Devorando Almas

⸸ 6. Lo prometo ⸸

GWEN

Observó la imagen desconcertado, últimamente todo era así. Extraño, fuera de lugar. 

-¿Que mierda me interesa?- bufó. Quizás debí haberle partido la nariz, estaba tentando a mi delgada paciencia. El descarado se dio la vuelta y fui detrás hasta llegar a entrar a aquella mansión. Era una casa moderna  y algo minimalista, con grandes ventanales. Era casa de Alessia, me había sorprendido que fuera él quién saliera. Esperaba que ella me dijera su paradero y emprender otro viaje, pero ya estaba allí. Después de todo, Ethan quizás tendría más suerte de la que esperaba.

El patio tenía el césped muy corto y pequeños focos de luces marcaban el camino hacia la entrada de la casa. La piscina también estaba muy iluminada. Todo demasiado pulcro e inmaculado, pero la casa estaba básicamente en las penumbras.

Conocía el tipo reuniones que organizaba Alessia, solía seducir chicas y chicos en un bar e invitarlos a continuar el festejo en su casa. Pequeñas fiestas, un par de humanos y el resto de furias, al final de la fiesta no regresarían a su hogar, en la mañana habría una o dos familias tratando se entender como es que habían desaparecido sus seres queridos. Como nadie recordaba haberlos visto, no dejaban huellas, invitaciones con seudónimos, locaciones imprecisas, y acabarían hecho trizas a mano del resto de invitados. 

Al menos una docena jóvenes se encontraban en la planta baja. 

Se me oprimió el pecho al pensar en aquellos que ahora bailaban sin imaginar lo que les esperaba, pero no podía intervenir, la última vez el precio había sido muy alto. Mis padres. Era como un deja vu, no era la misma casa, tampoco la misma celebración, esta era informal, y yo misma incluso no era como aquella vez, pero en mi mente, los sentimientos eran los mismos, cosa que me aturdía porque por momentos disociaba entre el pasado y el presente.

En mi interior se revolvían las mismas sensaciones al punto de marearme.

La cena blanca no se comparaba a esa reunión informal en Verona. La cena blanca era una ceremonia en la que todos debían vestir únicamente de prendas blancas, se celebraba en una verdadera mansión con un extenso bosque que la rodeaba. Alejada de la ciudad y un rito de élite.

 Participaban quince invitados, estos ponían sus nombres en una copa de cristal con bordes dorados que caían en cascada hasta la mitad del vidrio con bordados delicados como encaje y por medio de un sorteo, los tres nombres que saliesen victoriosos serían quienes contarán con tres días para llevar un humano cada uno para el festejo.

Entonces comenzaba la caza blanca, como el juego del escondite, pero si antes de la una de la madrugada un humano era encontrado, moría  manos de quien lo encontrará, pero si resistiese oculto hasta entonces, todos los invitados tenían el camino libre para alimentarse de él.  Me sudaban las manos entre brotes de imágenes de cuando arruiné la caza blanca.

Ethan poso una mano en mi espalda, el contacto repentino alejó las imágenes, mis dedos estaban enterrados en un mueble y tenía la boca seca.

-¿Gwendolyn? ¿Te encuentras bien?-asentí. 

-Quédate aquí.

Poco a poco comenzaba a concentrarme en lo que sucedía frente a mi.  Había botellas de vidrio en cada superficie plana, y las luces eran menguantes. Era una habitación amplia, pero que que lucía apretada por el movimiento dentro. Llene de aire mis pulmones y comencé a llamarlo.

-¡Ángelo!-su nombre sabía a pura mierda.  Algunas cabezas voltearon en mi dirección.

No se detuvo hasta subir al segundo piso, peche un par de personas que me observaron con disgusto. Cuando lo alcance tire de su brazo, le sorprendió el contacto, me di cuenta por como se tensaron sus músculos.

-Me lo debes.-mi voz estaba medio rota.

-¿Que se supone que haces, Gwendy?

Carecía de una postura fuerte, no tenía el don de la confrontación y solía hacerme bolita cuando la otra persona intensificaba su carácter frente a mi, pero no con él. No me sentía más pequeña, no podía sentir nada además de un profundo odio. No me vería frágil junto a él, nunca. Y la forma en que pronunciaba mi nombre, casi con ternura me revolvía el estomago. 

¿Dónde estuvo esta ternura cuando mis padres murieron? Mis padres, la caza blanca, la copa...

 -¿Porqué te interesa esa mujer?-Giró levemente y liberé el agarre, mi palma picaba al rededor de su antebrazo.-¿Sabes qué? A mi no me interesa...-murmuró serio. 

-Me debes mucho más.-la luz escasa y la corta distancia que nos separaba me incomodaba. 

Sus hombros eran anchos y estaba relajados, la camisa color cian se pegaba a su duro torso. Tenía los botones desprendidos dejando su cuello al descubierto. Ese aspecto casi perfecto de cejas marcadas con preponderantes facciones cubiertas de piel blanca pálida que era enmarcada por su cabello avellana. 

 Deseaba marcharme, la idea de las futuras víctimas disfrutando de sus últimas horas solo me arrimaban al borde del abismo que era mi pasado. Pero luego me atacaba la imagen de Ethan viendo por la ventana del bus, como no dejaba de mover las manos, sus dedos nunca se detenían.  Esto era mucho más para él que para mi, yo no tenía nada que perseguir, pero él tenía esperanza. Ignoraba el chantaje, porque solo era una medida desesperada de un chico desesperado.

Durante el viaje, el sentimiento de pérdida me había hundido en esos recuerdos, en ellos. En como se desvanecía cada día la sensación de estar viva, y todo lo que podía sentir era dolor y más dolor. Tanto que el percho se me desarmaba y solo quería refugiarme en un abrazo tibio, una caricia en el cabello, no estar sola. No sin ellos. y de repente pensé, en como ese sentimiento se magnificaría si no supiera donde estaban, en como no podría llorar su pérdida y en vez de aferrarse al dolor, lo hacia a la esperanza, mucho más desgastante. Mucho más cruel.




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