Eran las cinco de la tarde. Carla e Iván habían vuelto a llevarse bien y estaban abrazados y sentados en la hamaca. Con Luciana nos encontrábamos caminando entre los árboles y mientras charlábamos, observábamos todo nuestro alrededor, ambos sosteníamos un cuchillo en nuestras manos.
-Parece mentira -me dijo-, una caminata alrededor de la casa, en un día soleado, debemos hacerla armados.
-Ya va a volver el primo de Carla y todo va a cambiar. Debemos esperar.
-Es raro que todavía no haya llegado, lleva más de dos horas ausente.
-Tal vez está contando todo lo sucedido a los vecinos y están preparándose para venir a buscarnos.
En el camino de tierra llegamos hasta la higuera, hogar de aquel zorzal que nos había maravillado con su canto desde el primer día; su melodía no se hizo esperar y daba vida a aquella tarde soleada.
-¡Mirá todo esto! -me dijo mi novia levantando sus brazos como queriendo abarcar todo-, tendría que ser un día romántico. Prometeme que el fin de semana que viene, ya lejos de este infierno, vamos a organizar una pequeña salida nosotros dos.
Nos abrazamos y nos besamos mientras el ave no dejaba de cantar. Decidimos no alejarnos tanto y regresamos por el camino de tierra hasta la casa.
-Ya vamos a estar mejor -le dije.
Iván y Carla continuaban en la hamaca. Fuimos hacia la parte trasera de la casa, observamos la huerta que continuaba con la sangre de Valeria; seguimos las huellas de color rojo con la mirada y nos detuvimos en el cadáver.
-Pobre Sebastián -mencionó Luciana-. Vinieron a relajarse un fin de semana y vuelve solo. ¿No dijo a qué hora salió su novia de la casa?
-No. Me comentó que despertó en la madrugada y ella ya no estaba a su lado. Pienso que Valeria no habría tenido sueño, se levantó, salió a caminar por alrededor de la casa y la sorprendió el asesino.
-¿El casero?
-Todo apunta a que fue él…
-Tal vez -comentó mi novia observando la sangre en la tierra-, Miguel estaba aquí, cerca de la huerta, buscando algo o queriendo esconder el arma con la que había matado al viejo del bastón; entonces, se topó con Valeria que justo había salido a caminar. Se asustaron ambos y él la mató.
-Sí, es probable ¿Por qué habrá querido matar a ese hombre y luego a Valeria?
-Está loco ese tipo. Esperemos que cuando venga la policía se pueda aclarar todo.
Unos gritos interrumpieron nuestra conversación. Corrimos hasta la parte de adelante en donde estaban Carla e Iván, el que gritaba era Sebastián, llamándonos. Su remera blanca estaba salpicada con sangre y sus manos eran de color rojo; sostenía el machete que también chorreaba sangre y nos miraba con sus ojos cansados y llenos de lágrimas al mismo tiempo que efectuaba gritos desesperados:
-¡Están muertos! ¡Todos muertos!
-¡Qué pasó, Seba! -se acercó a él Carla.
-Maté a Miguel.
-¡Qué! -expresé sintiendo miedo, por unos segundos imaginé que el primo de mi amiga era un demente.
Luciana sintió el mismo terror que yo, pues no dejaba de mantenerse a la defensiva sosteniendo el cuchillo.
-Miguel estaba herido -dijo Sebastián-, sangraba. Apareció de la nada y me tocó el hombro, buscaba ayuda; lo maté sin querer, creí que me iba a agredir. Él no fue.
-Ya está primo, vos no sabías, no quisiste matarlo… Fue una tragedia.
Sebastián se arrodilló en el pasto y se lamentó, expresando malas palabras y dejando caer lágrimas de sus ojos, haber matado al casero.
-Eso -continuó comentando el primo de Carla- ocurrió cuando volví de la casa de los vecinos.
-¿Cuándo volvías? -le preguntó Iván- ¿Pudiste pedir ayuda?
-No. Llegué a la pequeña casa, entré y todo era sangre. La pareja que habitaba esa vivienda fue brutalmente asesinada. Después de tranquilizarme busqué un teléfono, un celular, un vehículo… Nada, no había nada. El teléfono de línea estaba cortado y no existían celulares ni vehículos.
-¡Esto es una pesadilla! -expresó Iván y golpeó con su puño la pared de la casa.
-Creí que todo había sido obra de Miguel. Volví desesperado y con terror; en el camino me lo encontré a él y lo maté. No murió al instante, me habló y me dijo unas pocas palabras. “Está matando a todos, los va a matar a todos…”. Inútilmente, le pedí que me diga quién era el criminal que anda dando vueltas. Miguel dejó de hablar y murió en mis brazos.
Nos quedamos unos segundos en silencio. Carla le dijo a Sebastián que se vaya a bañar e intente calmarse; el primo tiró el machete con sangre al pasto y se fue al baño.
Se acercaba la oscuridad, el sol ya comenzaba a irse y un viento fuerte indicaba que no sería una noche calurosa; nubes negras poblaron el cielo aceleradamente y la lluvia parecía ser inminente.