Lo más triste de esto es que luche por qué me aceptaras cómo soy, con mí locura, mis inseguridades y mis miedos. Cambié cada detalle que no te gustaba para encajar en tu amor ideal, permití muchas cosas que mis principios y mí corazón pedían a gritos que no lo haga… Me mantuve al margen de lo que me pedías y para qué… para no ser lo suficientemente buena como para crecer juntos, para ser tildada de ancla. Ahora miro atrás y me da coraje todo… lloro de dolor por tu abandono, de impotencia por las faltas y de tristeza por saber que realmente nunca forme parte de ti.
Que hago ahora con todos los recuerdos y las promesas que nos hicimos, con los planes de envejecer juntos, de ver a nuestros hijos crecer y apoyarnos mutuamente. Te observo a ti, y no entiendo cómo puedes estar tan feliz sin mí, cómo puedes pasar a mí lado y no mirarme, cómo puedes no buscarme o llamarme… al final tenía razón, nunca forme parte de ti.
Busco enfocarme en las cosas buenas que vienen ahora, nueva casa, nuevo trabajo y los niños. Los días son fáciles ya que entre los chicos y el trabajo no te pienso tanto, el problema es cuando estoy por dormir y los recuerdos golpean mi mente, lo bueno, lo malo y lo inolvidable. Creí que seríamos eternos, que estábamos destinados, dijiste que habías pedido al cielo por mí y al final me estás quitando de tu vida sin ningún dolor. Prometiste que me cuidarías, que no me lastimarías y fuiste quién rompió de tal forma mí alma y mí corazón, que ya no puedo reconstruirlo.
Que hago ahora que estoy consciente de que nunca forme parte de ti.