GWEN
El agua tibia me abrazaba pero era incapaz de sentir las gotas clavarse en mi piel, solo sentía unos pequeños golpeteos. En cambio, sus manos tallando mi espalda, mi abdomen, mis hombros, eran sumamente cálidas, con las palmas abiertas y enjabonadas restregaba mi piel.
Notaba como aflojaba la presión al llegar a alguna herida y cada roce era suave. No había nada sexual, siquiera tensión, porque yo no estaba allí. La gotas me golpeaban y él me lavaba la mugre, la sangre, pero yo estaba muy lejos. En un bosque, tirada junto a ella y seguía sucia.
Su camiseta estaba empapada y su cara salpicada, yo no tenía tina, estábamos bajo el grifo donde el rociador expulsaba cada vez menos agua, el me mantenía en pie, como a una muñeca. Era muy delicado, me sorprendía como calculaba cada movimiento, como deslizaba sus dedos con cortesía, casi como estar entre algodones. Se estiro lo suficiente para cerrar la llave teniendo mi cuerpo contra él.
Hundidos en el vapor, una lágrima gruesa se deslizo por mi mejilla, con ternura su pulgar la limpió. Lo miré, y el gesto de dulzura fue el detonante final. Comencé a hipar mientras mis ojos tormentosos se entrecerraban. Lloraba mientras balbuceaba, gritaba de dolor, porque dolía mucho, dolía tanto que me despedazaba. Poco a poco acabamos ambos de rodillas sobre los azulejos húmedos.
Me abrazo con fuerza, y su pecho fue refugio de los golpes de mis puños frenéticos mientras el llanto histérico me descomponía, era de desesperación, de rabia, de cólera inundando cada parte mi. El remordimiento me hacia mierda el alma, me consumía. Sus brazos me estrecharon seguros, no me ofrecía un hombro, me ofrecía su cuerpo entero.
Dejaba que apretará sus hombros y lo golpeará desbordada por aquel inmenso dolor, hasta que cubrí mi rostro presionado mis ojos. Porque la veía, porque cada parte pálida y fría de ella se enterraba en mi. Iba más allá de cualquier cosa que un cuerpo experimentase, me habían abierto el pecho y arrancado el corazón, estaba despedazada. Su mano acarició mi nuca, y pude sentir como algunas lágrimas finas se derramaban de sus ojos verdes.
Si en el mundo existía un mal tan grande y dañino era porque necesariamente porque también existía su contra parte, y era él. No habíamos hablado, pero no fue necesario. Ethan había entendido, leído entre líneas y sin hacer preguntas, sin mencionar su nombre, tratando de no perforar sobre la herida.
-D-Duele, Ethan, duele tanto que, no puedo-mi voz se derrumbaba con cada palabra.-No quiero sentir más, no quiero recordar, por favor, no más, por favor.
Entre más se aceleraba mi corazón y mas tempestuoso era el mar de lágrimas en el que me ahogaba, más fuerte me protegían sus brazos y más dulce era la caricia en mi cabello.
No podía soportarlo. Sus ojos me balanceaban como una luna menguante por la expresión de tristeza que tenía pintada su cara. Acarició mi mejilla y mi llanto ya no era ruidoso. Su piel recibía cada lágrima caliente.
-Gwen, no...
Murmuró cuando repose mis labios en los suyos y recargué mi frente en la de él. Sintiendo su respiración, y como su cabello mojado refrescaba la piel caliente de mi rostro.
-Ethan, por favor necesito sentir algo que no sea esto, no puedo soportarlo, me esta devorando por dentro.-Inhalaba con fuerza porque expresarlo se llevaba todo de mi. Volví a llorar con ímpetu, destrozada.-Cada puta vez que cierro los ojos yo...yo
Tomó mi rostro entre sus manos y me fundí en sus ojos, porque podía perderme en ellos y no había nada que temer. Eran seguros. Me incapacitaban como de costumbre, y eso se sentía jodidamente bien, porque en tanto lo mirase, no podía pensar en otra cosa. El verde profundo de sus luceros arrasaba con todo lo demás.
Con delicadeza su boca se enfrento a la mía, sus labios envolvieron a los míos, con movimientos lentos y húmedos. Mientras sus dedos trazaban líneas rectas en mi espalda, hasta llegar al hueco en mi cuello, donde despejo mi cabello y con su pulgar dibujo figuras por mi clavícula, hasta mi mandíbula.
Había dejado de llorar. Sus caricias, la forma en que colocaba mi cabello detrás de mi oreja, o como perfilaba mi rostro sin abandonar el beso era todo lo que estaba bien.
-Si quieres que me detenga, en cualquier instante, sin importar que, tienes que decirme, ¿si?-me preguntó sosteniendo mi mentón con un tono serio pero no demasiado, prudente más bien.
Volví a besarlo. Esta vez fui yo quien tomo su rostros entre mis manos, hundí mis dedos en sus mechones, su remera empapada sobre su torso duro se pegaba a mis pechos desnudos y me aferré a su labios como a ninguna otra cosa antes, en ese momento, era todo lo que tenía.
Su tacto compasivo, con temor a romperme. Lo guíe hasta la cama donde me tendí sobre él. No quería afecto, ni consuelo, y sobre todo no quería sentirme frágil. Tiré de su cabello y aumentamos la intensidad del beso. Mordí su labio inferior con fuerza y deposité besos mojados por todo su cuello hasta el lóbulo de su oreja y volví a su boca. Algunas heridas ardían por la postura, y mis fracturas me suplicaban que no me moviera, pero no me importaba, el dolor podía entumecer mi cuerpo, pero no mi mente. Ethan si.
El desespero en mis manos recorriendo su cuerpo me impresionó, sabía que físicamente me gustaba, que su cabello a luz del sol reflejaba colores bonitos, y que sus ojos eran dominantes, no necesitaba repasar sobre sus brazos fuertes para saber que me atraía, pero increíblemente el deseo era mayor, más doloroso, porque de no obtenerlo se desarmaría. No estaba deseándolo a él en si, como habría hecho cualquier otro día en cualquier momento porque es lo que él provocaba, ahora era diferente. Deseaba lo que él me pudiese hacer sentir, como de desbordaría de sensaciones, con el corazón galopando en mis oídos y el aliento hecho trizas.
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Editado: 26.07.2021