ISABEL
Desperté envuelta en sábanas que no eran las mías. A mi lado, se hallaba Marcus, también durmiendo. Mi visión aún era borrosa. Todo mi cuerpo dolía. Mi ropa se encontraba totalmente rota, y sucia. Cuando me erguí, sentí un punzante dolor en mi nariz. Me quejé con un gemido. Sentí como unos dedos cálidos se posaban en mi hombro.
—Oh, Bel. ¿Cómo te sientes?— se incorporó a mi lado. La habitación de Tania se encontraba más oscura de lo que recordaba.
—Como si un camión me hubiera pisado.— suspiré.
—Sí. También luces así...— ante su comentario, no pude evitar reír. Pero sentía que mi cabeza iba a estallar, y paré al instante.— Lo siento…
—¿Qué fue lo que sucedió?— pregunté, rascando mi nuca.
El silencio reinó en la habitación durante unos segundos.
—Saliste corriendo. Te enojaste con Tania. Terminaste en un lugar feo, donde se ve que no fuiste bienvenida…
—Que estúpida. Que idiota...— arranqué una pluma del acolchado, y la arrojé con fuerza al piso. Él tomó mi mano, y me atrajo hacia él. Me sentía pequeña, muy pequeña. Sus brazos rodeaban mis brazos helados. La noche aún no desaparecía, y el frío entraba por la ventana. Las cortinas se movían. Marcus posó con delicadeza una manta sobre mí, y me dio un beso en la frente.
—Ya estás aquí, Bel.— suspiró.— Estás aquí. Es lo que importa. No te tortures.
Me acurruqué en su pecho. Su perfume me llenaba las fosas nasales. Me alegraba la vida. Sentía que por un momento, todo estaba bien.
—Además, quedan solo dos semanas de vacaciones.— me recordó.— ¿Por qué no las disfrutamos? ¿Quieres que viajemos? ¿Todos?
—Quiero terminar eso...— las palabras no salían de mi garganta. Estaban atoradas. Se me había resecado.— Quiero saberlo.
—¿Por qué?— inquirió.— ¿Qué es lo que sucede, Bel?
—No… yo no lo sé. Sólo hay algo que me llama. Necesito saberlo.
—Te estás dañando. ¿Lo sabes, no? Debes tener más cuidado. Me preocupaste. Demasiado.— su tono de voz comenzaba a sonar molesto.
—No te conviertas en mi padre...— supliqué.
—Me preocupaste, Isabel.
Era la verdad. Supongo que les debía una disculpas a todos. Me quedé callada. Las lágrimas caían, mientras me aferraba cada vez más a Marcus. Deseé tanto este momento, que ahora no quiero que se acabe. Y, soy tan tonta. Arruino todo. Este misterio tal vez sí me estaba dañando.
La puerta se abrió de repente. Eran mis amigas. Oh, y sus bonitas parejas. Mierda. Limpié mis lágrimas. Y me separé de Marcus. Nadie hablaba, y todo se ponía cada vez más tenso.
—Debes parar...— habló Tania.
—Ya mismo.— la secundó Lucinda.
—Me mentiste.
—Lo siento, pero debes parar. Tu vida se está consumiendo. No te lo dí, porque quería a mi amiga conmigo. No a la detective…
—Lo siento...— esas palabras salieron reñidas de mi boca.
—Toma mi pulso, Nia.— Luce hizo un ademán muy excéntrico.— ¿Está Isabel Vargas ofreciendo una disculpa?
Todos reímos. Inclusive yo.
—Bueno. Está toda la comida, que nadie tocó...— habló Nia.— ¿Quieren comer?
—Mi estómago ruge.— habló Marcus atrás mío.
—El mío también...— Trevor salió de atrás de la puerta, con una sonrisa de oreja a oreja, como un niño. Luce se subió en sus espaldas. Ambos eran un par de niños.
Cristina, y Nia aún parecían tomar distancia la una de la otra. Pero, no necesitaban estar pegadas, para lucir bonitas juntas.
Marcus, y yo nos tomamos de la mano, y nos dirigimos hacia abajo.
La mesa estaba repleta de manjares deliciosos. Realmente no tenía demasiadas ganas de comer, pero no pude evitar probar bocado de todo. Nia, y Cristina se fueron en un momento a la habitación. Habíamos bebido un poco de alcohol. Pero se ve que fue lo suficiente para que mi casta amiga saque sus impurezas al aire.
Trevor le enseñaba un videojuego en su teléfono a Luce. Estaban acurrucados en el sillón. Ella le hablaba de lo maravilloso que era todo.
Marcus se encontraba lavando las cosas, mientras yo levantaba los platos. Realmente quisiera vivir así para siempre. Debería dejar de luchar contra algo que me hace mal. Debería comenzar a vivir momentos lindos, ¿no? Pero en mi pecho había una presión. Una angustia…
—¿Qué sucede?— Marcus llevaba el repasador en su hombro, y su cabello rojo fuego revuelto. Sus labios de pronto se vieron demasiado apetecibles, que no pude evitar darle un beso. Y luego otro…
Sin pensarlo, Marcus me tomó de la cintura, y subió a la mesada. La intensidad de los besos cada vez aumentaba más, a la par que mi respiración. Su cabello sedoso se entrelazaban con mis fríos dedos. Sus cálidas manos se posaban en mi espalda. Me quitó la remera, y comenzó a besarme el cuello. Nuestras miradas se conectaban en medio de la oscuridad. Mis piernas se enredaron en sus caderas, y lo atraje hacia mí. El calor recorría nuestros cuerpos, y nuestra sangre ardía. Cuanto menos lo imaginé...la puerta se abrió. Me eché hacia atrás demasiado fuerte. Dí mi nuca contra las alacenas de arriba. La carcajada de Luce resonó en toda la cocina.
—¡¿Qué haces casta Bel?!— gritó horrorizada, con un tono tajante de sarcasmo.— Nia ya no es la santa. Ahora tampoco tú. Eso me hace a mí la virgen...— bromeó, mientras abría la heladera.
Trevor sólo seguía parado en la puerta.
—¿Puedes irte?— pregunté. Marcus apoyó la frente en mi hombro, mientras la vergüenza le recorría su pecoso rostro.
—La castidad da hambre...— se quejó mientras cerraba la puerta a sus espaldas. Ambos estallamos en risas.
LUCE.
—Entonces, eso es un juego de celular...— comenté, sorprendida. Éste era un mundo totalmente desconocido para mí.
—Hay muchos tipos de juegos...— Trevor se subió sus lentes por la nariz.— Los de computadoras son mis favoritos. Juegos como Valorant o Counter Strike. Se llaman shooters… ¿Y a ti que te gusta?