vampiro podía emplear, Ider hundió sus dedos en el cuello de la fémina, separando la cabeza del resto. Cual bolsa de sangre se dedicó a derramarla en el pasillo principal.
Con el ceño fruncido y contrariada, Damara volvió sobre sus pasos y fue entonces cuando sintió en sus pies la humedad en el suelo, por un momento pareció ignorar su calidez. Imaginando que había dejado correr el agua del baño, decidió ir por algo para limpiarle, instante del que el asesino se valió para arrancar a velocidad luz las vidas de las otras chicas.
Charlotte era la más próxima a la puerta. Cuando el vampiro bordeó su colcha le estudió con interés. Su rostro dormido reflejaba ternura, lucía como una niña en cuerpo de mujer. Algo en ella trajo a su memoria una imagen de su hija, lo que le resintió, y en desahogo le destazó la cara a la joven con un solo rasguño. En un lapso no mayor a dos segundos, Ider le alzó antes de que la vida acabara de salir de su cuerpo y desplegó sus colmillos, al contacto instantáneo intercambiaron sus fluidos, el bebió la sangre, ella recibió su veneno. Como resultado inmediato los músculos de la mártir se entumecieron, confiriéndole absoluta rigidez. Cuando hubo estado satisfecho, la dejó caer de pecho al suelo y le cubrió con sus sábanas como si estuviera acostándole a dormir.
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Editado: 11.01.2021