DOUGLAS
—Señor Rold —el profesor Brendan se sienta en la orilla de su escritorio—. ¿Cómo está?
Yo me siento en uno de los alumnos, al frente. —Todo bien.
—Douglas —se aclara la garganta—. Sé que una escuela nueva es difícil para todos pero es imposible ignorar la forma en que te comportas y lo que tus compañeros parece que piensan de ti.
Me encojo de hombros. —No me importa lo que piensen de mí.
El señor Brendan fue el primer profesor que conocí cuando llegué a este lugar. Él es bastante amable y sé que se preocupa por mí, aunque no hay nada porque sentirse así.
—Yo aplaudo que no necesites a aprobación de otras personas, pero eres joven y a esta edad es donde encontramos a nuestro mejores amigos —afirma.
Estiro mis piernas y cruzo mis pies, uno sobre otro. —No me gusta tener amigos, es una pérdida de tiempo.
Él sonríe. —Señor Rold, créame que los amigos no son una pérdida de tiempo, son quienes nos comprenden y nos hacen atravesar las dificultades con su apoyo y fuerza.
Rasco mi cuello. —Yo puedo solo, no necesito de nadie.
Asiente. —No dudo que usted pueda, es admirable que las personas se las arreglen por si mismas para salir adelante pero todo es mejor cuando se comparte con alguien más —junta sus manos—. Cuando tenemos una caja pesada y un amigo nos da una mano, se puede aligerar la carga.
Asiento. —Entiendo, gracias profesor por esto pero, no me importa lo que digan de mí y no soy de los que consideran a todos sus amigos.
Él se reacomoda de pie y camina hacia la pizarra, toma el borrador y comienza a eliminar todo lo que ha escrito durante la clase. —Señor Rold, está perfectamente aceptable que usted se tome tiempo para conocer a las personas pero si lo está haciendo por miedo al rechazo o a que sea lastimado —deja el borrador en el borde de la pizarra y se gira de nuevo para verme—, no lo haga. Merece sentir la vida, tal y como viene.
Le muestro una pequeña sonrisa. —Gracias.
Señala a la puerta con su mano extendida. —Puede irse, no le quito más su tiempo —dice—. Pero por favor, no vuelva a venir tarde.
Me levanto de un salto. —No lo haré.
Salgo de ahí y suelto un bostezo. Ayer no debí quedarme tan tarde viendo esos documentales pero no pude detenerme, eran muy interesantes aunque muy duros también.
Siento un poco de sed así que mientras camino a la máquina de bebidas, busco con mi mano dentro de mi mochila uno de los billetes sueltos que siempre dejo sin guardar. Saco dos doblados y los desarrugo sobre mi camisa hasta llegar ahí.
Miro las opciones y me decido por un jugo supuestamente natural de manzana. Espero que salga luego de pagar y lo tomo, le limpio la parte de arriba con mi camisa y abro la lata. Bajo la mirada percatándome que sigo con esta mancha aquí.
Recuerdo la manera en que mis compañeros me voltearon a ver y me provoca gracia. Las personas son divertidas cuando creen que saben todo sobre ti con tan poca información.
Le doy un sorbo antes de seguir con mi camino a mi casillero. Espero no toparme con ningún idiota en mi camino, ya tuve suficiente en la mañana y estoy cansado.
Cuando estoy por llegar veo a una señora casi de la edad de mi abuela sosteniendo varios cuadernos, caminando con cuidado de no tropezar. Debe ser alguna profesora de por aquí.
Me acerco rápido, casi me golpeo contra otro estudiante pero me esquivó. —Eh, ¿la ayudo? —le pregunto.
Ella me mira sorprendida. —Oh, ¿Qué tal? ¿Cómo te llamas?
Miro mi lata y la dejo en el suelo, me acerco para que me entregue todo eso —Douglas —los tomo con mis dos brazos—. ¿A dónde se dirige?
Ella sonríe. —Douglas eres muy amable pero te vas a atrasar por mi culpa.
Me encojo de hombros. —No importa, yo le ayudo.
Ella sonríe, se inclina para levantar mi lata. —Entonces yo te ayudo con esto —sonríe—. Voy a la oficina de allá al fondo.
—Claro —contesto.
Comenzamos a caminar, dos chicos pasan corriendo en medio de nosotros y casi la golpean a ella.
— ¡Ey! —Les grito y se detienen, me miran con los ojos abiertos, parecen dos años más jóvenes—. Tengan cuidado.
—Chicos, no corran en los pasillos —les dice ella con un tono mucho más tranquilo y amable.
Ambos asienten y caminan, yo ruedo los ojos.
—No te doy clases a ti, ¿verdad? —Niego—. Soy la profesora Martin, doy geografía y también historia.
—Mis clases favoritas —digo con un tono bromista.
Ella suelta una carcajada. —Sí claro, a ustedes solo les gustan los deportes o cualquier cosa que tenga que ver con el internet.
—Um, no realmente —digo—. La verdad sí me interesa la historia aunque prefiero la que es contada por quienes no aparecen en los libros.
—Que buena forma de verlo —responde—. Te entiendo, la historia siempre ha sido contada por una mínima parte de quienes fueron parte de algún momento, sin embargo, siempre hay más.
—Ayer… —aclaro mi garganta—, en realidad, ayer estaba viendo un video sobre una de las guerras civiles que sucedió en un país de Centro América pero era sobre los dos puntos de vista, no solo contada desde una perspectiva.
Asiente con una sonrisa. —Me parece maravilloso que te interesen esos temas y que tengas ese enfoque, es una lástima que no estés en mi clase —cambia de mano la lata—. Mis alumnos se duermen.
Chasqueo mi lengua. — ¿Sabe? Mi abuela dice que es imposible odiar a alguien cuando conoces toda su historia y así es como o veo, quiero conocer más y más, ver la vida desde otros ángulos.
—Douglas, ¿estás seguro que eres un niño de secundaria? —Suelta una risita—. Ya que no estás en mi clase te puedo decir que si lo estuvieras, serías mi favorito.
Resoplo. Miro al fondo a una chica que habla con otra mientras alguien detrás de ella la mira de esa estúpida forma asquerosa que suelen hacer algunos hombres. Me pregunto porque su amiga no le avisa, desde donde está parada puedo verlo.
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Editado: 15.06.2023