—De la guerra de comida habían pasado dos días, la escuela era un jodido caos, “Todos” los implicados en la guerra de comida estaban en detención, dentro del todo están mis mejores amigos estaban ahí por defenderme, son leales, sé que no dirán nada…
Técnicamente no fue mi culpa, yo no inicie la guerra, pero fue la única distracción útil que pudieron usar para que yo me escapase, sin embargo lo mejor que puedo hacer por ello es sacarles de allí, mi tiempo es corto y cada minuto cuenta antes de que manchen sus carpetas estudiantiles por el relajo que se armó allí, aunque no puedo negar que verlos así embarrados desde la cabeza hasta los pies de comida era demasiado gracioso, tengo unas cuantas fotos que son dignas del recuerdo, fue relativamente sencillo de obtenerlas, los profesores tomaron varias fotos de los implicados y me las dieron a mí para que las deje en rectorado, solo me tome la tarea de quitar las fotos de Camila y Clark y esconderlas muy bien, la mayoría de profesores me tienen como el alumno perfecto y me confían muchas cosas, entre ellas, este pequeño tesoro que obtuve hoy al ser llamado por los maestros —ríe para sí mismo—, a cargo de los castigados, no tengo que preocuparme por que hayan quedado fotos en la cámara, es una de esas cámaras antiguas de instantáneas, las fotos salieron directamente solo para acusar, mientras miro las fotos analizo a Camila aguantándome las ganas de reírme, mi mejor amiga tiene en su cabello salsa de tomate, mayonesa, ensalada de papas y quizá algo de flan, en toda su cara hay una mezcla de tallarines con diferentes salsas y ni hablar de su uniforme de porristas, parece haber sido pintado por un artista inexperto, tiene desde ensalada hasta trozos de tomates cortados en cuadritos, podría jurar que tiene huevos en su uniforme —Se aguanta la risa—. Y ni hablar de su calzado blanco que más parece una especie de morado mal mezclado, es gracioso saber que todo se lo tomo como humor y no con enfado, a esa niña le tengo miedo cuando se enfada estoy seguro que hasta el mismo diablo le corre, si se enfada con él, con el tiempo he conocido muchas cosas íntimas de Camila, pero estoy seguro que nunca la he visto verdaderamente enfadada.
Clark, por otra parte, es el caso de él es diferente, más que ensalada en su cabello parece un pastel mal hecho —Sonríe para sí mismo—. Supongo que él se llevó la peor parte por ser más alto y por tratar de cubrir a Camila, desde su cabello perfectamente “Organizado” tiene pedazos de pastel, partes de ensalada rusa, pedazos de pudín y como la cereza del pastel tiene un gran, pero un gigantesco trozo de masa, no tengo idea de cómo llego ahí pero si puedo asegurar que su intocable cabellera, es un completo desastre, su ropa deportiva esta arruinada, tiene salsa negra, salsa de tomate, mayonesa, harina, huevos, pastel, ensalada de papas y quién sabe que otros tipos de comidas raras.
Y eme aquí, perfectamente limpio y organizado escuchando al director hablar sobre el evento de hoy en el auditorio con los alumnos que no estuvimos “implicados” en la guerra de comida.
La ironía de todo esto es que me pone del perfecto ejemplo a mí, sin saber que fui yo el que inicio todo el alboroto indirectamente en el comedor, al cabo de un rato de una plática aburrida de mierda, me escabullí hasta el fondo del auditorio y revise los mensajes de mis amigos en mi hermosísimo y amado dinosaurio.
—“Camil”: Más te vale chaparro que te apures con la ropa, no pueden saber los directivos que estuve involucrada en todo el destre que armaste ¡Date Prisa! O te las veras conmigo.
Pd: Si le dices a alguien que te ayude, serás hombre muerto Alexander.
—“Clarki”: Mueve esas pelotas hombre, necesito salir de aquí ¡YA!, no quiero que me involucren más en esto y me saquen del equipo de fútbol, ¡Mi futuro está en tus manos!
—LA presión de ambos me agobian a tal punto que estaba por tirar la toalla y declararme culpable, sin embargo, sé que eso no cambiaría mucho atine a contestarles aún dudoso a los dos “Estoy en ello”. Mientras el director parloteaba y parloteaba de la importancia de la comida, el buen comportamiento y más “Bla, bla, bla”. Aproveche el descuido de director al caminar al otro lado del auditorio y salí pitando de allí, me aseguré que nadie me viese al salir, incluyendo los profesores y los pocos alumnos, es una de las ventajas que tiene el ser invisible, yo iba de incognito por el pasillo al no tener un pase tenía que estar atento a todo, si no los planes se irían por la tubería y estaría en un problema aún más grande por fugarme del auditorio, no sería culpado por la guerra de comida, en cambio me castigarían por fuga, lo cual mancharía mi perfecto currículo académico.
Trataba de ir de la manera más cautelosa y silenciosa posible, y con los nervios a flor de piel me adentre en el vestidor de los hombres, busque el casillero de Clark y quería sacar su ropa, pero no sabía su jodida Clave, intentaba adivinar poniendo números al azar pero nada —Mierda murmura—. Rápidamente saque mi móvil y le escribí “Hey cuál es la jodida clave” a los pocos segundos de enviar el mensaje recibí la respuesta en una llamada.
—6969, ten cuidado con los cond…
—Colgué la llamada enseguida y antes de que Clark siga hablando, abrí el casillero, saque rápidamente un polo amarillo que colgaba de un sujetador, una camiseta blanca y por más que rebuscaba en las cosas, no encontraba los jodidos pantalones —suspira frustrado—. Revisando, revisando entre compartimiento y compartimiento, a penas de puntillas y casi a brincos logre ver el pantalón en lo más alto del casillero, pero tenía un problema ¡No lograba alcanzarlo! —Chilla frustrado—, estaban demasiado altos y apenas sobresalía una punta de los pantalones del casillero, entre minúsculos brinquillos para lograr alcanzarlos y apenas con las yemas de los dedos avance a jalarlos, tenía que tener cuidado con el ruido, de manera que los jalaba despacio porque parecía que algo los sujetaba, algo pesado, finalmente los hale un poco fuerte y termine reventándome de culo sobre el suelo y la sorpresa fue de lo más asquerosa, sentí como algo callo en mi cabeza, no era tan grande pero se sentía un ligero peso, —se estremece asqueado—. Con gran cuidado y con las yemas de los dedos palpaba suavemente lo que posaba en mi cabellera y simplemente lo quite despacio, con cuidado, pensando en que era algo peligroso, finalmente mire que era y el asco se apodero de mí, —chilla y los tira lejos—. Fregaba mi cabello desesperado y asqueado, mi día no podía empeorar, había agarrado un par de condones, pero no cualquier par, estos estaban usados ¡USADOS!