Dias Soleados

Capítulo 47

DOUGLAS

— ¿Ya vamos a hacer la tarea? —le pregunto a Angeline, quien está ocupada pintándose las uñas.

—No —dobla la pierna—. Tenemos tiempo, es para dos semanas.

Lester entra con la caja de pizza. — ¿Dónde la dejo?

—Mi cama —Angeline pide—. Mamá odiaba que comiera en la cama pero estoy usando mis privilegios de hija súper querida ahora y no creo que me regañe.

—Súper querida —ruedo los ojos—. Deja de hablar así.

La verdad es que dejó de molestarme hace mucho tiempo, ahora es como si esperara que Angeline use esas palabras.

—No —sonríe mientras cierra el esmalte y se une a nosotros sobre sus sabanas moradas—. Bien, vamos a jugar un juego.

Siempre quiere jugar sobre algo.

Lester abre la caja de la pizza y yo cruzo las piernas. — ¿No podemos solo comer?

—No —sonríe—. Será como verdad o verdad, es decir que si no contestan se tienen que comer una rodaja de pizza con mucha salsa picante, ¿entendida? Tengo la salsa picante abajo, voy por ella después.

No soy el más grande fan del picante pero depende la pregunta, creo que podría hacerlo. Hay ciertos temas que prefiero mantenerlos en secreto, aunque me pesen por dentro.

Lester reparte los platos desechables. —Sí quieres.

Tomo una bolita de carne y la llevo a mi boca. —No tengo opción.

Angeline aplaude y se acomoda. —Bien, yo empiezo, todos tenemos que responder, ¿entienden? —asentimos—. ¿Cuál fue su primera impresión de cada uno? Empiezo yo —señala a Lester—. Recuerdo pensar que eras alto y ya, no tenía una mala impresión de ti, no como con Douglas —me mira—. Me dabas un poco de miedo.

Tomo una rodaja de pizza. —Yo pensaba que eras una niña consentida y muy irritante —respondo—. Ahora solo creo que seas irritante.

Arranca la punta de su rodaja. — ¿Qué hay de él?

Lester… no puedo decir reamente lo que pensé la primera vez que lo vi. —Um, bueno, tenía la impresión que era alto.

Él suelta una carcajada. — ¿Es eso todo lo que soy? ¿Alto?

No, eres mucho más que eso. —Digo, también pensaba que, um, parecías interesante.

Resopla. —Bien, yo pensaba que Angeline era un poco tímida porque cuando estabas con las demás no hablabas mucho —se gira y me mira a los ojos, yo me limpio la boca con una servilleta—. Y pensaba que eras misterioso.

—Como un vampiro —agrega Angeline.

Ruedo los ojos. —No nos hagas ver esa película de vampiros, por favor —le pido.

No me molesta estar cerca de Angeline pero sí que tiene que mejorar sus gustos en el cine.

Me señala. —Era parte del plan de hoy, prometieron que haríamos lo que quisiera.

—Siempre hacemos lo que quieres —contesto, sonriendo de lado.

Lester ríe. —Bien, ahora mi turno —aclara su garganta—. ¿Cuál es su mayor arrepentimiento? —Lame sus labios—. Um, yo supongo que… pues, creo que debí defenderme mejor. De todos.

Angeline asiente. —Yo también —toma otra rodaja de pizza—. Cuando era niña tenía un poco de sobrepeso y se burlaban de mí, luego crecí y tenía frenillos y se seguían burlando de mí, todo el tiempo —suspira—. Creo que no lo merecía, debí defenderme.

Muerdo mi labio unos segundos, ambos esperan mi respuesta. —En ese caso, confesaremos lo mismo porque yo también, en algún momento, se burlaron de mí.

Angeline chasquea su lengua. —No hay forma que se hayan burlado de ti, eres de los tipos fríos y serios, ¿Quién quisiera meterse contigo?

— ¿Y porque lo harían? —pregunta Lester.

Me estiro para tomar una lata de soda que dejamos sobre la mesa de noche de Angeline. —Pues todos, antes no era así —explico sin verlos a los ojos—. Se burlaban de mí y quienes supuestamente eran mis amigos, solo usaron todo lo que sabían de mi vida en mi contra.

Lester pregunta: — ¿Por qué te hacían eso?

No puedo decirlo.

—Porque era diferente —explico vagamente—. Porque… —no puedo.

¿O sí?

¿Puedo confiar realmente en ellos?

¿Y si ocurre lo mismo?

Ellos no con como quienes supuestamente eran mis amigos.

Lester ha confiado en mí.

Angeline también.

—Porque ellos tenían unas ideas y yo no —finalizo.

No debo.

Angeline niega, con las cejas juntas. —No entiendo, ¿Qué ideas?

Me encojo de hombros. —Digamos que cuando hacían ciertas bromas yo no me reía —respondo, la presión en mi pecho se aparece de nuevo. Este tema siempre me hace sentir de esta manera—. A veces usaban palabras muy ofensivas y yo no me reía para quedar bien con ellos, yo defendí a un chico que tenía dos mamás y comenzaron a llamarme muchas cosas.

Lester suelta una exhalación. — ¿De verdad?

—Si —aclaro mi garganta—. Um, yo no soy así. Mis padres me han enseñado que todos merecemos respeto, que está bien no compartir las mismas creencias o estilos de vida pero no debemos dañar a nadie.

—Creo que ellos eran unos tontos —Angeline afirma—. No, en realidad todas las personas que nos han molestado son unos tontos. No entiendo porque hacen eso, ¿qué ganan? Nada. No ganan nada.

—A veces es más que solo molestar —explico—. Es probable que muchas de esas personas sufran de algún tipo de maltrato y como siempre dice mi mamá, no es una excusa pero es una razón de su comportamiento —rasco mi mentón—. La mayoría son personas lastimadas y quieren lastimar a otros porque piensan que si la vida los ha tratado mal, tienen derecho a hacer lo mismo.

—Pero no lo tienen. —Angeline afirma.

—No, claro que no —contesto.

No hablamos por varios segundos, luego Lester suspira y me dice: —Bueno, ahora tú.

 Hay muchas cosas que me gustaría saber, pero no sé cómo lo tomarían. — ¿Si hoy fuera el último día de toda la humanidad, qué harían?

Angeline traga rápido lo que estaba masticando. —Amo esas preguntas —se acomoda el cabello—. Yo creo que saldría a ver las estrellas por última vez y escucharía todas mis canciones favoritas.




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