ETHAN
Los arces y abetos cubrían todo el paisaje, los arces con sus copas pomposas de muchos colores como la paleta de un pintor y troncos salpicados de manchitas. Entre ellos se alzaban impunes los altos abetos de corteza blancuzca . Las sombras de la noche se tragaban los últimas chispas del día. Gwndolyn no había vuelto a hablarme desde que discutimos acerca de si yo podía o no acompañarla, pero estaba demasiado hundido en todo esto como para no venir. Su idea de venganza me incomodaba, no todo el tiempo alguien me confesaba que quería asesinar a otra persona, pese a que, esta haya asesinado a otra. La idea me revolvía el estomago.
Llamó a Ángelo con tono frío en todo momento. Estábamos frente a la entrada aguardando su llegada, pero esta se prolongaba cada vez más al igual que el frío nocturno. Me estaba congelado por lo que frotaba mis brazos en un intento pobre por recuperar algo de calor, podía ver mi aliento frente a mi.
-Ten.-murmuró mientras me extendía su campera. Negué con la cabeza pero aun así me acercó el abrigo.-No me afecta como a ti, ten.-insistió pero su tono era más dulce, casi normal.- Ángelo tardará y no soy capaz de convencerte de que te vayas ¿o sí?
-No, pero gracias.
Me quedaba corta de mangas, pero no me queje, en cambio, presté mas atención a como su aroma estaba impregnado en el abrigo. Era como tierra húmeda y vainilla, en una reconfortante y cálida mezcla que evocaba calma . Gwendolyn olía más dulce que cualquier otra cosa.
-¿Quieres esperar en algún lado?-cabezo detrás de mí hacia la calle.
El frondoso bosque estaba en silencio, pero cada año, en eventos de Halloween, o tardes calurosas de verano, las familias asistían por lo hermoso que era. El parque Maggiore se encontraba en el extremo opuesto del Stelvio, porque si, Devour estaba rodeada de pulmones verdes, o de parches de colores como con el Maggiore, la carretera en la entrada a ambos lados era custodiada por árboles. Como si el mundo escondiera este lugar, tragado entre ramas y algunas colinas, salpicadas de lagos o ríos, si te se acercabas a las fronteras de la ciudad más bosques te recibían. Marcaban el límite.
Mi madre amaba la arena caliente y el agua salada, pero vivía lejos de todo eso, lo que nos obligaba a emprender viajes de varias horas para recorrer las playas más bonitas que pudiera encontrar, dejaba que mi padre sostuviera el mapa mientras ella conducía, sus indicaciones eran erradas, y al principio leer el mapa ya le era difícil, pero ella nunca se opuso a que continuará guiándonos, tal vez tenía esperanza de que alguna vez le atinará al destino o lo mantenía feliz porque creaba ese clima de carretera con disputas acerca de que ruta era mejor, pese a que no conociese ninguna, era cómico y agradable. La música era alta como la risas, pero ya no había vuelto ir a ninguna. Cuando la encontrará, iríamos.
-¿Ethan?-me llamó al tardar en responder.
-Si, si, vamos.
Las calles angostas que recibían a uno de los bosques mas concurridos de la ciudad eran comerciales. Una tiendita de veinticuatro horas, un comercio de recuerdos y antigüedades, y al final, una cafetería hogareña. Era de ladrillos y una puerta de madera rustica con el letrero de abierto pintado a mano. Nos colocamos en una de las pocas mesas con manteles a cuadros rojos y blancos.
Cuando inhale el aroma que enfrascaba aquel lugar mis estomago gruño. ¿Cuando fue la última vez que había comido? Luego de la fogata al llegar a casa recordaba haber picado algo, pero luego el peso de cada momento se hacia presente. Era consciente que había pasado casi un día, relativamente poco tiempo, pero a la vez, había pasado tanto en ese lapso, que se sentía como una semana. Estaba agitado e intranquilo. Había visto el cartel de SE BUSCA pegado en la ventana del local en el que estábamos, así como en muchos otros a medida que nos acercábamos al bosque. La ciudad estaba empapelada con su rostro.
Todo mundo quería conocer el paradero de Coraline Maneskin. Mucha gente debía sentirse extraña de ver a alguien que conocían desaparecida y con su rostro impreso pegado en una columna, pero más extraño era, que entre todo el mundo, saber que no regresaría. Es el tipo de secreto que no deseas guardar, que no quisiste saber. Gwendolyn no había fijado la vista en ninguno, a pesar de que, por empatía la pena en verla así me sensibilizaba, creía que no era solo lástima, si para mi aquel secreto era incómodo, ver como toda la ciudad la buscaba para ella debía ser mucho peor.
Había querido poner carteles cuando mi madre se fue, pero nadie me hacia caso, ya que, había sido por propia voluntad. "No quiere ser encontrada." Me dijo mi padre cuando le enseñe como había editado mi letrero. No, pero yo quería encontrarla. Ángelo no había llamado, y se sentía imprudente hablar de esto cuando ella sufría una pérdida.
La sustancia oscura desprendía hilos de humo, no tardé nada en apoyar las yemas de los dedos en la cerámica caliente de la taza. Menos demoré en devorar la porción de tarta con cubierta crujiente pero un interior muy cremoso que se situaba tentadora en mi plato. Mierda, podría haberme comido la tarta completa. Escuche su risita que trató de ocultar con la taza frente a ella.
-¿Qué?-dije con la boca llena porque por obvias razones escucharla reír ese día era raro.
Extendió su mano luego de depositar la taza en la pesa, sus dedos se deslizaron con suavidad sobre la comisuras de mis labios llevándose restos importantes de crema atrapados en mis labios.
-Comes como un niño pequeño.-dijo antes de dejar de tocarme, por alguna razón, cuando su tacto tibio y suave abandonó mi rostro, noté la falta del mismo. Era frío, quise creer.
Alzó su mano y la señora de moño canoso que atendía se acercó. Gwendolyn le pidió otra porción antes de que yo lo hiciese.
Cuando la sirvió frente a mi, se recudió a migas en un par de minutos.
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Editado: 26.07.2021