La noche de tormenta se convirtió en noche silenciosa de verano. Los cuatro nos encontrábamos, sin dejar de lado nuestros cuchillos, sentados en los sillones y tratando de entender todo lo sucedido.
-Sin dudas -comentó Iván-, un loco asesino está afuera armado y deseoso de matarnos.
-O quiere venganza -señaló Carla.
-¿Venganza? -preguntó Luciana-, ¿venganza de qué y por quién?
-No sabemos -volvió a hablar Carla-, por eso, intentemos tranquilizarnos y pensemos si tenemos algún enemigo. En común, creo que no conocemos a nadie que nos odie tanto. Reflexionen individualmente. Analicen si alguien les tiene bronca o está enojado con ustedes.
-Pero -dijo Luciana-, ¿y las muertes de Miguel, el hombre del bastón, tu primo y la novia?
-Y la pareja de vecinos -agregó Iván.
-A veces -señaló Carla-, el que desea cometer un crimen a una sola persona, lo disfraza con una serie de crímenes; así, del verdadero culpable no se sospecha y es más difícil para los investigadores saber el por qué de las matanzas.
-Es verdad -hablé mirando a Carla-. Y es raro que en un pueblo donde nunca ocurre nada, el día que nos reunimos en una casa para pasar cuatro días, aparece un criminal de la nada y decide asesinar a todos. Puede ocurrir, pero es extraño.
-¡Totalmente! -afirmó Carla.
-Y también -agregó mi novia-, deberíamos pensar en quién sabía que estaríamos reunidos aquí sin comunicación.
-Creo -comentó Iván-, que, únicamente, nuestros familiares; no hubo tiempo de contarles a muchas personas, fue todo muy rápido.
-Pienso -dijo Carla- que el peligro no puede venir de algún familiar nuestro; pero, puede ser que un enemigo de un pariente decida vengarse matándonos a nosotros.
-¿Y tu tío? -preguntó Iván a Carla.
-¡No creerás que mi tío quiere matarnos?
-No, no digo eso; pero quizá él aquí tenga gente que desee hacerle algún mal y busqué dañarnos a nosotros.
-O Enrique -señaló mi novia-, no lo conocemos y no sabemos cómo se lleva con el tío de Carla.
-Enrique trabaja por acá -dije, intentando calmarlos-, no creo que quiera matar a la gente que le da trabajo.
-El que podía ser culpable con razón -comentó Iván- era Miguel, pues pudo creer que nosotros matamos a Blondi y, loco y deseoso de venganza, haya buscado asesinarnos; sin embargo, ya comprobamos que él no fue y que terminó siendo una víctima más.
-Luego -agregó Luciana-, desconfiamos del primo de Carla quien también fue una víctima más.
-Sí -afirmé-, hasta un hombre de bastón que nos espiaba y parecía ser sospechoso, fue asesinado.
-Todo parece indicar -aseveró Carla- que es obra de un demente. ¿Quién sabe?, tal vez mató a la pareja de vecinos y luego continuó con su matanza aquí.
-Quizá -dijo Luciana-, buscaba vengarse de aquella pareja y disfraza el crimen con otras víctimas, como señalaste vos -mirando a Carla-. Cuando llegue la policía va a creer que todo fue obra de un loco.
-Y, en realidad -agregó Iván-, sólo buscaba eliminar a los vecinos.
-Puede ser -hablé mirando a todos-, parece la opción más razonable. Lo importante, es que sigamos unidos, protegiéndonos y estando alertas durante un día más hasta que podamos comunicarnos y pedir ayuda. Sobre el crimen de Sebastián a Miguel, no hace falta contarlo; simplemente, debemos decir que alguien fue matando a todos y, continuamente, buscamos la forma de protegernos.
-Sí -agregó Carla-, sería triste que mis tíos, además de haber perdido a su hijo, se enteren de que mató a una persona sin querer.
-Debemos mantener un relato -señaló Luciana- para explicar los hechos. Contamos toda la verdad y sobre la muerte de Miguel decimos que Sebastián lo encontró muerto entre los árboles, lo fue a tapar y no regresó; más tarde lo fuimos a buscar y lo encontramos muerto y sin un brazo.
-Sí -afirmó Carla-, eso debemos decir. Además, no está muy lejos de lo que sucedió. No es necesario contar que Sebastián regresaba de buscar ayuda, se topó con Miguel (quien creíamos que era el responsable de las matanzas) y, asustado, lo mató.
Todos estuvimos de acuerdo en contar así lo sucedido y continuamos sacando conclusiones sobre los hechos ocurridos. Con el correr de los minutos y después de horas de no dormir bien, mi cuerpo comenzó a sentir cansancio y mis ojos se cerraron. Me despertó Luciana para decirme que vayamos a dormir al cuarto. Antes de hacerlo, cerramos las ventanas y colocamos dos muebles para trabar las puertas: la de entrada y la trasera. Más calmados, con sueño y armados, los cuatro nos fuimos a nuestros respectivos cuartos a descansar.
La tormenta desapareció y el cielo comenzó a despejarse enseñándonos la luna llena y algunas estrellas.