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JUEVES
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¡Lo besé! ¡Me besó! ¡Nos besamos!
Ay, sigo sin poder creer que tuve la audacia de pedirle permiso para besarlo. ¡¿En qué estaba pensando?!
Bueno, sé en lo que estaba pensando. Después de meditar mucho sobre mis sentimientos evolucionados con respecto a Nathaniel, caí en cuenta de que debía confesarme lo más pronto posible. Y aunque la circunstancia por mi hermana continuaba preocupándome, eso no podía ser impedimento para detener el curso de mi vida.
Pero que quisiera besarlo en ese momento fue totalmente aleatorio, no fue para nada planeado. Estaba tan nerviosa por lo que me enfrentaría, que eso simplemente se me escapó de la boca y en menos de unos segundos ya soltaba la sopa. Confesando de ese modo mis sentimientos a Nathaniel.
Tomando el riesgo de equivocarme sobre las señales confusas de él. Porque sí, otra razón por la que me atreví a hacerlo se debía a que no era tonta, me daba cuenta de las interacciones entre nosotros. Desde lo que pasó con Dani, fui un poco más consciente de mi entorno. Y aquí supe que nosotros actuábamos como dos personas que se gustaban.
Entonces agarré ese riesgo y le pedí un beso, teniendo la posiblidad de ser rechazada. Pero que maravilloso fue cuando me correspondió el beso de la manera más suave y dulce posible.
Le di mi primer beso real y consentido a la persona correcta.
Pero aunque fui correspondida, no obstaculizó el hecho de que estuviera totalmente avergonzada. Quería huir rápidamente de la escena, pero el gesto que hizo Nath llegó a menguar tenuamente mi vergüenza y fue reemplazado por la expectativa de lo que pasaría una vez que todo se calmara.
Cuando se bajó, me quedé quieta en el carro, dándole vueltas a la acción del segundo beso –bueno, pico– de Nath, como un indicativo de que las cosas no se quedarían así. Inhalé con profundidad para regularizar los latidos alocados que zumbaban en mi pecho.
Busqué con la mirada a Nath, y lo encontré de frente, con las manos en los bolsillos y una sonrisa amplia observando en mi dirección.
Esa fue otra cuestión, por primera vez lo había visto esbozar una sonrisa ancha y completa. Y eso provocó nada más que me propusiera a hacerlo sonreír como meta. Se veía tan guapo cuando lo hacía. ¿Quizás porque ahora me gustaba lo veía mucho más atractivo que antes?
Los mechones negros ondeaban tenuamente por el viento. Suspiré y le di una pequeña sonrisa que me supo a timidez. Me bajé del carro y me coloqué a su lado teniendo su atenta mirada en mi.
—¿Me acompañarás hasta la puerta o te quedarás aquí? —Intenté hacer la pregunta mirándolo a los ojos, pero cada vez que lo hacía, la desviaba porque recordaba lo que pasó minutos atrás, así que subía y bajaba.
Escuché su risita, pero no mencionó nada de lo que seguramente estaba pensando. Gracias por no querer burlarte de mí por la situación.
—Te acompañaré por si acaso. Pero estaré unos pasos atrás. —Buscó mis ojos bajando la cabeza, pero yo la esquivaba.
Asentí y comencé a caminar para acercarme a la puerta donde probablemente estaba viviendo Laura. Sentí a mi espalda la presencia de Nath seguirme, eso me reconfortó.
Cuando estuve frente a la puerta, vacilé brevemente sobre tocar, pero al final lo hice con un poco de fuerza, más de la que normalmente debería tocarse.
Esperamos unos segundos, hasta que fue abierta, siendo recibidos por el que era el villano de mi vida. El novio de mi hermana. Tenía el cabello lacio y medianamente rubio, varios tatuajes repartidos por sus brazos en pequeñas proporciones, una piel que si fuera sana, sería brillante y dorada, unos iris verdes que difícilmente se veían por estos lados, aunque ahora se encontraban vidriosos y ligeramente rojizos.
Arqueó una ceja y se cruzó los brazos. —¿Rebeca?
Erguí mi postura y mantuve en alto mi mentón. —Lucas.
Chasqueó la lengua al darse cuenta de quién era. —¿Qué quieres? —inquirió de mala gana con una voz rasposa.
Hice caso omiso a la postura intimidante que él intentaba proyectar. —Encontré la dirección dejada por Laura. Sé que está aquí. —Me felicité por no haber tartamudeado ninguna palabra. Quizá la presencia a mi espalda me influyó valor.
Lucas permaneció callado por un instante, me miró de arriba abajo y luego dejó clavada la vista en mi acompañante. Denotó una cara de fastidio. —¡Laura! —gritó repentinamente, provocando que me sobresaltara en mi sitio. Pero rápidamente mantuve la compostura.
Unos pasos en el interior de la casa se escucharon y mi corazón comenzó a latir desenfrenadamente. Miré con expectativa por los huecos de los espacios que dejaba Lucas.
Entonces apareció lo que llevaba anhelando ver desde hace una semana. El rostro de mi hermana con una expresión de confusión se asomó al costado de Lucas, no emitió ninguna palabra de para qué la llamaba.
Lucas se hizo aun lado y regresó al interior, mostrando en su totalidad el cuerpo de Laura. Nuestros ojos se encontraron y no registré ningún signo de sorpresa, simplemente un alzamiento de cejas y una caída de hombros por suspirar.