Corrió por la extensión de la playa con una sonrisa de oreja a oreja. Su amigo estaba allí con sus brazos extendidos sobre la arena su cabello estaba cubierto de esta y un pequeño cangrejo reposaba en su mano.
—Mira, Hyeong. ¡Encontré otro!— gritó el niño eufórico que le mostraba la diminuta criatura revoloteando sobre su palma. El niño mas bajo se quedó viéndolo feliz y trató de sostener el animalito, pero cayó. Este se asustó por la acción. —No te muevas. Casi lo tengo.— el más alto sostuvo al cangrejo para luego llevarlo consigo al recién terminado castillo.
—¿Podemos traer a su mamá?— dijo El más bajo con una mirada fija en el pequeño dentro del hueco que habían formado. —No sería bueno que este solo.
***
Se incorporó de golpe en la cama y miró a su alrededor algo inestable. No recordaba a ver llegado a casa. Sus ojos enfocaron el lugar con calma, tratando de adaptarse a la luz del sol que entrena por la ventana. Se restregó los ojos y vio una silueta alta pasando del baño, que le miraba somnolienta.
—Ya despertaste.— afirmó el moreno, mesándose el cabello revuelto.
—¿Como llegue?— cuestionó el muchacho pelirrojo con una mirada turbia.
—Como siempre me canse de llamarte y no respondías. Cuando bajé anoche para comprar algunas cosas vi tu auto aparcado en la acera y estabas dentro dormido. ¿Me puedes decir qué pasó para que estuvieses tan borracho? Porque traté de despertarte y lo único que hacías era balbucear.
—Lo siento...— dijo el chico apenado, se restregó el rostro e incorporó para ir al baño y tomar una ducha. Creía que la cabeza le explotaria. —¿Tienes hambre?— preguntó el moreno cuando su amigo se tranquilizó. Ho Seok se separó aliviado y asintió con una pequeña sonrisa. —Báñate, mientras yo pido alguna sopa. Tengo que realizar algunos ajustes a algunas canciones, pero las dejare para luego.
El pelirojo suspiró y entró al baño desvistiéndose. Nam Joon era una persona excepcional. Su carácter recto y serio lo hacía siempre parecer el más adulto de todos. Le debía mucho a ese chico. Más de lo que podía imaginar, porque solo por sus palabras de aliento, por sus impulsos él estaba en ese lugar. Nam Joon era como la figura paterna que perdió. Más que eso, un hermano.
Se adentró en la ducha y pensó en todo. Se restregaba el cuerpo, recordando sus días de niño con su amigo. Los cangrejos, el sonido de las olas del mar, la brisa en su cara, las numerosas puestas de sol y tardes calurosas. Eso era lo que le reprensentaba. Lo que le inspiraba a seguir. Sonrió para si, respirando profundo y salió de allí más fresco.
—¡Oye! ¡Dame ese plato!— escuchó al moreno gritar y se plató en medio del umbral para ver qué sucedía. Yoon Gi estaba allí y llevaba un tazón con carne asada que estaba empezando a meterse un trozo en la boca. El pelirojo sonrió.
Los momentos como ese no se podían olvidar, pues Nam Joon y Yoon Gi compartían un poco una personalidad pacifica. Nam Joon era serio, hablador, brillante y consejero; mientras que Yoon Gi era demasiado callado a veces, observador y a veces inexpresivo. Pero cuando se trataba de comida y especialmente molestar a Nam Joon, quitándole la carne; Yoon Gi se volvía altamente juguetón. Más cuando no estaban en un lugar público.
Le encantaba ver eso en él porque sus expresiones cambiaban. Su sonrisa de dientes pequeños y encías rosadas era peculiar y cálida.
Nam Joon lo persiguió y le quitó el plato quejándose de su amigo. Ho Seok solo observaba y reía a todo pulmón.