Diario de un Onironauta

7.-Contacto fugaz

Un lugar del pasado.

Caminaba por Aromos (una calle de Llo-lleo) y me crucé con un hombre mayor que se encontraba perdido. Yo no tenía apuro así que decidí guiarlo hasta su destino, y en el camino conversamos de nuestras vidas. En la comodidad de la plática, le conté sobre la idea de mi exnovio: comenzar juntos un foodtruck, y, en un derroche de amabilidad, el hombre me ofreció dinero para iniciar un negocio. Admitiendo que no sirvo para ser empresaria ni de mis propios libros, le agradecí por sus buenas intenciones, pero, me negué. Cruzamos casi toda la avenida y finalmente nos despedimos, sinceramente no recuerdo a dónde iba él ni cómo se fue. Yo seguí con mi vida con tranquilidad y un día antes de ir a buscar a mi hija al colegio recibí una llamada que me tomó por sorpresa. Una persona que desconozco me informaba que mi foodtruck estaba instalado y debía recoger las llaves. Corrí a verificar y, efectivamente, así era. El hombre estaba ahí, y me pidió que no me asustará; que el negocio sería mío, pero él era un inversionista o algo así. Aun así, me asusté…

Entonces me despedí y él se convirtió en un León con alas. Me quedé observándolo maravillada… dio varias vueltas en el cielo como si estuviera tanteando el camino y volvió por mí. En ese momento, me di cuenta de que era un sueño. Supongo que cualquiera lo hubiera notado.

No puse resistencia: me tomó por los brazos y me apartó del suelo, y poco a poco nos acercamos a un grupo de nubes, el hueco a través de ellas se veía borroso. Estaba sacándome de mi mundo de los sueños.

—¿A dónde me llevas? ¿Quién eres? —Pregunté.

Entramos a una gran edificación de piedra, y me dejó en la terraza. El ambiente se sintió tan pesado, que caí de rodillas sin poder levantarme, mientras la cabeza me daba vueltas manteniéndome con la frente pegada al suelo.

Intenté observar, pero apenas divisaba las piedras frente a mí. A mis espaldas dos hombres discutían, al mismo tiempo unas mujeres me ofrecieron bebida, comida y cobijo, no pude aceptar. Los hombres, al parecer eran parientes y mi presencia les causó un impase:

—Su traición provocó una guerra, no merece volver.

—Un error, ya pasó tiempo debes superarlo. —Excusó un segundo hombre.

—¿Un error? El adulterio no es un simple error.

—Aun así, la decisión de otros no es su culpa.

En mis recuerdos, intenté encontrar las razones de lo que decían. ¿Infidelidad? Eso no va conmigo, aunque… no puedo hablar por las vidas que no recuerdo y sus palabras sólo me llevaron a pensar en aquellos momentos en una celda de piedra y los perros siguiéndome.

Con mucho esfuerzo me puse en pie e intenté alzar la frente:

—… Por favor. Deja de hablar como si no escuchara… —Pedí, arrastrando un poco las palabras.

Seguía viendo borroso, pero por la facilidad que tuve de mover los codos y los dedos, me estaba acostumbrando a estar ahí.

—Tu presencia es un insulto a todos aquí. Debes irte. —Gruño el primer hombre.

—No sé de quien hablas, pero quien sea ya pagó y murió. He vuelto a nacer y soy otra mujer.

Molesto se fue, y el segundo hombre hablaba con las empleadas. Poco a poco comencé a ver con claridad. La terraza estaba en un tercer piso, el paisaje me mostraba una gran ciudadela bajo el hermoso cielo de variados tonos de rojo, caía el atardecer y el sol que se escondía era enorme.

Recordé haber visto antes ese bello paisaje cálido, mi corazón palpitó tan fuerte que no tuve dudas. Fue tan nítido el paisaje que voltee para mirar de nuevo la mansión o palacio, pero seguía difuso. Sobé mis ojos, pero no cambió nada. Me acerqué a los muros, pasé mis dedos sutilmente por el relieve de las piedras, pero para poder verlas claramente debía enfocar con esfuerzo o acercarme a ellas… Aun así, las sentía familiares. El marco de las ventanas, las piedras en el piso… incluso el tapiz colgado en la pared.

—Yo… yo viví aquí. —Me dije.

¿Han sentido la emoción de encontrar entre sus cosas viejas ese juguete que tanto amaban en la infancia? Algo así se sintió en mi pecho; en mis entrañas.

Me entusiasmé tanto que corrí por los pasillos tocando decoraciones, floreros y alfombras, saltando de cuarto en cuarto para ver, reconocer y quizás, recordar algo más de aquel tremendo hogar. En mi camino choqué varías veces con personas que no reconocí, aun así estaba feliz. No pude evitar reír mientras recorría los pasillos, entraba en uno y otro cuarto sin distinción, sólo me detuve cuando mi cabeza comenzó a dar vueltas, probablemente por culpa de la emoción sumado al esfuerzo para observar los detalles de cada umbral, cada tapiz.

Cruce la puerta más cercana, parecía ser una sala de estar, con varios lugares para descansar. Me sujeté al respaldo de una silla al sentir que me caería de tantas vueltas que me daba la cabeza, entonces me sorprendió notar, repentinamente a un hombre sentado en ella.

—¿Se encuentra usted bien, señorita? —Preguntó, por su voz pude saber que era mayor.

—Sí, sólo necesito un momento. —Expliqué y amablemente me invitó a beber junto a él.

Era una pequeña mesa redonda, recibí la copa que me ofreció. Se presentó como un Lord, con un apellido tan rimbombante que super era reconocido… o al menos esperaba que yo lo reconociera. Traté de seguirle la conversación, pero, no me atrevía a beber de la copa, no sabía si tenía alcohol, no obstante, chocamos las copas y se sirvió… No podía ver con claridad su rostro y aun así, pude imaginar su mirada esperando que le imite. No beber sería descortés, así que sonreí y acerqué la copa a mis labios. Hubiera bebido de no ser por el manotazo que me hizo tirarla al piso y tomar distancia.




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