La siesta ha culminado. Escucho que alguien toca insistente la puerta como si quisiese descubrir algo. Pude haber salido cuando todos dormían y tomar las navajas; apuñalar a mi padre y esconderme muy rápido dentro del cuarto para no levantar sospechas y morir aquí siendo un asesino sin arrepentimiento alguno. El padre de Emma y el mío siempre han sido buenos amigos, sin embargo pude notar que el viril ser humano que me había criado no quería verlos en ese momento inoportuno.
"Es muy raro no vi a nadie desde mi casa y tuve una noche de insomnio. Vi nada más a Ismael y luego..." el padre de Emma siempre habla demasiado.
"Creemos que el asesino lo tiene secuestrado, premedito su plan"
"Ismael es mi amigo y voy a ayudarle en lo que usted diga" Emma se expresa segura de lo que dice y creo que su interés en encontrarme es para que seamos enamorados y no solo amigos. No obstante, son imaginaciones mías Emma no le corresponde a mis sentimientos y eso también me ha estado degradando estos últimos días. Quizás Emma me amo, pero ahora es imposible lo nuestro.
Emma y su padre pasaron una media hora charlando con mi familia sin mucho ánimo. La platica se termino cuando decidí quitarme la camisa y el pantalón de pijama. El calor comenzaba a sofocarme y yo no tenía deseos de seguir escuchándolos. No puedo seguir creyendo que mi papá y Marieta son mis enemigos, en cambio el pasado alimenta mi odio. Leonor es como un personaje gris sin nada que decir y nada que hacer porque ella siempre esta intentado cubrir los agujeros de nuestro hogar. Tal y como se las ingenio para enviarme en secreto a un internado con un grupo de ayuda para personas con depresión.
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Iba a cumplir quince años cuando intenté asesinar a mi progenitor y luego pensé en suicidarme. Mis planes era acabar con la existencia de mi padre y por último terminar la mía. Fueron seis meses después del fallecimiento del Astrónomo. Anibal todavía existía para mí en aquellas paredes, en cambio mi papá era todo lo que deseaba borrar. Hubiese dado lo que fuera porque Anibal ocupará el lugar correspondiente a mi padre.
Leonor sospecho mis intenciones y lo confirmo cuando encontró el veneno en la gaveta de la mesita de noche en mi cuarto. Ella fue capaz de tomar una decisión en su vida, agarro el Arsénico y lo derramó en el retrete asegurándose de que las cosas no llegarán a escalas mayores. Entonces mi bella y patética progenitora habló conmigo y discretamente me llevó a la planta de abajo para interrogarme.
"Querías envenenarlo con el Arsénico -dijo y luego subió la voz- Es tu padre Ismael, por Dios, ¿por qué no lo quieres?"
Me negué a contestarle. Hice un movimiento con mi cabeza y reflexione. Leonor era incapaz de quererme y menos cuando usaba esa ropa apagada y no se maquillaba por complacer a mi padre. Mi madre no podría amarme porque su corazón estaba esclavizado al de él y al de Marieta.
"Él nunca me quiso" fue lo único que se me ocurrió decir porque me conocía y sabía que si contaba lloraría delante de Leonor y detesto llorar frente a otra persona.
"Ismael, nosotros lo hemos dado todo por vos. No es normal que quieras hacer eso. Es un enorme pecado y falta de respeto ante Dios"
No la escuchaba. Lo único injusto y el pecado que cometió mi padre fue haberme prohibido quedarme con las cosas del Astrónomo y de tratarlo como si no fuese una persona común. Lo que en verdad él nunca dio por mí fue su amor y de privarme de mi vida. Me despreciaba lo veía en sus jestos y en sus mirada de indiferencia.
El martes se acicalo y salimos muy de mañana a un internado psiquiátrico para menores. No era nada de lo que imagine. Era un lugar muy brillante y cálido no me resisti a quedarme, obedecí a Leonor sin importarme a donde íbamos. Fue un año glorioso para mí. Me aleje de ellos y me encontraba contento por salir de mi casa.
Lo supe tiempo después cuando Leonor y ellos fueron a traerme en la entrada del internado. Mi padre me detestaba y fue su falta de saludo y el negarse a darme la cara lo que me lo demostró. El diagnóstico fue una terrible depresión y Leonor exagero la situación diciendo que me había visto tomar una navaja y ponérmela en el cuello delante de ella.
"En mi familia nunca hubieron locos ni psicópatas" hay palabras que uno no olvida fácil, pero esas me cortaron en cantidad. Las anteriores solo me pincharon un poco, no obstante esas palabras me apuñalaron y me hicieron sagrar sin poder detener mi dolor.
Fue como una pausa en mi realidad. Recuerdo con exactitud al Psiquiatra que me atendió, sin embargo no recuerdo haber conocido a otro persona, excepto a la Señorita Pe y es que no la pude olvidar debido a su trágica confesión cuando realizábamos un circulo cada jueves y miércoles por la tarde.
La Señora Pe había perdido a su hijo. Lo encontró flotando en las quebradas cercanas a su casa. Salió de compras durante una hora, se confío de los amigos y estos nunca llegaron. Murió cuando tenía once años y su madre nunca pudo recuperarse.
"La hora de las ocho a las nueve nunca debió existir. Estaba segura de los muchachos, pero mi hijo decidió bañarse solo. Lo llame varias veces y diez minutos más tardes lo encontré muerto, ahogado con sus labios morados y esa piel pálida y gelida que tienen los ahogados" nos había contado con la voz cortada.
Me propuse no volver a tener pensamientos de autosesinato. Nada me impacto como eso. Él tenía once años y yo tenía quince cumplidos. Agradecí mi vida y el haber estado solo.
En febrero llegaron a recogerme en el camioneta vieja de mi padre. Leonor llevava puesto un vestido cafe sin fondos ni dibujos, sencilla y sonriéndome casi con orgullo. Marieta apenas movió los labios para saludarme y mi padre lanzó sus miradas. El tiempo en el internado pareció no haber existido mi familia y la casa seguían igual.
"No es una persona cuerda, en mi familia nunca existieron locos ni psicópatas" los escuche murmurar, Leonor le pedía que tratara de perdonarme y que todos iríamos juntos el siguiente domingo a misa y orar para que mi alma no se fuera al inframundo por mi grave pecado. Quise llorar, sin embargo dentro de mí surgió una rabia incomprensible, los mismos impulsos de un años atrás de querer destruirlo todo entre mis manos como un barco de papel. Entonces pensé que el suicidio no es el no tener ningún sentido por el cual vivir y esa extraña premonición de que todos te extrañaran y por fin te van a querer. Era una manifestación por naturaleza el hecho de llevar pegados estos pensamientos. El suicidio lo tenía en la sangre desde que abrí los ojos para ver la claridad de un mundo insoportable con el paso de los años.