El vecino cotidiano.
8:00 a.m.
Despertar en el típico día cotidiano con la misma rutina de todos los días. ¡ufff! Ser persona dentro de una sociedad no es sencillo. Ser estudiante mucho menos.
La monótona escena de despertar cada mañana en mi habitación, saludar a la señora Julia, mi vecina de ventana dentro del edificio, que está acariciando a su feo gato, que ayer quiso dar su mejor tanda de conciertos con chillidos gatunos.
¿Cómo algo tan lindo como un gato puede hacer sonidos tan espantosos?
A parte de la tormentosa serenata el mundo se mueve en lo normal, lo típico y... cotidiano, una típica ducha, típico desayuno, típico autobús que va al campus de la Universidad, típica clase aburrida, típica conversación nada seria con típicos amigos.
Pensé que el retorno a casa seguiría la secuencia de lo típico pero hoy, había algo que inesperadamente se salió de mi esquema. Si, eran los típicos estudiantes esperando el transporte, pero algo resaltaba en ese cuadro patético, donde todos se ocultan tras una señal de STOP para cubrirse del sol, no era algo, era alguien.
Había un nuevo alguien, un alguien nuevo en la monotonía gris y repetitiva.
Y si, alteró el típico lo suficiente como para saber quién sería un buen recuerdo para tener.
Después de ese día en el transporte donde se sentó a mi lado durante prácticamente todo el recorrido hasta que llegué a mi parada, después de eso no lo volví a ver. Fue tan efímero, que pensé con el pasar de los días que nunca había pasado, hasta aquel día en que un «hola» llegó a mi teléfono.
Pero fue un hola que no tuvo una respuesta, no hables con desconocidos, como olvidar esas palabras si son las primeras que dicen todas las madres, en tu primer día en la calle sin ella o un "adulto responsable".
Pero el hola del día siguiente fue diferente, fue un hola que tuvo una persona que lo dijo, mejor dicho me escribió. en esta ocasión tuvo la decencia de adjuntar un suplicante "¡no me ignores por favor, Isabel me dió tu número!".
Claro, analizando el mensaje, que escriba que tu mejor amiga anda dando tu numero a cuanto desconocido lo solicita, es motivo "suficiente" para confiar en que no me va a secuestrar y luego vender mis órganos.
Tal vez el escueto quien eres en respuesta, hizo que sujeto x comprendiera que despertó ese pinchazo de curiosidad que habita en todos los aburridos seres humanos que solo respiramos por ocupar cuota de aire obligatoria.
El chico del autobús, fue esa la respuesta que dio inicio a lo que mi memoria siempre guardará con aprecio, a ti mi vecino cotidiano, mi querido Calev.
***
Si, solo tres semanas charlando vía mensajes con Calev, bastó para que se convirtiese en un chat fijo en mi bandeja de entrada. Me enteré que vive en mi barrio, exactamente en la calle que sigue a la mía, y que estudia de noche por eso es poco frecuente verlo en el dia en la universidad. También se que es dos años mayor que yo y que estaba a nada de terminar su carrera.
hablamos por tantas horas, que era inevitable hablar sobre toda una vida. Me contó un día que su novia, bueno exnovia había sido una perra desgraciada que lo engaño. Me dijo que fue capaz de vengarse de ella, pero que no sintió la satisfacción que esperaba, se dio cuenta que esa relación no era de cariño, amor, sino de costumbre. De ahí que le fue fácil superarla.
Cada conversación con Calev era tan atrapante y cambiante que podía iniciar en un se fue la luz en mi calle, hasta las preferencias en ropa interior que tenía en mujeres. Por cierto, adoró que le dijera de algunos encajes rosados que hay en mi ropero. Si bien, nuestra "amistad" se afianzó a través de mensajes, pronto llegarían las llamadas de horas y horas, y el rogado quiero verte.
Las risas y miradas en presencia uno del otro, jamás se comparan con las cientos de caritas en los mensajes. Todo era agradable, perfecto. Regresar a casa en su compañía era lo más lejano a mi antigua cotidianidad. Llegar a casa y encontrar a tientas en la oscuridad una nota de mamá con un "no hay luz, estoy donde tu abuela", creo que lo note al no poder encender el interruptor.
Estar en la silenciosa soledad nunca fue más incómodo. pero la vibración de mi teléfono con un llegaste bien, me hizo tomar la determinación que necesitaba.
No quería estar sola menos en lo oscuro, y Calev era una muy buena compañía.
Bastó un: "no hay luz aquí, te necesito" para que su "voy por ti, llegara".