La siguiente hora transcurrió deprisa. Tras el impacto de la nave raziorana se enviaron equipos de seguridad y de salvamento en busca de la embajadora Khan, mientras el escuadrón Raptor trataba de localizar el único caza alienígena superviviente. Por desgracia, sin el menor éxito.
Literalmente se había esfumado en el aire sin que nadie se diera cuenta.
—Capitán, ¿permiso para descender a la superficie? —preguntó por radio el líder Raptor una vez concluida la búsqueda— podría estudiar la viabilidad del planeta para una posible base de escucha o de reabastecimiento para la marina.
—Permiso concedido, coronel, vaya con cuidado —contestó Hayatt por radio.
Mientras descendía hacia la superficie, el coronel meditó sobre lo sucedido. Le resultaba curioso que nada más aparecer el crucero en el sistema, hicieran acto de presencia no solo una sino dos civilizaciones nuevas. Por lo que había podido deducir del breve combate, sus enemigos tal vez proviniesen de una sociedad bastante siniestra o de un profundo sentido castrista por el diseño y el color de sus naves de combate. Le preocupaba el hecho de que incluso ante la perspectiva de un combate inminente con el escuadrón Raptor los alienígenas habían vuelto a atacar la nave Razior para rematar su trabajo. La piedad y la compasión no parecían ser valores dignos de mención en la mentalidad de las criaturas que manejasen esas naves. Por otro lado, estaba el diseño de la nave diplomática. Si bien estaba muy dañada, había podido apreciar que era una buena nave. Las líneas de su casco parecían, al menos desde el punto de vista del coronel, seguir un trazo elegante, más pensado para la comodidad y la distinción que para entrar en combate. En la CSE seguían patrones similares para las naves de los políticos, lo que le sugería que la sociedad de la embajadora tal vez se pareciera al gobierno de la Vía Láctea.
Sí, en su opinión habían hecho bien en ayudar a la embajadora.
—Líder Raptor, a equipos de superficie —anunció el piloto por radio mientras iniciaba la aproximación final a la zona de impacto, muy cerca de un extraño y antiguo campo de restos de una nave espacial. Según la teniente Ragu, algo en esos restos emitía una señal muy extraña— aproximación final desde el norte, doce segundos para aterrizar.
—Recibido, aquí le esperamos —anunció el líder de la escuadra de marines enviada a proteger a los arqueólogos y los zapadores.
Con suavidad, el caza aterrizó sobre la superficie con un ligero siseo mientras sus propulsores comenzaban a apagarse y enfriarse.
—Bienvenido, coronel Reed —sentenció respetuoso el jefe de los marines acercándose a hablar con el líder Raptor tras bajar de su caza.
—Gracias —contestó su interlocutor mientras se quitaba el casco.
De escasos treinta años, Kai Reed había sido uno de los mejores de su promoción en la prestigiosa academia de la Luna, situada en el sistema principal de la CSE; el Sistema Solar. Alto, de físico entrenado y pelo corto de color cobrizo con franjas plateadas se había ganado su rango a pulso a pesar de su relativamente corta carrera.
—Gracias, sargento, ¿cuál es la situación? —preguntó Kai mientras ambos se dirigían hacia el lugar de los restos.
—Hemos asegurado la zona de impacto —contestó el sargento de marines entregándole a Kai un pequeño pad de datos con mapas holográficos de la zona y los datos obtenidos de las consolas aún operativas de la nave Razior— el equipo del mayor Henderk ha evacuado hace diez minutos a la embajadora al Ethelion y los cerebritos de la doctora Smith están como locos revolviendo los restos. Desde luego, no les culpo…
—¿Por qué dice eso? —preguntó Kai intrigado.
—No lo he entendido muy bien, pero la doctora Smith dice que según la composición de los restos podría ser una de nuestras naves… —sentenció su interlocutor.
—¿Una de nuestras naves? —replicó Kai sorprendido.
—Flota Alpha… —sentenció el sargento de marines de forma críptica.
—Entiendo —contestó Kai con gesto inexpresivo— iré a ver qué tal les va.
—Sabía que le interesaría —susurró el sargento.
Mientras se aproximaba al lugar de los restos, Kai observó intrigado la zona. Los restos estaban muy dañados, seguramente por el impacto y las condiciones de aquel planeta. Un ligero estremecimiento le recorrió la columna de arriba abajo. ¿Realmente era una nave de la CSE?, ¿Podría ser de la flota Alpha?
El ambiente en el interior de los restos resultó ser considerablemente más fresco y agradable en comparación con el exterior. Dos docenas de trabajadores se movían por todos lados, intentando limpiar con el mayor cuidado posible la zona mientras su líder permanecía de pie a un lado, observando pensativa un monolito en forma de obelisco de veinte metros situado en el centro exacto del campo de restos. Resultaba muy extraño. Casi parecía que la nave hubiese caído en vertical sobre el obelisco. Los daños a su alrededor y en la parte superior de la sala así lo indicaban. Pero lo que resultaba más raro era que el obelisco estaba intacto.
—Bienvenido, coronel Reed —sentenció sonriente la jefa del equipo de arqueología al ver llegar a Kai— tenemos un buen misterio entre manos, ¿no le parece?
Adeline Smith. Muchos la consideraban uno de los mejores cerebros en arqueología del ISC (Instituto Sideral de Ciencias). A Kai le parecía un nombre demasiado grandilocuente, pero el prestigio de la institución estaba fuera de toda duda. Sus miembros habían descubierto entre otras muchas cosas los viajes usando agujeros de gusano y cómo crear la energía de éter. Muchos militares no lo admitirían nunca en público, pero respetaban la labor del ISC. Sin sus agudas mentes, era muy posible que la humanidad no hubiera podido sobrevivir hasta la actualidad.
A Kai, Smith le caía bien.
—«Por muchos misterios que creamos poder resolver, siempre habrá algo más ahí fuera»… —citó Kai observando intrigado el obelisco.