Detrás de una Sonrisa.

15

 

Cameron

—No, ni lo intentes—negó Sam. 

—¿Qué tiene de malo?—pregunte observando lo que tenia en mis manos. 

—Te va a odiar—me asegura—, ¿Eso quieres? ¿Qué te odie? 

—No—me apresure a decir con un poco de temor. 

No quiero que me odie, al contrario, a veces siento que no le agrado. Quiero todo lo contrario. 

No sé lo que tiene ella que me llama la atención. Si bien, le dije sin rodeos que me gusta, creo que me precipite un poco. Aunque últimamente no he parado de pensar en ella. 

—Ni creas que con eso vas a lograr algo.

—No pierde nada intentado—me alentó el vendedor del otro lado de la carreta. 

—Claro que sí —lo contradijo mi amigo—. Pierde su tiempo, no te lo va aceptar, ¿Ya olvidaste lo que sucedió con la sudadera? 

Ah, la sudadera. 

—Me la devolvió—recuerdo. 

Sigo sin comprender porque me la devolvió. Cuando la escogí, lo hice más como un regalo que pensado en reponer la que yo le había arruinado. 

Me la devolvió el día que pensaba visitar a Allyson, mi ahora mejor amiga.

Dios.

Cuándo se fue ese día, al llegar a casa miré la prenda y sonreí. Desistí de la idea de volver hacia Allyson, claro que la extrañaba. Pero poco a poco fue aminorando el sentimiento, y aumentando mis ganas de quedarme.

Solamente había venido a la ciudad por Ian. Me había insistido tanto que le ayudara, opte por hacerlo pero cuando me enteré para que quería mi ayuda me negué de inmediato. Después me enteré de la deuda que dejó mi difunto padre, lo que me motivo más a no irme. 

Sabía que estar lejos de Allyson me vendría bien, aunque extraño al pequeño Jake. Ellos formaron parte de mi vida, son demasiado importantes como para sacarlos así de la nada. Tuve una extensa relación con Allyson, pero debido razones demasiado obvias decidimos terminar. 

Fue cuando Ian me contacto, pensé que el regresar a mi ciudad me haría bien, y así fue.

Creo en las señales del destino, y que coincida tantas veces con Elizabeth no es coincidencia. Menos el hecho de que cuando la veo sonrío inevitablemente, y siempre quiero estar cerca suyo.

—¿Qué crees que hará si ve eso?

—Yo digo que se anime, joven—habla otra vez el tipo.

—Para que las tire a la basura, o peor te las arroje a la cara.

—Eres igual de pesimista que ella—murmuré.

—Oye, no me compares con ese ser de oscuridad que te gusta. 

—No me gusta.

Sueta una risilla ironíca.

—Sí, claro. Y yo soy el conejo de pascua y Santa Claus a la vez—el vendedor ríe disimuladamente—. Es obvio que te gusta, Cameron. Si no, no estarías planeando regalarle flores.

—Es cierto—coincidió el tipo—, si un hombre regala flores a una chica es porque le gusta, y la quiere conquistar.

—No la quiero conquistar—alegue—, solo me parece un lindo detalle obsequiarle flores.

¿A quien engaño?

—Ya, pero de una vez te digo que si le das esas rosas te va a odiar de por vida.

Observé una vez más el ramo de rosas que tenia en mis manos. ¿A que chica no le gustaría que le regalasen rosas? Sin embargo no estamos hablando de cualquier chica, Elizabeth es diferente. Todo lo que podría gustarle a la mayoría de las chicas que conozco, a ella seguro que no.

—¿Cuáles le puedo regalar, entonces?

—Flores de muerto, seguro que esas las gustan con lo rara que es—medio bromea antes de ponerse serio—. Ninguna, creeme.

—¿Tulipanes?—ofreció el vendedor.

—No—negó Sam.

—¿Orquídeas?—pregunte yo. 

—Tampoco.

—¿Qué le parecen estas?—señaló el vendedor unas de color morado con blanco.

Deje las rosas donde iban y me acerque hasta las que había señalado. Sam estaba tras de mi, observandolas también.

—Creo que esas probablemente si le gustarían, pero no te aseguro nada.

—¿Por qué crees eso?

—Son de su color favorito.

Sonreí por lo que ha dicho.

—Gracias por la información.

Le pedí al tipo una docena de las moradas, Sam seguía insistente en que no las compara, qué quedaría como ridículo cuando me rechazara las flores.

Al menos haría el intento.

Le pregunté a el señor de las flores cual era el nombre de las flores. Me dijo algo como, fiori di viole del pensiero o mayormente conocidas como pensamientos. Dijo también que son símbolo de inocencia, modestia y fidelidad, evocan la felicidad del primer amor o de un amor que empieza a surgir y se debe cuidar.

Ante esto me pareció muy lindo lo que significa.

Me dio las flores envueltas en un papel del mismo color de las flores, le pague y salimos de ahí.

Sam continuaba reacio a que no le regalara nada.

—Me voy a reír cuando te las aviente e el rostro, y te lo voy a récordar el resto de tu vida. Es más, lo voy a grabar para no olvidar ese momento—dijo muy serio.

—¿Qué tienes en contra de que le regale flores?

—Yo nada.

—¿Entonces?

—¿Te parece que mi prima es alguien que gusta de flores?

—No...

—¿Entonces porque te aferras a regalarle flores?

—No es que me aferre, es que..., me parece un lindo detalle.

—Lo que a ti te parece lindo, a ella le parece repugnante—niega.

No digo nada.

—¿Tanto te interesa Ellie?—pregunta de repente.

—¿De que hablas?

Comprendo que quiere preguntar, pero quiero evadir la respuesta que ni yo mismo estoy seguro de tener.

—En que si te interesa mi prima—me golpeó detrás de la cabeza con su dedo.

—Ah, pues..., es interesante, sí.

—¿Interesante?—asiento viendo las flores en mi mano—¿Y qué con... tu amiga?

Con sus dedos dibujo comillas en el aire en la palabra amiga.

—¿Qué con ella?

—Qué si ya olvidaste a Allyson—continua caminando—. Escucha, si tu plan es olvidarte de ella con mi prima, olvidado ¿vale?




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