—Te quiero mucho.
Fue lo último que dijo Bryant y se echaron en una de las camas de aquella casa.
Esa noche durmieron abrazados.
¡Buenas noches!
¡Buenos días!
Eran las seis de la mañana, Brianna tenía que llegar antes de que su mamá se de cuenta.
—Levántate Bryant.
—Agarra dinero de ahí y toma un taxi, tengo sueño.
—¿Es enserio?
—Después de lo de anoche, tengo mucho sueño.
Brianna se sentó a su costado.
—Has estado toda la noche llorando por ratos, me di cuenta, todo pasará, perdón por no corresponderte ayer.
—Eso me dolió más que otra cosa.
—Estoy confundida, necesito despejar mi mente.
—Anda con cuidado, Brianna.
¿Brianna?, ¿Dónde quedó lo de princesa?
Brianna había llevado dinero, así que no agarró nada de él, salió de la casa y agarró un taxi.
Al llegar a su casa, se metió en silencio y subió a su cuarto, su mamá no se había levantado aún, eso le aliviaba.
Agarró su celular y le habló a Stiven.
Brianna: Ya creo que me eh decidido.
Stiven: Ayer te hablé y ni caso, pero bueno, ¿Por quién?
Brianna: Perdón, ya te contaré, mejor te lo digo aquí.
Stiven: ¿Voy a tu casa?
Brianna: Ven en una hora.
Stiven: Voy en una hora.
Brianna se puso a descansar un rato y puso su alarma para una hora después.
Se quedó dormida y comenzó a tener un sueño.
Stiven y ella paseando por las playas, agarrados de la mano.
Al seguir caminando él la carga y comienzan a besarse.
Brianna con un vestido blanco y él con un pantalón y camisa suelta del mismo color.
Un sueño hermoso que fue interrumpido por el celular.
Brianna se levantó de golpe.
«¿Qué acabo de soñar?», pensó Brianna mirándose al espejo, «Stiven y yo juntos, nos veíamos tan bien, pero fue raro»
¿Qué pasa con Brianna?
¿Una triple confusión?
Brianna movió la cabeza a los lados y optó por no hablar del tema con él, lo que menos quería era otra confusión, porque tal vez fue un sueño, solo eso.
Stiven ya estaba en la puerta, ya le había avisado a Brianna.
—Muy puntual —dijo Brianna sonriendo —, buenos días.
—Buenos días dormilona, aunque hoy bien temprano.
—Pasa, para contarte.
Stiven entró a la casa y se fueron a la sala.
—Empieza a contar.
—Bien, pero no me interrumpas —Stiven asintió —, anoche me fui a la casa de Bryant, bueno a una de sus dos casas, estaba mala, sí, me escapé —Stiven abrió sus ojos —, no digas nada aún, estuvimos ahí, me contó su problema familiar, por el cuál estaba mal, entonces todo estaba tan bonito, iba pasando por un buen momento, me besó, sí, fue de la nada, me besó, y me pidió que deje de hablar con Brujo, así que ya tengo mi decisión.
—Ya sé cual es tu decisión, pobrecito.
—Pero aún no te digo mi respuesta.
—Iré a tu baño, espérame un momento.
Stiven se paró y fue al baño.
Brianna aprovechó para mandarle un mensaje a su chico misterioso.
Burbuja: Hoy día te daré una noticia, bueno te contaré todo, mereces toda la verdad.
Le envió el mensaje y el celular de Stiven sonó.
Brianna dudaba en sí agarrar el celular de Stiven o no.
Estiró su mano y lo agarró.
Prendió la pantalla y estaba el nombre de la aplicación, pero no decía quién le había enviado mensaje.
Ella recordó que él una vez le había dicho la clave.
Lo puso y se desbloqueó.
¡MINUTOS DE SUSPENSO!
Abrió la aplicación, esa bendita aplicación donde comenzó todo.
Vio el primer chat y único chat.
Burbuja: Hoy día te daré una buena noticia, bueno te contaré todo, mereces saber la verdad.
Efectivamente, el chico de todo este tiempo, era él, era Stiven, su supuesto mejor amigo, la persona que prácticamente le juro que no era él.
Es ahí donde recordó.
Orgullo y prejuicio.
Lo supuse, si es tan caballero debe haber aprendido de ese libro, acerté.
Aquí tienes jugo de fresa con leche.
Lo supuse, a todos nos gusta el jugo de fresa.
Vive tu propio libro.
«Soy tan estúpida, era él, me mintió en dos ocasiones, ¿Por qué?, dejó que yo le contará mis sentimientos, ¿Qué mierda tiene?», pensó Brianna con los ojos llorosos.
Stiven salió del baño con una sonrisa y vio a Brianna así.
—¿Pasó algo? —dijo Stiven.
—Quiero que te vayas de mi casa.
Stiven miró la mano de ella y vio que era el celular de él.
Se agarró el cabello y cerró sus ojos.
—Te lo puedo explicar.
—¿No eres tú?, ¿Por tercera vez me confundí?
—No, no, no te has confundido, escúchame.
—Si, quiero escucharte, pero afuera de mi casa, aquí no entras más.
Stiven y Brianna salieron.