Igual que si fuera un guardia custodiando una celda, Daphne se hallaba recargada contra el marco de la entrada del salón de Periodismo, a la espera de que Alexander apareciera. El salón ya casi se había llenado y su maestra no iba a tardar en llegar, pero aún no había visto rastros de él.
Espero que no se le ocurra faltar, pensó con preocupación. Después de dejarme a mí todo el trabajo, realmente espero que se aparezca al menos para plantarme cara. Si no llega a clase, yo...
-¿Qué tanto piensas que te carcome el cerebro? -le preguntó Alexander. El muchacho había aparecido de repente junto a ella, recargado contra el otro lado del marco de la puerta-. Se te hace una extraña arruga en la frente cuando meditas -comentó como si nada, señalándola-. No lo había notado antes.
Sin pensar, Daphne se tocó la frente como si quisiera desarrugarla, pero luego cayó en la cuenta de lo que hacía y le frunció el ceño, lo cual no hizo más que hacerlo sonreír.
-Estaba preocupada de que no te presentaras a clase -le dijo entonces-. Considerando tu comportamiento de la semana, temía que no aparecieras.
-¿Y arriesgarme a que fueras por toda la escuela buscándome mientras gritabas mi nombre a voces? -replicó él en tono burlón-. De ninguna manera. Ya has sido un dolor de cabeza lo suficientemente grande y estoy seguro de que serías capaz de eso, ¿o me equivoco?
Daphne no pudo evitar hacer una mueca porque eso era justamente lo que había estado considerando.
-Esa no es la cuestión -comentó ella, no queriendo darle la razón-. Por fortuna no hemos tenido que llegar a eso -luego entrecerró los ojos, amenazante-. Y tampoco tendré que hacerlo en un futuro porque vas a ayudarme con lo que sea que te pida para el trabajo, ¿verdad?
Alexander arqueó una ceja.
-Te dije que lo haría, ¿no es así?
-Sí, pero eres más esquivo que cualquier otra persona y para lo que tengo planeado necesitaré que cumplas tu palabra -insistió ella.
-Escucha, sé que usualmente las personas prometen cosas y no cumplen con su palabra, pero ese no es mi caso -le aseguró. Reacomodó su cuerpo contra el marco de la puerta, de tal manera que pudo cruzarse de brazos y tobillos, completamente relajado-. Cuando prometo algo, debo cumplirlo. Llámalo como un contrato sin derecho a cancelación. Estoy obligado por mi palabra a cumplir y como te dije que haría lo que planearas para el proyecto... bueno... no me retractaré.
-Excelente -dijo ella, dedicándole una sonrisa triunfante-. Eso es justo lo que quería oír. Entonces cuando hablemos con la maestra asiente a todo lo que diga y evita hacer muecas malhumoradas si es que no te llega a agradar nuestro plan de acción.
Dio un paso hacia el interior de aula, pero Alexander la tomó del antebrazo para detenerla y la miró con sospecha.
-¿Por qué dices eso? -le increpó en tono afilado, su cuerpo de repente en tensión-. ¿Qué es lo que has planeado?
Ella se zafó de su agarre con un simple movimiento de mano, ignorando su aspecto intimidante.
-Supongo que tendrás que esperar para averiguarlo.
***************
Cuando la Señorita Green los llamó a ella y a Alexander para que se acercaran a su escritorio, se sintió muy nerviosa. Las náuseas hacían de las suyas en la boca de su estómago y las manos le sudaban. Si Alexander no le seguía la corriente, estaba frita, pues tendría una nota baja en el proyecto y la profesora no tardaría en írselo a contar a Michael, y él la haría papilla a ella.
Dios, más le vale mantener su bocota cerrada.
Ambos se quedaron de pie ante la maestra mientras ella los escudriñaba sentada al otro lado de su escritorio.
Daphne tragó saliva con dificultad.
-Muy bien, jóvenes, presumo que han podido ponerse de acuerdo en algo para realizar su proyecto, ¿no es así? -cruzó los brazos encima del escritorio, mirando amedrentadoramente a Alexander -. A pesar de su inasistencia, muchacho, espero que puedan presentarme un avance importante.
La actitud de la Señorita Green reconfortó a Daphne en cierto nivel. Su maestra no era de las personas que se callaban lo que pensaban y era obvio que no estaba contenta con la irresponsabilidad de Alexander.
Seguro que va a armarle bronca, se congratuló.
Miró a su compañero con altivez, esperando ver su reacción ante el regaño que estaba segura de que iba a llevarse, pero Alexander hizo algo que le cortó la respiración tanto a ella como a su maestra: se inclinó ligeramente hacia el escritorio y, sin rehuir por un instante la mirada de disgusto de la Srita. Green, alzó las comisuras de su boca formando una encantadora y deslumbrante sonrisa.
#21254 en Fantasía
#44451 en Novela romántica
amor odio suspenso muertes amistad dolor, drama amistad dolor tristeza primer amor perdida
Editado: 10.05.2020