Haise estuvo entrenando con Filin. Los entrenamientos cada vez eran más aburridos para Haise, notó que Filin comenzó a comportarse algo raro, luego de que el rey Hodens les comentó sobre el combate contra los Hombres. «¿Qué tienen de especial los Hombres?» pensó. Había momentos en los que Haise le quería preguntar del por qué estaba con ese comportamiento.
Por momentos dejo pasar ese comportamiento, a pesar de que los entrenamientos le eran aburridos, aprendía cada vez como usar todas las armas.
Un día, después del entrenamiento, Filin le pidió que fuera a dejar las armas al campo de batalla, que ahí estarían practicando unas cosas al día siguiente. Al entrar al campo, noto un cambio drástico en la temperatura. Siguió caminando, con cada paso que hacía, sentía que era más pesado. Las armas, por igual, sentía que pesaban más de lo normal. No entendía por qué pasaba eso.
Poco a poco, cada vez que daba un paso, se iba acostumbrando al peso extra que sentía. Miraba todo a su alrededor, las paredes eran muy diferentes a las del campo de entrenamiento. Se veían más resistentes. Camino hasta el centro del campo, allí estaban algunas armas. Dejo las ambas que él traía junto a las demás.
Al voltearse, noto algo raro, una barra cilíndrica metálica, al agarrarla sintió que tenía tres botones. Analizo la barra. Quiso tocar uno de los botones, pero antes de hacerlo, llegó Deror. Ambos se miraron.
—Tú no deberías estar aquí —dijo Deror mirando a su alrededor, para verificar si Haise estaba solo o estaba con alguien más—. ¿Por qué estás aquí tú solo?
—Filin me ha dicho que viniera a dejar algunas armas —respondió Haise—, es por eso que estoy aquí.
—Ya sé que estás aquí, pero no deberías estar aquí, no por ahora —declaró Deror. Luego miro hacia sus manos, noto que Haise aún tenía la barra metálica—. ¿De dónde sacaste eso? —Deror a punto hacia la barra metálica —. Es mejor que dejes eso ahí y te vayas.
Antes de que Haise dijera algo, había llegado Filin. Deror la miro algo molesto. Ella no pudo evitar la mirada de Deror, se acercó a ellos y miro a Haise, vio que tenía la barra metálica.
—¿Por qué tienes eso? —quiso saber Filin.
—Lo mismo le pregunté —dijo Deror—, me dijo que tú lo mandas a dejar unas armas y ahora tiene una que no debe tener ni agarrar.
Miedo. Enojo.
—Es la-la...
Filin tenía miedo. Haise no debía tener esa barra. ¿Por qué la agarro?, pensó. A todos le habían prohibido que esa barra la viera o agarra Haise.
—Sí, es el arma que no tenía que saber de su existencia.
—Oigan, no estoy entendiendo nada, creo que están molesto de que haya agarrado la barra, la dejaré donde la agarre y mejor me voy —Haise dejo la barra y se fue a su habitación.
Durante el camino, se iba haciendo varias preguntas, como: ¿por qué no querían que supiera sobre aquella barra? ¿Qué había de especial en él?, y lo que más se preguntaba ¿Por qué lo estaban esperando?
Quiso tener respuestas a esas preguntas. Decidió ir en busca del rey Hodens. En lo primero que pensó fue ir a la habitación donde había llegado. Cuando entro, la habitación estaba oscura, un poco fría y parecía desolada.
—¿Qué se te ofrece Haise? —se escuchó una voz a lo lejos.
Haise se asustó. Poco después se prendieron las luces, pudo ver que era el rey Hodens. Estaba monitoreando algunas cosas. Alcanzo a ver algo relacionado con Pelglis. O al menos eso él creyó.
Se acercó al rey, quiso mirar que era lo que estaba viendo en la pantalla, pero no podía por el gran cuerpo del rey. El rey Hodens apago la pantalla, volteo hacia Haise:
—Y bien, ¿qué necesitas?
—Quería hacerle algunas preguntas, quiero que me quite o me resuelva algunas dudas —respondió Haise—. Desde que llegue aquí, me han surgido esas dudas...
—Es obvio que las tengas, todos tenemos muchas dudas y necesitamos de alguien que nos las pueda aclarar —interrumpió a Haise—. Creo saber tus dudas. Bueno, dímelas...
—Eh... más que nada, desde que llegue, usted me estaba esperando, incluso me lo dijo, según lo que recuerdo. Solo quiero saber del por qué me estaba esperando y cómo sabía que llegaría.
El rey se quedó callado, sabía que algún día se lo iba a preguntar, pero ¿tan pronto?
Prefirió evadir las preguntas, aún no estaba listo para saber esas respuestas.
—Supe que ya conociste nuestra arma, ¿qué tal te pareció?
—¿Arma? ¿Qué arma?, no trate de evadir mis preguntas.
—La que agarraste en el campo de batalla y Deror te vio usándola.
—¡No la estaba utilizando, solo respóndame!
—¿Qué quieres que te responda?, el hecho de que estés aquí no lo puedes saber, ni siquiera yo sé por qué estás aquí —el rey lo sabía, pero tenía prohibido decirlo—, lo único que sé, es que algún día llegarías.