Detrás de la máscara

CAPÍTULO XXI

CAPÍTULO XXI

Abrí los ojos lentamente para acostumbrarme a la luz del sol que entraba por las ranuras de la persiana hasta que los recuerdos volvieron a mi mente. Me levanté y quité las mantas que me tapaban hasta el cuello. Estaba en pijama. Otra vez.

Solo recordar todo lo que pasó la noche anterior me daban ganas de gritar y llorar hasta que no soportara más. Esa mañana me sentí más sucia que nunca. Sucia porque ese hombre me tocó y me desnudó de tal manera que esas imágenes se quedarán grabadas a fuego en mi mente para el resto de mis días.

Toqué mi pecho instintivamente y, cómo no, no había ninguna herida. Intenté calmarme, me froté los ojos y solté todo el aire de mis pulmones. La situación ya estaba empezando a cansarme y justamente en el momento que quise hacerle frente al culpable de todos mis males, cambia su patrón y comienza a desequilibrarme más de lo que estaba. ¿Por qué no me había matado sin más? ¿Por qué tenía que golpearme y desnudarme brutalmente?

Y en ese momento caí. Porque me enfrenté a él. Quería someterme, que suplicara por mi vida para que él estuviera satisfecho y orgulloso de lo que conseguía. No le convenía que me hiciera la fuerte.

Sacudí mi cabeza. Pero ¿qué estaba diciendo? Mi mente era la que manejaba todo el cotarro. Ese hombre solo era fruto de mi imaginación y mi mente, por algún motivo que todavía desconozco, quería verme vulnerable ante él.

Me arreglé lo más rápido que pude y salí directa a la cafetería. Debía olvidarme de lo sucedido. Al fin y al cabo, solo era otra pesadilla más.

 

Al abrir la puerta del local, vi a Marien colocando las sillas en el suelo. Nada más verme, me saludó con una sonrisa en los labios.

—Buenos días, Kate —canturreó feliz y le sonreí.

—Buenos días —entré en el vestuario, dejé mi chaqueta y mi bolso, me coloqué el pequeño delantal y salí a ayudarla.

—¿Cómo estás? —sabía a lo que se refería, pero no quería contarle mis problemas mentales. Ya bastante sabía y se había preocupado por mí.

—Bien —contesté intentado sonar segura de mí misma para que no sospechara, aunque no pareció tragárselo. Asintió lentamente con una ceja encorvada y siguió con su trabajo. Tampoco había insistido y eso, en cierto modo, me sorprendió. Quizá aún me guardara rencor por haberle hablado mal hacía una semana.

Pero no le di más vueltas al tema.

La mañana pasó con normalidad hasta que vi a Derek, con una expresión de cansancio en el rostro y a una chica joven sonriente a su lado. Decía la verdad cuando me dijo que era como él, pero con pelo. Mucho más pelo. Le caía en forma de cascada hasta la cintura del mismo castaño que Derek. Sus ojos verdes grandes eran iguales a los de su hermano. Se sentaron en una mesa cerca de la puerta, ya que era la única libre que quedaba a esas horas.

No sabía si ir a tomarles nota o saludar. Me daba vergüenza pensar que la única razón para que su hermana estuviera ahí fuera para darme el visto bueno. ¿Y si no me lo daba? Me mordí el labio sin apartar mi mirada de ellos hasta que vi como Derek levantaba la mano en mi dirección con una sonrisa. Eso me puso aún más nerviosa. Podría decirle a Marien que les atendiera ella, pero no quería acobardarme. No cuando lo único bueno que me pasaba en esos momentos era Derek. Si huía, dejaría de venir por la cafetería, de hablarme y eso no lo podía permitir.

Respiré hondo y me acerqué a ellos.

—Compórtate —susurró en dirección a su hermana que no hacía más que sonreír en mi dirección.

—Buenos días —sonreí mostrando mis dientes.

—Hola, muñeca —sentí mi rostro enrojecerse y oí a su hermana reírse por lo bajo—. Ven, te quiero presentar a mi hermana —tragué saliva. Pensé que sería un poco más informal—. Kate, ella es Rose, mi insoportable hermana. Rose, ella es Kate, la chica de la que te hablé —ella asintió y se levantó dándome dos besos.

—Encantada. Veo que mi hermano se ha quedado corto al describirme tu belleza —miré de reojo a Derek que la asesinaba con la mirada y le sonreí en agradecimiento.

—Él, en cambio, te ha descrito a la perfección. Eres igual que él —ella rio y negó con la cabeza.

—Cuándo estáis juntos, ¿no tenéis otra cosa que hacer que habar de mí? —se rio a carcajadas y Derek se frotó la frente mientras que yo quería salir de ahí lo antes posible—. Sí, muchos nos preguntan si somos mellizos —pasó a otro tema de repente apretándose el puente de la nariz y sonrió—. Pero, créeme que aparte del físico no nos parecemos en nada.

—Bueno, ¿queréis tomar algo? —saqué la libreta y anoté su comanda—. Enseguida os lo traigo —y antes de que me pudieran detener, ya estaba en la cocina preparándolo todo. Rose era muy simpática y extrovertida, pero en ese momento no me apetecía nada hablar con nadie. Quería un poco de tranquilidad para mermar los recuerdos de mi mente.



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En el texto hay: amor, pesadillas

Editado: 17.04.2018

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