Detrás de la máscara rota

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El timbre resuena en todo el instituto, indicando el comienzo de las clases, en nuestro caso, de historia. Tomo asiento en el lugar que siempre ocupo, con Abner a mi derecha, Kilian delante de mí, y Enzo detrás.

—¿Entonces... Él jamás existió? —pregunta Enzo, frunciendo el ceño.

Me llevo la palma de la mano a la frente.

—Claro que existió —respondo, exasperado, volteando a verlo.

—No entiendo —se queja.

Ayer por la noche, luego de que Kilian se quejara una vez más de lo soporífero que soy por no escucharlo, se le ocurrió la fantástica idea de investigar un poco más sobre Ayrton en el sitio web del colegio.

—Lo que Aleksy quiere decir y su falta de paciencia no se lo permite, es que estuvimos investigando y no existen archivos de ninguno de los alumnos que cursaron último año en 2002 —explica Abner.

—Entonces es como si no existieran —insiste el pelinegro.

Dejo caer mi cabeza sobre el pupitre, maldiciendo mentalmente a Enzo.

—¡Estoy parado aquí hace más de cinco minutos y ustedes no dejan de hablar!

Gautier, Swan y Theo empiezan a reír.

—Disculpe, señor McRaun —se disculpa Abner.

Levanto la cabeza y miro al frente, y tengo la sensación de que mi corazón se detiene. La mirada del profesor está puesta sobre mi grupo de amigos, motivo por el que la pandilla de Gautier se reía, pero no es eso lo que me preocupa. Él no está solo, a su derecha hay dos personas, y una de ellas es el chico que ayer me hizo perder el control sobre mis iris; un muchacho pálido, y de cabello y ojos oscuros. Rápidamente quito la mirada de él, posándola sobre la chica que está a su lado; sus rasgos son muy similares, al igual que el color de sus ojos y cabello, con la diferencia de que unas mechas purpuras le dan vida a su melena negra.

—Que no se te caiga la baba —susurra Abner, burlándose.

«—Coincido con el rubiecito.»

—¡Moore, ¿es mucho pedirle que cierre la boca?! —vuelve a gritar el profesor.

—Y yo coincido con el profesor —mascullo.

El hombre coloca su mano sobre el hombro del muchacho que evito mirar, dedicándole la sonrisa más falsa que he visto en toda mi vida, para luego mirarnos a todos, regresando a su típica expresión de irritabilidad.

—Ellos son David y Kate Miller, llegaron al pueblo hace poco, y espero que les den una cálida bienvenida.

Kate. Qué bonito nombre.

Ambos sonríen, aunque yo solo me atrevo a mirar la sonrisa de Kate, la cual, por cierto, es bellísima; sus dientes están perfectamente alineados y tienen un brillo particular que me genera una sensación extraña en el pecho.

«—¿Quieres que te traiga una servilleta? Mojarás todo tu mentón —se burla Nadie.»

Lo ignoro.

Los hermanos Miller alzan sus manos, como un saludo, aunque David lo hace con más firmeza que Kate, para finalmente dirigirse a los asientos disponibles. Al parecer la pandilla le guardó un lugar a David, ya que se dirige hacia el fondo del salón, mientras la pelinegra toma lugar en el asiento disponible a mi izquierda, consiguiendo que me ponga nervioso y golpetee la mesa con mis dedos.

El profesor McRaun comienza con su clase, y, para no perder la costumbre, no lo escucho. En lugar de hacerlo, abro mi carpeta y empiezo a dibujar en una de las hojas, aunque tampoco le presto atención a las ilustraciones que estoy trazando, ya que estoy demasiado ocupado intentando no ponerme nervioso por la presencia de Kate a mi lado. Jamás me había sentido así de inquieto por una chica, tal vez sea porque conozco a las mismas mujeres desde que tengo memoria, ya que durante toda mi vida he tenido a las mismas compañeras, quienes se percataron de que soy un bicho raro cuando éramos niños, a diferencia de Kate, que no me conoce en lo absoluto y eso significa que tengo la oportunidad de esconder mi lado trastornado y lograr causarle una buena impresión... Demonios, ¿en qué estoy pensando? Apenas la conozco, no debería interesarme tanto agradarle y tampoco debería fingir ser alguien que no soy para hacerlo.

Mis pensamientos me generan vergüenza ajena, así que los desvío hacia otro asunto.

Me pregunto por qué en la página web del colegio están los nombres de todos los alumnos que pasaron por el instituto desde su inauguración, pero no los de los cursantes de último año del 2002... Enzo tiene razón, es como si ellos no hubieran existido... O como si quisieran hacernos creer que no existieron... Pero eso tampoco tiene mucho sentido, ¿por qué el instituto ocultaría la identidad de un grupo de adolescentes? Seguramente es un simple e inoportuno error del sistema de datos, y nada más.

—¿Alguna pregunta? —la voz del profesor me aleja de mis pensamientos.

No me sorprendo al ver la mano de Kilian alzada, ya que él suele participar en todas las clases. McRaun le indica que tiene permiso de hablar.

—Mi pregunta no es sobre el tema —aclara —. ¿Puede hablarnos sobre los estudiantes que terminaron la preparatoria en el 2002?

La expresión del profesor cambia por completo, permitiendo que en su mirada se refleje una mezcla de curiosidad y pánico, mientras sus dedos golpean nerviosamente su escritorio.

—Solo preguntas sobre la clase —decreta, alterado —. Y, Malk, usted es un joven brillante, y es consciente de ello —pausa durante unos segundos —, pero tengo la sensación de que su círculo social lo está desviando hacia asuntos que no le corresponden y en los que no le conviene involucrarse —me dedica una fugaz mirada, para luego regresarla a Kilian —. No se deje arruinar, ¿sí? Tómelo como una recomendación profesional.

Mi amigo solo asiente como respuesta, y puedo percibir lo incomodo que se siente.

Tengo la leve sensación de que el profesor le sugirió a Kilian alejarse de mí, pero la descarto al instante: McRaun con suerte sabe mi nombre, es una estupidez pensar que tiene algo en mi contra.



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En el texto hay: espiritus, amor, amistad

Editado: 22.04.2020

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