Dictadura de Metal #1 Princesa de Bronce

Capitulo 8: La Dama de Laurencio*

Selenio, Metalion

El invernadero era el único lugar de todo el templo donde podía estar tranquila sin escuchar los constantes gritos de sus hermanas por perder alguna prenda suya o por cualquier cosa en realidad, no sabía cómo los otros hechiceros podían aguantarlas. El invernadero es una estructura cerrada que rodeado de una gran cúpula de cristal que dejaba mirar el cielo nublado de Metalion. Aquí era el lugar donde cultivaban todo tipo de frutas y verduras para sustentar el templo, por lo que había una gran variedad de alimentos como huertos de fresas, mangos, tomate, o también árboles de plátanos, uvas, manzanas.

No solo tenían cultivos de frutas dijo también de cualquier tipo de plantas ya sean rosas de rubí o claveles de diamantes, incluso fauna gaiana que se da en Metalion como girasoles, rosales, entre otras. Todo el lugar era colorido y llamativo. Se sentó en una banca de piedra blanca que estaba enfrente de una fuente hecha de mármol con el diseño de una mujer vertiendo una jarra de agua sobre una concha de almeja donde salía por tres orificios el agua. Le gustaba admirar aquella estatua, el sonido del agua al caer sobre la fuente era relajante, solo bastaba con tener un libro para estar en paz.

Ese día había optado Celine por ponerse un vestido largo de color azul cielo con las mangas largas y el cuello alto con destellos de flores en todas partes. Era su favorito y sólo se lo ponía en ocasiones especiales y ya que ese día llegaba el duque de Niobio tenía la oportunidad de utilizarlo. Su madre en cambio estaba plantando unas lavandas desde hace unas semanas y por más que le daba el mantenimiento que requerían nunca crecían, lamentablemente a su madre le gustaba mucho las plantas, pero las plantas a ella no.

-Celine -se quejó-. Deberías estar ayudando a tu madre en vez de ocultar tu risa bajo ese libro.

Sus cabellos pelirrojos se los había recogido en una coleta, traía un vestido sencillo de color guindo que mancho de tierra junto con unos guantes de jardinería. Tuvo que suprimir una risa al verla de aquella manera, su madre siempre tan elegante ahora tenía manchas de tierra por toda su cara y la miraba con indignación.

- ¿Qué diría el duque si te viera de aquella manera?

-Diría que soy una mujer muy refinada por cuidar de sus propias plantas -respondió alterada-. En cambio, de su hija que sólo se queda mirando a su pobre madre hacer el trabajo duro.

-Lo haces por qué quieres.

Hizo un ademán con la muñeca restándole importancia.

-Tonterías -dijo malhumorada-. ¿Por qué no vienes ayudar a tu madre?

Sabía a lo que se refería con ayudar y eso iba en contra de las reglas, a veces pensaba que su madre no le importaban las reglas con tal de conseguir lo que quiere. Anastasia la miro con ojos dulces y una sonrisa encantadora que no cualquiera podía resistirse ni siquiera Celine.

-Madre sabe que va en contra de las reglas -le recordó-. Además, esa lavanda ya está marchita ni mi trabajo en…

-Oh vamos las dos sabemos que eres capaz de revivirla -trató su madre de convencerla-. Nadie tiene que enterarse o acaso tú le vas a decir algo a tu padre.

-A veces pienso que sólo me utilizas -comentó Celine.

-Cuando tengas hijos podrás hacer lo mismo que yo -dijo sin importancia, hizo un ademán para que viniera con ella-. Anda antes de que alguien nos encuentre.

Ladeo la cabeza mirando con desaprobación a su madre. Sabía que seguiría intentando convencerla hasta que accediera ayudarla, tampoco podía negarse porque era su madre, pero su padre se lo había prohibido al menos que fuera una emergencia y bueno la lavanda se estaba muriendo eso era una emergencia.

-Solo está vez -accedió Celine, su madre soltó un chillido de emoción-. Después no quiero que molestes para intentarlo otra vez.

Asintió rápidamente su madre. Ahora tendría que buscarse un nuevo lugar para esconderse de sus hermanas y de su madre, en sus ojos podía descifrar que no sería la última vez que lo intentaría. Se acercó hacía su madre quien estaba sentada a un lado de la lavanda ya seca, chasqueo los dedos apareciendo en sus manos su violín, se lo puso en su hombro para tocarlo no sin antes reprocharle a su madre:

- ¿Acostumbras a utilizar a todas tus hijas?

Le sonrió divertida.

- ¿Para qué más tendrías hijos sino es para utilizarlos?

Celine le sonrió de lado, sabía que lo estaba diciendo jugando porque en sus ojos podía verse que sentía todo lo contrario. Comenzó a tocar una melodía alegre, sencilla y con movimientos rápidos, las notas eran dulces y rápidas, cerró los ojos dejándose llevar por la melodía. La música era capaz de transmitirte a otros lugares y ella podía ver una montaña con un atardecer en el cielo iluminando las praderas de rosas amarillas. Con cada nota que tocaba de su violín la lavanda tomaba más vida, paso de tener un color grisáceo a tomar su color natural un morado claro, y no sólo la lavanda sino cada planta que se había marchitado en el invernadero había vuelto a tener vida.



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En el texto hay: diosas, reinas y princesas, guerra

Editado: 26.04.2020

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