Lo primero que percibió Kai al recuperar los sentidos, fue el suave tacto de unas sábanas, seguido de un embriagador perfume muy familiar para él.
—Por muchos años que pasen seguirá siendo un irresponsable, teniente —sentenció una e sedosa voz femenina cerca de
Kai en cuanto este abrió los ojos, incorporándose con dificultad— ¿cómo se te ocurre ponerte a tocar cosas antes de que los arqueólogos terminen su trabajo? Podrías estar muerto.
Tras exhalar un ligero suspiro, Kai giró en dirección a su interlocutora; la doctora Karin Draiko. Experta en cirugía y neurología además de segunda al mando de la sección médica del Ethelion. De origen Kerz’hal, poseía la típica figura estilizada y atractiva propia de las féminas de su especie. En ese momento vestía el ajustado traje gris oscuro propio de los médicos del crucero bajo una bata blanca.
—¿Cómo se encuentra nuestro as, doctora? —preguntó el capitán Hayatt entrando en la enfermería acompañado de la embajadora Khan.
—La radiación del obelisco no parece haberle causado secuelas físicas —sentenció la doctora Draiko— sus lecturas biológicas parecen normales. Constantes vitales sin anomalías. Le he practicado un escáner por si había daños cerebrales, pero no hay nada.
—No estaría tan seguro... —replicó Reed frotándose el entrecejo con varios dedos— cuando ese obelisco me tenía enganchado vi... cosas...
—¿A qué se refiere, coronel? —preguntó el capitán Hayatt, observando a Kai con gesto inexpresivo.
—Vi naves como las que atacaron a la de la embajadora. Pero mucho más grandes... —contestó Kai mirando de soslayo a la embajadora— bombardeaban un planeta...
—¿Puede darme algún detalle más? —preguntó la embajadora Khan preocupada.
Kai no contestó inmediatamente, frotándose ambas sienes con los dedos, intentando recordar cualquier detalle significativo.
—Creo que era un sistema con diez planetas y cuatro sistemas de asteroides... —contestó finalmente.
La embajadora tragó saliva, visiblemente nerviosa.
—¿Qué ocurre? —le preguntó el capitán Hayatt a la embajadora al ver su expresión.
—Por la descripción estoy segura de que se trata del sistema Hauster —contestó la embajadora, claramente incómoda— se trata de uno de nuestros sistemas más ricos en recursos…
—¿Pero? —preguntó el capitán imaginándose que habría una objeción.
—En cuatro generaciones de conflicto contra los askanianos jamás han atacado Hauster —sentenció la embajadora— está muy bien defendido.
Ni el capitán ni el coronel respondieron ante ese comentario. Ambos conocían bien la historia humana y esta había demostrado más de una vez que puertos que se creían seguros habían demostrado no ser tan inexpugnables como se creía en un principio.
—Coronel, sus evaluaciones médicas nunca han dado muestras de ninguna capacidad psíquica, ¿verdad? —le preguntó el capitán a Reed.
—Hasta ahora no —replicó Kai frotándose la cara con ambas manos.
—Está bien, será mejor que los médicos de Terrance le echen un vistazo antes de volver al servicio activo —sentenció el capitán activando su comunicador portátil— puente, aquí el capitán. Activen el reactor hiperespacial, volvemos a casa.
Apenas terminó de hablar, la nave tembló violentamente de arriba abajo, haciendo tambalearse a cualquiera que no estuviese sujeto a algo.
—¡Informe de situación! —ordenó el capitán estableciendo un canal de radio con el puente de mando.
—Un contacto hostil de gran tamaño ha salido del hiperespacio, de repente,y nos ha atacado con un misil de alta velocidad —sentenció la comandante Kane a través del canal de radio— los sistemas defensivos no han tenido tiempo de reaccionar. La firma del motor coincide con los alienígenas que atacaron a la embajadora, escudos al ochenta y siete por ciento.
—El caza que escapó ha debido pedir refuerzos —aventuró Kai mientras ayudaba a levantarse a la embajadora Khan.
—Si quieren pelea, la tendrán —sentenció el capitán Hayatt saliendo a toda prisa de la enfermería— coronel, venga conmigo. Es de los pocos miembros de la CSE que ha entablado combate contra esas cosas.
—Señor, sí, señor —sentenció Kai.